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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Vivir la vida con placer

Trata de ser amable y considerado, en cualquier circunstancia. La razón es simple. Tu tienes una visión subjetiva y parcial del mundo, que por cierto no es más real que la visión del otro. Los demás también la tienen y ellos podrían tener algo de razón. Recuerda siempre que no eres dueño de la verdad ni gozas de privilegios y recién estas madurando. Apenas tienes tus limitados sentidos y experiencias propias para aprender a vivir. Y eso es insuficiente.

Puedes enriquecerte mucho al respetar a los demás, al aceptar sus ideas y al justificar sus actos. Puedes usar su historia para comprenderlos mejor. Especialmente a los que son diferentes a ti. Si intentas ver las cosas desde el punto de vista del otro, encontrarás las razones de su conducta, ampliarás tu conciencia y recorrerás mundos asombrosos. No te encierres en el tuyo. Usa los sentidos y las experiencias de otros para ampliar tu conciencia. Aprovecha el aprendizaje de otros y no juzgues a nadie. Menos a ti mismo.

¡Siempre intercambia energía positiva con los demás!

Todos los seres humanos buscamos el placer. El placer no es malo. Buscarlo es tan natural como comer o respirar. Reconoce tu adicción al placer y acéptala en los demás. Es un comportamiento propio de los seres vivos. La búsqueda del placer explica mucho del comportamiento humano. Intenta  siempre ser agradable. Es un hábito muy rentable puesto que normalmente tiene como resultado el aumento de tu bienestar. Nuestra cortesía retorna convertida en cariño y nuestro mundo se hace más agradable. El placer normalmente es bueno. Nos mueve. Nos energiza.

Ten en cuenta que los humanos siempre hacemos lo que queremos hacer. Elegimos hacerlo por alguna razón. Aunque a veces no lo hacemos contentos, sino que nos sentimos obligados. Esto es una ilusión. Nadie nos puede obligar a hacer lo que no queremos hacer. Por ejemplo, a veces escogemos trabajar en algo que no nos gusta porque deseamos el pago, y lo hacemos, aunque tengamos que hacer un gran esfuerzo. Pero en verdad lo hacemos porque queremos tener esa remuneración. 

El secreto de una vida plena es hacer todo con gusto. Si trabajas en algo que te gusta, no harás esfuerzo. Haz lo que quieras, por el placer de hacerlo. Vive el presente sin juicios y relaciónate sin exigencias ni expectativas. Nunca aceptes hacer algo obligado por las circunstancias. Cuando hacemos las cosas a regañadientes, es porque tenemos deseos incompatibles. Revisa tus deseos y desecha aquellos que te cuesten demasiado. No tengas deseos contradictorios... Eso te hace mal.

La vida no se vive. La vida nos vive a nosotros. Deja que se manifieste ante ti. Expande tu conciencia, fluye por la vida, suelta el control y acepta las circunstancias y a los demás como son. Vive con alegría, vive amando, vive intensamente, buscando el placer de experimentar cada momento en plenitud. Así vivirás en el bienestar del paraíso perdido.

Perdimos esa forma de vida, cuando nuestro egoísmo se impuso a nuestra consideración. Nuestro pecado original es que también pretendimos gozar del placer de ser servidos. En algún momento supusimos que tenemos privilegios, que somos especiales y que merecemos más que otros. Ese es el tipo de placer que puede enviarte al infierno. El placer de sentirse superior es el peor engaño que nos hacemos y un camino que nos lleva inevitablemente al dolor.


