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sábado, 24 de septiembre de 2011

La sociedad que debemos construir


Propongo que seamos optimistas. Que imaginemos un mundo diferente, donde reine la libertad, la paz y la justicia. Que concibamos una sociedad que tenga como valores dominantes el respeto y la responsabilidad. Donde el ser humano haya conseguido convivir en armonía con la naturaleza y con sus semejantes.
¿Será posible?
Supongo que para lograrlo, necesitamos rectificar nuestro modo de vida, cambiar nuestros valores y reconsiderar nuestras prioridades. Necesitamos un cambio urgente.
Hay algunas señales evidentes: Los jóvenes parecen estar buscando una nueva definición para el humanismo. Han perdido confianza en las instituciones y rechazan el materialismo excesivo y la injusticia. Buscan espacios de participación porque tienen sensibilidad social y conciencia medio ambiental. Descontentos con la sociedad que heredaron, están luchando por mejorar el mundo.
Es natural que allí comience la transformación. En la juventud hay tierra fértil para sembrar vientos de cambio. Bien lo saben algunos políticos que están pensando en la próxima elección, cuando debieran estar concentrados en la próxima generación. Pero no podemos dejar que el oportunismo de algunos contamine la gran oportunidad de cambiar el rumbo del “viaje humano”.
Tenemos que tener la vista puesta en el futuro. Por eso, parece razonable que el cambio, comience en la educación. La sociedad que debemos construir, necesariamente se edifica sobre los cimientos de una nueva educación. La educación para una sociedad conectada, orientada al bienestar general.
Y entonces, quienes deben responder a las inquietudes de los estudiantes y dirigir la discusión hacia los cambios estructurales orientados a mejorar la educación, son los profesores. Curiosamente, parecen estar ausentes del debate de ideas. Esto me parece grave. Es indispensable que aprovechemos la oportunidad para debatir sobre ideas que verdaderamente apunten hacia la calidad educacional.
Necesitamos que los profesores saquen la voz, que propongan caminos y ofrezcan alternativas. Que lideren la discusión y asuman la responsabilidad de ser arquitectos del futuro. Invito a nuestros profesores a usar este medio para proponer ideas. Unamos fuerzas, mentes y energías. Juntos, podemos ser optimistas. ¡Si, se puede!

lunes, 12 de septiembre de 2011

Carta del Futuro


                                                                Isla de Pascua, 11 de Setiembre, 2061

Querido abuelo,
Te escribo una carta desde el futuro. Te ruego disculpes si cometo errores pero esta forma de comunicación se extinguió hace tiempo. Lo hago, porque quiero que me comprendas. Trataré de hablarte desde el paradigma dominante de tus tiempos.
Sé, que en estos 50 años, nuestra casa, tu mundo, ha cambiado tanto que te costaría reconocerlo. Es un organismo viviente que se logró recuperar después de una larga convalecencia.  Hoy, es un planeta sano. Convivimos en armonía, con la naturaleza y la tecnología, aceptando nuestros deberes y responsabilidades. Quitamos la basura del espacio, descontaminamos el medio ambiente y cuidamos los recursos naturales para las generaciones del mañana.  Ahora, incluso la tecnología está al servicio de la flora y fauna. Hemos conseguido la sustentabilidad que tanto quisiste.
Nuestra familia, tu sociedad, se ha transformado en una comunidad diversa y tolerante. Vivimos en una cultura basada en la Confianza y el Respeto, que busca el bienestar, la calidad de vida y el desarrollo interior. Extirpamos de nuestro comportamiento aquellas actitudes egoístas e irrespetuosas como la violencia, la codicia y el abuso. Tenemos igualdad de oportunidades y nuestras diferencias son apreciadas. Logramos, con esfuerzo y dedicación,  construir una civilización justa y solidaria.
Tenemos conciencia de que el equilibrio es frágil, pero hemos aprendido mucho desde tu época del terror. Para ti, se cumplen 10 años desde el cambio de era, desde el desplome de las torres gemelas de Nueva York. Estás viviendo en tiempos terribles. Los años turbulentos. Debes tener miedo. 
Cuando leas esta carta, quizás te sorprendas ya que yo aun no he nacido, pero no quiero que te preocupes. Estoy bien. A punto de ver nacer a mi nieta. Recuerdo con nostalgia cuando me contabas cuentos, me arropabas al dormir y me dabas el beso de buenas noches. Tu cariño sigue vivo en mí.
Te escribo para darte esperanzas.  Para agradecer que hayas seguido luchando por la justicia y la sustentabilidad, a pesar de todo. Para que sigas insistiendo en el diálogo como herramienta para lograr consenso. Para que mantengas el amor como tu prioridad. Para contarte que la historia tiene un final feliz.
Sé que estoy cometiendo una imprudencia al enviarte esta misiva. Intervenir en el pasado está prohibido por la ley Mariposa. Pero no me parece justo que vivas con incertidumbre. Hay una civilización que ha logrado sobreponerse a las dificultades porque existieron personas como tú, que imaginaron un mundo mejor.
Logramos triunfar porque algunos de ustedes nunca se dieron por vencidos. Gracias desde un futuro maravilloso. ¡Muchas gracias!
Te quiere mucho tu nieta, 
Filipa.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Hacia una Educación Sustentable


