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jueves, 26 de enero de 2012

Los jóvenes de hoy


Los jóvenes tienen razón. La educación necesita cambios estructurales. Las autoridades no han comprendido cual es el problema. Los profesores tampoco. Lo que ocurre es que hablan otro idioma.
Estos jóvenes son diferentes: mucho más independientes , individualistas e idealistas que sus padres y maestros. Impacientes, soñadores, participativos y capaces de desarrollar múltiples tareas simultáneamente. Su actitud desafiante responde al acceso que tienen al conocimiento. Cuestionan todo, porque saben más que nosotros. Confían por lo tanto, más en su propio juicio por inmaduro que sea. Habitan en ambientes planos, sin jerarquías ni autoridades. No leen mucho, ni saben escribir. La globalización los ha igualado, conectado y comunicado. Están muy conscientes de sus derechos. No le temen al riesgo y tienen mucha flexibilidad para adaptarse al cambio. Han desarrollado el hemisferio derecho del cerebro (la creatividad) por los estímulos que reciben permanentemente en la era de la información. Estímulos que antes no existían. Los llaman “creativos culturales”. Son tan optimistas que juran que pueden cambiar el mundo, materia tan relevante que la consideran su principal deber. Aunque se sienten solos, es más por los paradigmas del mundo en que habitan, que porque sean pocos. Son mucho más numerosos de lo que pensamos y están a punto de alcanzar la masa crítica para generar una transformación cultural sin precedentes.
Buscan crear una “nueva cultura” ya que han perdido confianza en las instituciones. Tienen sensibilidad ambiental y desean trabajos con sentido. Están comprometidos con el bienestar general y son tolerantes a la diversidad. No son comprendidos por las generaciones anteriores, porque tienen una nueva “cosmovisión”.
Pretender que el modelo industrial con que se diseñó la educación en el siglo XIX, basado en la división del trabajo y la cadena de producción, prepare a estos jóvenes del siglo XXI,  es un profundo error. Aquel modelo educativo, rígido, jerarquizado, estandarizado, que prepara empleados para desempeñar un trabajo de por vida, sencillamente no es compatible con la juventud del siglo XXI. La educación no está diseñada para las características de nuestra juventud actual. Necesitamos transformar el modelo desde sus cimientos. No basta con una reingeniería, ni una reforma. Hay que demoler todo y partir con la tela en blanco. Se requiere una verdadera metamorfosis.
El nuevo modelo educacional debe incentivar la innovación, la creatividad y la autonomía. Debe aprovechar la arquitectura neuronal de esta generación para incentivar a los estudiantes a cumplir sus sueños, a correr riesgos, a buscar oportunidades y lograr independencia. Debe desarrollar el pleno potencial de cada joven. La nueva educación debe aprovechar la ciencia y tecnología para conectar disciplinas y encontrar nuevas soluciones para viejos problemas. Debe ser plana, flexible y culturalmente creativa.
En el siglo XXI, la educación tiene que ser un proceso integral, interesante, ágil, participativo y permanente. Tiene que tener un propósito que supere el interés personal. Y por sobre todo, debe adecuarse a esta nueva mirada juvenil.

domingo, 15 de enero de 2012

Educación y Emprendimiento

El ser humano es aventurero por naturaleza. Creativos, soñadores y curiosos desde niños. Lamentablemente, hemos diseñado un sistema educativo demasiado controlador, que paulatinamente nos estandariza y nos modela para ser engranajes del sistema. La educación necesita incentivar los grandes sueños de nuestra juventud, en lugar de reprimirlos. He aquí un video que recomiendo a todos los educadores:

http://ecorner.stanford.edu/authorMaterialInfo.html?mid=2266


jueves, 5 de enero de 2012

Diferencia entre enseñar y aprender.


Los profesores debemos comprender que enseñar y aprender son procesos completamente distintos.
Enseñar nace desde el altruismo, de la generosidad de quien tiene conocimientos y desea compartirlos. Enseñar equivale a entregar parte de la información que tiene el maestro, al discípulo, para prepararlo para un trabajo determinado. Enseñar implica conocer al discípulo-sus debilidades y fortalezas-y nutrirlo con conocimientos que le permitan desarrollar todo su potencial.  Enseñar es tener fe en el futuro. Enseñar es una noble tarea.  La enseñanza es hija de la solidaridad.
Pero, y aquí está el meollo del problema, no se puede enseñar a quien no desea aprender. No hay enseñanza sin aprendizaje.
Aprender nace desde la curiosidad innata del ser humano, de las preguntas que no podemos contestar y que deseamos saber. Aprender equivale a buscar respuestas, a explorar, investigar y encontrar explicaciones que nos convenzan. Nuestra necesidad de comprender el mundo que nos rodea, alimenta una actitud de aprendizaje permanente. Aprender es producto de cierta inconformidad con lo que sabemos y de nuestro deseo de desarrollar nuestro verdadero potencial. El aprendizaje es hijo de la ambición.
Ni la enseñanza ni el aprendizaje parecen ser procesos industriales. Mas bien, parecen ser actitudes inherentemente humanas, que dependen directamente de las emociones que generan. Hay satisfacción altruista en el enseñar y satisfacción egoísta en el aprender. Ambas son motivaciones que impulsan al ser humano.
En consecuencia, haber reducido la educación a un proceso de ensamblaje de conocimientos, fragmentado, estandarizado constituye un error que necesitamos corregir. ¡Hay que humanizar la educación!
¿Puede haber Aprendizaje sin Enseñanza?
Efectivamente, se puede aprender sin ayuda. Pero el aprendizaje sería ineficiente, inconexo, incoherente y disperso. La enseñanza debe ordenar, administrar y guiar la búsqueda de respuestas del estudiante.  Es esta la orientación correcta que debemos dar a la enseñanza. Debemos colaborar para que el estudiante sea eficiente en su aprendizaje.

domingo, 1 de enero de 2012

Gestión de Calidad


El año pasado, las multitudinarias voces de la calle, gritaban sin cuartel: CALIDAD, ¡queremos una educación de calidad!
El respaldo popular que recibieron las manifestaciones estudiantiles nos debiera remecer el piso. Si hay algún espacio para la autocrítica en los que trabajamos en educación, tenemos que reaccionar. Algo debemos corregir. Algo estamos haciendo mal.
Permítanme sugerir un camino de transformación: la gestión de calidad. El modelo de gestión que se aplica en educación está basado en un proceso de producción industrial, que en la era del conocimiento, ha quedado obsoleto.
Permítanme proponerles una transformación desde la educación industrializada hacia una educación para el aprendizaje, utilizando un modelo de toma de decisiones orientado a maximizar la calidad de la educación.
Para empezar, analicemos, ¿qué entendemos por calidad en educación?
Pero antes, corrijamos algunos conceptos erróneos de la era industrial:
·               ¡La educación no es un “bien de consumo”!
·               ¡La educación no es un proceso industrial!
·               ¡La educación no es un negocio!
·               ¡El estudiante no es un producto!
Permítanme entonces, proponerles algunos conceptos fundamentales:
·               ¡La educación del estudiante es el producto!
·               ¡La educación es un trabajo en equipo!
·               ¡La educación propia es el mejor negocio!
·               ¡La educación de los estudiantes es el mejor negocio para el país!
Entonces, debemos:
·               Maximizar la calidad de la educación de cada estudiante.
·               Unir los esfuerzos de apoderados, profesores y estudiantes.
·               Hacer que el estudiante sea responsable de su propio aprendizaje.
·               Reconocer la importancia de la labor docente.