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domingo, 25 de octubre de 2015

Los mensajes de la almohada

Cuando era estudiante de ingeniería, estudiaba en grupo, normalmente justo antes de las pruebas y usualmente de noche. Invariablemente me quedaba dormido, mientras mis compañeros seguían resolviendo problemas. Al día siguiente, me despertaba descansado, lúcido y con la materia comprendida. Durante la noche, mientras dormía mi inconsciente (de alguna manera), trabajaba en la resolución de aquellos problemas y proponía soluciones de gran creatividad. La recurrencia de este fenómeno me llevó a concluir que el aprendizaje profundo no se genera durante la vigilia.
Durante el resto de mi vida, he confirmado esa hipótesis, confiando en el sueño para desentrañar situaciones difíciles o resolver encrucijadas. Concentrarse en un problema justo antes de dormir, era la receta apropiada para resolverlo. Algo extraordinario ocurría en mi mente durante la noche. A la mañana siguiente, todo quedaba aclarado.
Algunas veces, sin embargo, en medio de la noche, me despertaba pensando en ese problema. Sin salir del estado semi-dormido, lograba identificar algún mensaje importante que mi inconsciente quería transmitirme acerca de mis preocupaciones y prontamente me volvía a dormir. Al despertar, al día siguiente, muchas veces olvidé esa recomendación. De modo que me acostumbré a dormir con una libreta en el velador, para anotar los “mensajes de la almohada” antes de que la vigilia los borrara de mi memoria.
Esa libreta se transformó paulatinamente, en un diario de mi inconsciente, donde anotaba no sólo aquellos consejos oníricos sino las ideas que se ocurrían durante la noche.
Cuando no lograba recordar nada, simplemente cogía la libreta y anotaba lo que se venía a mi mente. Sin razonar, ni procesar, sino únicamente fluyendo a lo que el lápiz quería escribir. Así descubrí otra fuente de información extremadamente valiosa.
Resultó una herramienta tan poderosa, que comencé a experimentar con sueños lúcidos – sin perder consciencia – y logré efectos asombrosos. ¡Las ideas que emanaban desde mi inconsciente eran geniales!
Comencé a “dormitar” sin perder consciencia y me enriquecí con una serie de epifanías que me hicieron ampliar mi conciencia.  El estado de “ensueño” era creador por esencia.
Desde allí a usar la meditación había un paso muy pequeño. Cada vez que mi mente se contactaba con el silencio, allí en la nada,  aparecía un pensamiento creativo.
Fue entonces cuando comencé a meditar con música suave de fondo y con un buen propósito en el corazón. Como queriendo pedirle a ese silencio que me ayudara a generar esa intención, sencillamente porque era “bueno” para todos. En cuestión de semanas, toda intención positiva y altruista que deseé en ese estado semi-inconsciente de silencio mental, se materializó exactamente como la había visualizado. ¡Mis pensamientos eran capaces de influir en las circunstancias!
Esto me ocurrió mucho antes de que “El Secreto” se convirtiera en un best-seller. Cuando leí ese libro, yo ya sabía que en nuestras intenciones había un poder milagroso. Estaba atemorizado por el poderío de mis pensamientos y decidí no seguir jugando con fuego. Todo lo que deseaba (con ciertas restricciones) se convertía en realidad. ¡Mis deseos eran poderosos! ¡Mis ideas producían milagros!
Quise hacerme responsable de mis pensamientos y decidí estudiar el poder del inconsciente. En esta aventura he avanzado mucho, pero me queda demasiado aun por comprender. Por ahora basta señalar que es más potente de los que jamás imaginé. Y recomendarles que se comuniquen con su inconsciente, que escriban las lecciones del sueño, que escuchen los consejos de la almohada, que hablen con sus silencios y que tengan intenciones positivas para el futuro de la Humanidad.

¡El mundo que vivimos se construye con las intenciones de todos los seres humanos!

domingo, 18 de octubre de 2015

Psicopedagogía Positiva

Chile necesita un tipo de educador diferente. Profesionales que tengan capacidad para identificar y desarrollar talentos. Docentes que tengan la misión de maximizar el potencial único y especial de cada uno de sus estudiantes; de hacerlos florecer y desarrollarse en tierra fértil para maximizar sus capacidades.
Nuestras escuelas requieren con urgencia, expertos en bienestar y felicidad.

La psicología positiva apunta en esa dirección. Estudia el bienestar psicológico, en contraposición con la psicología clínica que trata la enfermedad psicológica.