Hay que aprovechar el llamado de atención que nos hacen los estudiantes hoy. Nos están pidiendo a gritos que transformemos la educación. Y tienen razón. La esperanza de la humanidad depende de que logremos solucionar los males que aquejan a la sociedad que hemos construido.
Se ha pretendido asignarle a la educación, la tarea de solucionar los problemas de una civilización que padece una enfermedad terminal: la depredación de recursos naturales, la delincuencia, la inequidad, la corrupción, el egoismo, el materialismo, la codicia, la pasividad, el cortoplacismo, el individualismo excesivo, la competencia desleal, las instituciones decadentes y la ausencia de solidaridad; entre otros.
Pero, ¿puede la educación asumir esta enorme tarea? La educación es heredera de la sociedad que hemos construido: Una educación industrializada, basada en la división de las tareas, la estandarización, planes de estudios jerarquizados, rígidos y calendarizados, con estrictos controles de calidad. En suma, tenemos una educación deshumanizada, hija de la revolución industrial. Irremediablemente condenada a tratar al estudiante como un producto y medirlo en función de contenidos; y a considerar al profesor como un técnico desechable. Esto, hay que cambiarlo.
El gobierno, en la búsqueda del desarrollo a través del crecimiento económico, responde ofreciendo más recursos, más control de calidad, nuevas tecnologías y mejores estandares educacionales. Con buena intención, pero mala percepción, ofrece más de lo mismo. Es cierto que la sociedad industrial ha generado un progreso extraordinario. Pero no es menos cierto que Chile necesita algo más que prosperidad:
Necesitamos bienestar. Calidad de vida, para nosotros, nuestro hijos y nietos. Aspiramos a una cultura tolerante, respetuosa de la diversidad, participativa y solidaria, considerada con la naturaleza. En suma, una sociedad justa y sustentable.
Las encuestas no mienten. Detrás de las manifestaciones, hay una gran desilusión. Las promesas del modernismo no se han cumplido. Las instituciones tradicionales han fallado. Ni los políticos, ni los religiosos, ni los académicos han dado respuestas aceptables. La Encuesta Mundial de Valores, demuestra que está emergiendo una gran fuerza renovadora. El mundo está en transición, desde el espejismo de la riqueza, se dirige hacia el bienestar general y la realización personal.
Los jóvenes lo saben y se han movilizado, protestando. Tienen una buena causa. Ojalá que los oportunistas no los desvíen de sus aspiraciones. Exigen cambios estructurales. Idealistas, perciben claramente que es justamente el modelo vigente, el paradigma dominante, el principal obstáculo para encontrar la solución que buscamos. Si queremos cambiar el mundo, debemos comenzar por cambiar la educación.
Si aceptamos que, tal como señaló Albert Einstein: "No podemos solucionar un problema usando el mismo razonamiento que usamos cuando lo creamos", tendremos que conseguir que la educación emprenda el desafío con una nueva mirada, con una nueva lógica, con un “nuevo paradigma”. Tal vez podamos aprovechar esta tregua de fiestas patrias para cambiar de anteojos e iniciar la verdadera reconstrucción.
Invito al gobierno y a la oposición, a los estudiantes y a los profesores, a quien tenga alma de educador, a comenzar el viaje hacia un mundo mejor, construyendo una educación sustentable. En esta encrucijada, no debemos doblar ni a la izquierda ni a la derecha, ¡debemos levantarnos!
Tenemos un gran desafío: ¡Levantemos Chile!