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jueves, 3 de octubre de 2013

Las pruebas SIMCE causan anorexia...


Soy partidario de un currículo amplio, diverso y lleno de oportunidades para descubrir talentos. Aprender a conocerse y descubrir que cada uno de nosotros somos una propuesta muy original, advertir que somos auténticamente únicos, es una extraordinaria revelación.
Comprender cuales son nuestros talentos y donde están nuestras debilidades, es un desafío de gran relevancia en nuestra infancia. Nos permite por una parte, encontrarnos con nuestra verdadera identidad y por otro lado, identificar las áreas donde tenemos ventajas comparativas.
Desde esta perspectiva, una gran cantidad de ramos extracurriculares, deportivos, artísticos, culturales y religiosos; los recreos, los juegos y las convivencias; los paseos y viajes, entre otras actividades, enriquecen la experiencia escolar.
Las pruebas estandarizadas, tipo Simce, apuntan en otra dirección. La presión de los resultados adelgaza el currículo, concentrándolo prioritariamente sólo en los ramos que se miden. Una amenazante anorexia para nuestra educación.
La creatividad, propia del arte y de la libre curiosidad, queda cada vez más relegada. La reflexión profunda y el pensamiento crítico, toman demasiado tiempo. Son lujos que no tendrán nuestros hijos y nietos en las aulas.
El entrenamiento para lograr resultados, se comienza a transformar en cuestión de supervivencia en muchas escuelas. Las más vulnerables, corren el peligro de ser etiquetadas y condenadas por una sociedad que mide para catalogar más que para dar oportunidades.
Nuestras escuelas arriesgan convertirse en campos de concentración. Concentración de disciplinas, trabajos forzados y raquitismo mental. ¡Al final lo único que importará del estudiante es un número!
Puede que nuestras autoridades sean bien intencionadas, pero yo prefiero una escuela que enseñe a pensar, a convivir y a resolver problemas reales, sin alternativas pre-establecidas.

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