En educación debemos dar el mismo giro. En lugar de enfocarnos en los problemas de aprendizaje, tenemos que dedicarnos a entender y aprovechar mejor las oportunidades de aprendizaje. Las psicopedagogas están concentradas resolver lo que parece una epidemia global, el famoso déficit atencional, síntoma que – según los profesores – padecen la mayoría de los niños y jóvenes de hoy.
Pero el déficit atencional es síntoma de otra enfermedad: la incapacidad de los profesores de mantener la atención de sus estudiantes en materias que a ellos no les interesan. No son los estudiantes los que están enfermos. El enfermo es un sistema educativo que exige a los profesores pasar contenidos desconectados con las realidades y motivaciones de esas criaturas. Un sistema que frustra a los profesores y desmotiva a los estudiantes.
Por todo lo dicho, pienso que el momento es propicio para abrir una nueva carrera, la psicopedagogía positiva. La he denominado PP+, y es una mezcla de educadora y psicóloga positiva. Una educadora preocupada del bienestar y la felicidad de sus alumnos. De que aprendan para que desarrollen una actividad que los realice. De que descubran su potencial. De que encuentren su “elemento”, ese lugar donde se intersectan sus intereses y sus talentos. Ese territorio donde literalmente florecen porque tienen destrezas naturales que los hacen destacar. Donde su autoestima se potencia y donde le encuentran sentido a su vida.
¡Qué actividad más reconfortante! Conseguir que los niños aprendan jugando, que cumplan sus sueños y que mantengan su motivación.
La malla curricular está diseñada. Y tiene muchos ramos no tradicionales como: Yoga, Meditación y Atención Plena, Identificación y Desarrollo del Talento, Ecología-Evolución-Sociedad, Pensamiento Complejo, Educación Emocional, Relaciones Humanas, Ancestrología, Neurociencias del Aprendizaje, Bienestar y Felicidad, Visión Sistémica y por supuesto, Psicología Positiva.
Los Psicopedagogos Positivos serán los principales socios de aquellos padres que distinguen lo especiales que son sus hijos y que se resisten a que sean programados por un sistema que busca productividad a costa de felicidad. Y también serán una brisa refrescante para esas escuelas que quieran darle a sus estudiantes un mejor ambiente para el aprendizaje. ¡Serán escuelas alegres!
Pero más que nada, los PP+ serán profesionales plenamente realizados y socialmente reconocidos por su contribución al cambio que necesita el mundo.
No tengo dudas, es la carrera del futuro de la educación
Si lo que he señalado le hace sentido, ayúdeme a conseguir estudiantes para esta nueva profesión. Invite a jóvenes que tengan vocación a estudiar Psicopedagogía Positiva. Se convertirán en arquitectos del talento, promotores del bienestar y exploradores felices en territorios inexplorados.

lunes, 12 de octubre de 2015

La felicidad está más cerca de lo que pensamos

La felicidad está en todas partes:

Entre las páginas de un buen libro…
En las notas de una bella canción…
En la experiencia de una película asombrosa…
Entre los brazos amorosos de un niño…
En los labios de un impulsivo beso…
En las caricias de un amante cansado…
En el silencio profundo del espacio infinito…
En las risas de los niños que juegan…
En la sonrisa del cómplice…
En la tibieza de la ducha…
En el sabor del apetito…
En el agua del sediento…
En el calor de la fogata…
En el viento refrescante…
En la lluvia renovadora…
En la esperanza del reencuentro…
En el recuerdo imperecedero del amor…
En la inocencia de la infancia…
En el sueño reparador…
En la magia del darse cuenta…
En el deseo inexplicable…
En la salud imperceptible…
En el despertar ansioso…
En el dormitar apacible…
En el amor maternal…
En la reflexión diaria…
En la coincidencia inesperada…
En la meditación profunda…
En la ilusión del desenfreno…
En la imaginación dirigida…
En el objetivo alcanzado con esfuerzo…
En el camino recorrido con conciencia…
En el pasado que nos esculpió…
En el futuro incierto que visitaremos…
En cada instante de nuestro tiempo…
¡Especialmente en el presente!

