Subir el puntaje de corte para el ingreso a las carreras de
pedagogía es una estrategia engañosa. Parece ser una medida que mejora el nivel
de los estudiantes, pero en realidad solo pone barreras de ingreso y no atrae a
nadie adicional hacia la docencia. Todo lo contrario, repele a aquellos que no cumplen
con un requisito de dudosa reputación. Ya sabemos que la PSU tiene problemas de fondo como herramienta de selección universitaria.
Desde nuestro punto de vista, subir la barrera de ingreso mediante una prueba estandarizada, tiene otra arista incluso más
peligrosa. Al no considerar el contexto, esta medida tiende a impedir que los
estudiantes de sectores más vulnerables, especialmente en pueblos rurales-allí
donde más se necesitan-se conviertan en profesores. En regiones los
puntajes PSU tienden a ser bastante bajos y la gran mayoría de los estudiantes que viven y quieren permanecer en la región, no logra superar
esta barrera. La mejor evidencia es que desde que se inició la beca vocación de
profesor, los estudiantes de pedagogía de regiones se redujeron en forma
dramática. Muchas carreras y facultades de educación regionales se han
cerrado como resultado del requisito mínimo de 500 puntos para estudiantes de pedagogía.
El efecto concreto que se ha logrado es que la mayoría de los
profesores se formarán en Santiago y la
posibilidad de una escuela alejada de atraer y contratar a un profesor
Santiaguino se ve tremendamente disminuida. Los que sufren las consecuencias
son los niños más vulnerables de regiones extremas. La falta de profesores en
las regiones será evidente cuando el cáncer sea terminal.
Una fórmula más adecuada sería usar el ranking y permitir a los
mejores de cada zona tener posibilidades de ser profesor en su área, donde
conoce la cultura y tiene a sus familiares. El ranking se ha pretendido usar para una admisión más justa, porque considera el contexto del estudiante. Es una corrección a los efectos secundarios del sídrome PSU. La misma corrección debe hacerse en los criterios de entrada a las pedagogías.
Hoy, los síntomas son preocupantes y muy visibles. Todos los expertos ya se dieron cuenta. Se requiere con "suma urgencia" que los legisladores tengan el coraje de reconocer su error (bien intencionado, pero ingenuo) y buscar un mecanismo que efectívamente logre atraer a los mejores sin desechar a quienes por vocación y compromiso podrían ser un gran aporte en regiones.
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