Tu vida es tuya y solo tuya. Vivirla bien es tu gran desafío. Y además, es tu principal responsabilidad. Vívela con pasión e intensidad. Y sobre todo, cuídate de tener deseos contradictorios. Ese es el peligro. Trata de que tus deseos sean coherentes. El universo siempre conspira para darte lo que deseas. Ante deseos incompatibles, te hará elegir con dolor. Actúa pues, con plena convicción, impulsado por tus deseos más profundos. Puedes escoger una conducta que te lleve al bienestar si eres coherente y justo. ¡Disfruta la vida con placer, para que tu vida tenga sentido! Solo una vida placentera merece ser llamada vida.




viernes, 9 de septiembre de 2016

Para qué sirve la vejez

Cuando comprendí el mecanismo evolutivo que propuso Darwin, la selección natural, me pregunté por el sentido de la vejez. Desde el punto de vista darwiniano, nuestra vida no tendría sentido después de terminado el periodo reproductivo, pensaba entonces. La vejez parecia una anomalía evolutiva.
Afortunadamente para los adultos mayores, la propuesta darwiniana se concentraba exclusivamente en la dimensión biológica de la evolución, obviando la dimensión cultural. Hoy, quienes conocemos la mirada de Maturana, sostenemos que la evolución es un proceso biológico-cultural. Para nosotros, la vejez no sólo tiene sentido, sino que es fundamental para la sustentabilidad de la especie. 
La evolución tiene una dimensión epi-genética. Nuestra adaptación a los cambios depende de nuestras creencias, de nuestra cultura. Lo que sobrevive no es nuestra herencia genética sino especialmente nuestra herencia cultural.
Durante la vejez humana, cuando las pasiones han sido aplacadas, las necesidades priorizadas y nuestra sabiduría acrecentada por los múltiples aprendizajes, tenemos una perspectiva más profunda del propósito que tiene la aventura humana. Incluso somos capaces de cuestionar si existe ese propósito. Nuestro ego también ha aprendido algunas lecciones de humildad. Esa condición nos permite contribuir a profundizar nuestra cultura y por tanto ayuda a nuestra especie a adaptarse mejor a los cambios. Los viejos mantienen conversaciones que se transforman en un linaje cultural muy valioso. Los ancianos poseen una visión más amplia de la tarea colectiva que tiene la vida. 
Nuestra vejez es la etapa más valiosa de nuestras vidas. Es el momento en que nuestros intereses egoístas se transforman en semillas de conocimiento para que las futuras generaciones tengan mejores perspectivas. Es nuestro legado a nuestros descendientes. Es el momento en que damos cuenta del resultado que tuvo nuestra vida. Es un periodo apto para filosofar.
La vejez nos hace más humanos, más conscientes de nuestra fragilidad. Cuestiona las certezas con que hemos vivido. Nos acerca al final y a la importancia del amor. La vejez es una época que permite la reflexión y la transmisión de preguntas que permitan dirigir el experimento humano hacia un futuro promisorio. Sin la sabiduría de nuestros ancianos, nos habríamos extinguido hace tiempo. La vejez expandida que nos regala la ciencia y la tecnología, es una oportunidad que no podemos desechar. 
Menospreciar la madurez y el aporte de los abuelos, es una de las principales causas de la crisis sistemica en que nos encontramos. Que el Ministerio de Educación se atreva a proponer la eliminación del ramo de filosofía, solo demuestra cuán perdidas estas nuestras autoridades en cuanto al rumbo que debe seguir la reforma educacional. La reflexión profunda cambia la arquitectura neuronal del cerebro y potencia la mente humana. La capacidad de reflexionar ha sido sin duda una ventaja evolutiva para el homo sapiens. Perderla pone en peligro la continuidad de nuestro linaje.
Nuestra educación debe enseñar a pensar y a volver a pensar cada vez con mayor conciencia, pero rescatando la sabiduría de las generaciones anteriores. Pensamiento recurrente sustentado en experiencias históricas.  ¡Solo así, la deriva humana tendrá futuro!
¡Educar para expandir la conciencia, ese es el desafío! Y eso solo se puede lograr si invitamos a nuestros jóvenes a reflexionar con nuestros viejos. Que nuestras generaciones jóvenes se enriquezcan con las experiencias ya vividas. Prepararlos para que no tropiecen con la misma piedra.
Hacer del ser humano una especie más humilde, más responsable, más empática y más sabia, es tarea de los más experimentados.
¡Vivir para incrementar el conocimiento colectivo del ser humano y dejar lecciones importantes que guíen a nuestros descendientes, ese es el sentido de la vejez!