Sostengo que hay sobrado bienestar a nuestro alrededor. Que la felicidad está disponible para quien tenga la sensibilidad para detectarla. Y que podemos, o mejor debemos, ser más felices de lo que somos. Como cuando éramos niños inocentes.
Sospecho que la escuela nos distancia del bienestar y de la felicidad. En el jardín, jugábamos sin expectativas y sin exigencias. Solo por el gusto de jugar con otros niños. Y éramos felices jugando. No necesitábamos mucho. Incluso teníamos amigos imaginarios.
Hasta que entramos al colegio. Entonces comenzó la metamorfosis del niño feliz, al joven incómodo, al adulto productivo. Allí, en la escolaridad quedó sepultada nuestra verdadera identidad. Allí se marchitó nuestra felicidad. Allí aprendimos a sentirnos insatisfechos y a competir por un éxito importado, que ni siquiera nos motiva.
Por eso, propongo extender el juego a toda la escolaridad. Y cambiar el foco de la enseñanza. Que la educación consista en enseñarnos a conservar nuestro bienestar y hacernos conscientes de lo que nos hace felices. Transformar la escuela en un lugar de encuentro respetuoso, para jugar a ser felices y a convivir en armonía… y sobre todo, a convertirnos en adultos realizados.

Se puede educar para el bienestar porque la felicidad se puede medir. En la University College London del Reino Unido, se desarrolló una fórmula que permite definir el nivel de felicidad que tiene una persona. Y, cosa nada extraña, depende del pasado (historia), del presente (satisfacción) y del futuro esperado (expectativas). ¡Demuestra que es mejor ver el vaso medio lleno! 

He diseñado un curso gratis para personas que quieran ser felices. Lamentablemente no lo puedo dictar. No tendré alumnos. Están todos ocupados intentando ser exitosos.

¡Si la felicidad está más cerca de lo que pensamos, es porque no pensamos en ella!

lunes, 5 de octubre de 2015

Fuerza vital

En cada uno de nosotros hay una fuerza vital que nos moviliza. Se trata de una energía interior que literalmente crea el mundo en que vivimos. Es una fuerza creativa primordial, que transforma nuestros pensamientos en acciones y nuestras ideas en proyectos. Es el mandato del Universo.
En Oriente hablan de "prana", que literalmente significa "aire inspirado", pero se refiere a la respiración propia de la vida. Es una energía contagiosa y poderosa.

Cuando esa fuerza disminuye, comenzamos a morir. Cuando la alimentamos, florecemos. Por eso siempre debemos intentar ser creativos y abrir caminos no transitados. Debemos ser exploradores en nuestra vida. Todo sucede por alguna razón. Nuestra tarea es descifrar el lenguaje del Cosmos para desarrollar nuestra originalidad. Somos una propuesta original que tiene sentido. Y vivir una vida con sentido es condición fundamental para el bienestar y la felicidad.
Una vez que encontramos ese sentido, la vida se vuelve creativa y apasionante. Nuestros actos tienen intención y convicción para superar los desafíos que encontramos en el camino porque la creatividad no puede ser derrotada. Tal vez pueda ser detenida por un tiempo, pero la concentración sostenida de esa fuerza vital aplicada reiteradamente, siempre vence. 
A menos que aceptemos la derrota sin haber luchado con total compromiso e fe inquebrantable. Esa fe que solo encontramos en nuestro interior. A menos claro, que nos demos por vencidos. La perseverancia en la creatividad es invencible.

Construyamos nuestra vida en la creatividad. Empujémosla hacia territorios desconocidos, reconociendo que somos parte de una especie social que vive en un planeta frágil. No debemos crear desde el egoísmo, sino desde el bien común. Ni debemos crear desde la irresponsabilidad, sino desde la toma de conciencia.
Por eso la labor docente es tan importante. Es altruista e idealista. Si un profesor tiene esa fuerza vital para hacer clases, contagiará de energía a sus estudiantes, quienes serán sus instrumentos para cambiar el mundo. Ese "prana" se transformará en semilla y sus alumnos serán buena tierra.
Lamentablemente hay muchos profesores cuya fuerza vital se ha extinguido. Continúan haciendo clases, pero sin esperanzas. Han perdido la batalla. Han entregado su energía sin reponerla y viven frustrados en su vocación de servicio y lo que es peor, sin querer dañan a sus alumnos. Los comprendo, porque la lucha contra el sistema educacional parece imposible. Pero no los justifico, porque se han derrotado a si mismos. Quisiera contagiarlos de ilusión e inyectarles esa fuerza vital que los hizo escoger la noble profesión docente, pero me temo que no tenga suficiente energía. 

Aunque reconozco que hay otros que mantienen ese entusiasmo y en sus clases transforman a sus alumnos en nuevas personas. Son sembradores de sueños. Son arquitectos de la felicidad. Sus semillas crearán un mundo mejor. A ellos, mis respetos y mi reconocimiento. ¡Que la fuerza los siga acompañando!

"Sembrador, no hay fruto, se hace fruto al enseñar"