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viernes, 28 de octubre de 2011

Inauguración 1er Simposio Latinoamericano de Educación Artística


Nuestra sociedad, está enferma.
Imagínenla como una mujer de poco más de 40 años, acostada en su cama, sintiéndose pésimo y sin querer levantarse. No quiere mirarse al espejo y ver las huellas de los excesos de ayer...Sus signos vitales son irregulares y los dolores se sienten en todas partes. Su espíritu está deprimido.
Les pinto esta escena, porque siempre he pensado que una imagen vale 1000 palabras....
Y cuando hablo, pinto escenas....
Cuando pienso, dibujo
Cuando expreso sentimientos, nada mejor que plasmarlos en una tela.
Siempre quise ser artista. Cuando llegué a 4to medio, mis padres y el destino me ayudaron a elegir mi carrera: terminé estudiando ingeniería civil.
Y por algún tiempo, me olvidé del arte y me dediqué a desarrollar proyectos inmobiliarios. Mi vida transcurrió “normalmente” por muchos años. Pero la vida está llena de sorpresas y en una de esas encrucijadas que se nos presentan en nuestro camino, decidí hacer un diplomado en artes visuales en la UC. Fue hace como 10 años, pero recuerdo claramente mi primer día de clases:
El ramo: Pintura
El profe: Roberto Farriol
La tarea: 5 autorretratos... ¡para pasado mañana!
Durante 2 días no dormí y sin embargo conseguí pintar en mi estilo, hiperrealista 5 telas y llegué a clases, cansado pero contento. Suponiendo que sería bien calificado, esperaba ansioso el veredicto del profesor. Solicitó mis trabajos y los expuso delante de todos…para comentar que eso era “exactamente lo que NO había que hacer”. Continuó, diciendo que “este caballero debía ir a “Fotografía” y que en los autorretratos se reflejaba la personalidad del artista: yo era perfeccionista, detallista, ¡trabajólico y egocéntrico!
Siguió hacia un compañero que tenía las telas con 3 o 4 trazos, en brocha gorda y quedó maravillado… encontró un verdadero artista.
Comprendí que ser artista era atreverse a recorrer el camino menos transitado, era ser rebelde, romper los moldes, cuestionar los paradigmas vigentes y proponer nuevas ideas. Ser artista implica usar esa sensibilidad exacerbada para explorar territorios no explorados. Ser artista es cambiar de anteojos y mirar las cosas sin miedo.
Y volviendo a esa imagen de nuestra sociedad enferma que propuse antes, permítanme una analogía: Si la sociedad es el cuerpo de aquella mujer, entonces los artistas son sus emociones. Son sus sueños e ilusiones, deseos y temores. Y, si continuamos con la analogía,  la educación es la mente de aquella mujer, donde se han tejido los hábitos y forjado los valores y creencias.
Pienso que el arte debe ayudarnos a replantear nuestra forma de relacionarnos, a buscar nuevos caminos, a rebelarnos contra un sistema que no conduce al bienestar.
Pienso entonces, que la educación debe transformar a los profesores en verdaderos artistas, sensibles a las diferencias de sus alumnos, rebeldes para generar pensamiento crítico y auténticos, para esculpir espíritus nobles.
Recuperar a nuestra sociedad requiere de una alianza entre el arte y la educación. Entre las emociones y la mente de aquel cuerpo enfermo.
Aprovecho entonces de darles la bienvenida a esta reunión de artistas y profesores, que pretende ser un primer paso hacia el tratamiento de recuperación. Quisiera que disfruten el evento. Que los artistas nos contagien su valentía y nos inspiren a cambiar. Y que los profesores acepten el desafío de convertirse en escultores del futuro de nuestra sociedad.
Ojalá que aprendan, que disfruten, que reflexionen y sobretodo...que cambien.
¡Salvemos a la sociedad!

lunes, 10 de octubre de 2011

Las Transformaciones de la Educación


Aquellos que vivimos en los inicios del siglo XXI, seremos testigos privilegiados de una metamorfosis impresionante en nuestro sistema educativo. Se trata de una transformación sistémica que cambiará nuestra forma de entender la educación. Una aventura equivalente al descubrimiento de nuevos mundos y que probablemente en el futuro se conocerá como la “Revolución Educacional”
Esta gran aventura del ser humano, tendrá 3 expediciones. Cada una de ellas, será un desafío de grandes proporciones. Viajaremos hacia nuestro destino usando la ciencia y tecnología. Herramientas poderosas que pueden ayudarnos a combatir los males que afectan a nuestra sociedad. El futuro de la humanidad dependerá de la evolución colectiva que logremos en este proceso de transformación.
La 1ra transformación de la educación será desde la enseñanza al aprendizaje:
Este viaje ya comenzó. En algunas instituciones pioneras, lo que importa no es lo que se enseña, sino lo que se aprende. El profesor y los contenidos dejan de estar al centro del proceso educativo. El estudiante y sus intereses, toman un rol protagónico.
Por una parte, se trata de diseñar una educación personalizada, orientada a descubrir los talentos de cada estudiante. El rol del profesor es inculcar el deseo de aprender aquello que desarrolla el talento individual de cada estudiante, con la mirada puesta en el bienestar general de la sociedad. Pensamos que el rendimiento óptimo (*) de una persona se logra cuando se desempeña en un área que le apasiona, desarrollando tareas para las cuales tiene competencias. Necesitamos comprender que cada persona es verdaderamente única y que por lo mismo, tiene características diferenciadoras que la hacen sobresalir en una tarea que nadie más puede hacer mejor que ella. En este sentido, en nuestras mentes hemos construido una intrincada red de conexiones neuronales que nos distingue y nos diferencia. Somos diferentes y eso constituye una ventaja para nuestra aventura colectiva.
Por otra parte, se trata de reconocer que el aprendizaje es un proceso emocional, como indica la neurociencia y que debemos adecuar las estrategias pedagógicas y didácticas para lograr construir una cultura de aprendizaje autónomo. Una cultura que promueva el placer de aprender. Donde la tarea del educador es responsabilizar al estudiante por su propia educación y fomentar su curiosidad intelectual apelando a sus emociones. Naturalmente, habrá que promover la colaboración para lograr aprendizaje entre pares y también entregar herramientas que permitan a los estudiantes gestionar en forma eficiente la enorme cantidad de información disponible y así, combatir la obsolescencia del conocimiento, manteniéndose a la vanguardia en su disciplina. Pero fundamentalmente, el profesor debe tener inteligencia emocional y prepararse para producir ambientes de aprendizaje que garanticen una formación valórica sólida, que contribuya a una convivencia pacífica y a generar comunidades diversas, sanas y sustentables.
La 2da transformación, la más desafiante, será desde la estandarización a la diferenciación.
En un mundo donde la única certeza es el cambio, los organismos que se adaptan mejor, sobreviven. Un concepto que las ciencias económicas importaron desde la biología y que aplicaron a las organizaciones empresariales, nos hace analizar en forma bastante crítica al sistema educativo: Un sistema industrializado, rígido y sistematizado que pretende reproducir conocimientos que ya han quedado obsoletos. Es en este cambio, donde se juega verdaderamente el destino de nuestra sociedad. Necesitamos diseñar un sistema educativo flexible, adaptable y esencialmente dinámico.
Proponemos entonces, diseñar currículos amplios, diversos e interconectados- con el fin de proporcionar alternativas para el desarrollo de aptitudes e intereses - en la línea de la personalización. Y con urgencia, expandir los límites del aula. Tal vez la limitación más dañina del proceso educativo, es que el trabajo del profesor y por extensión, el proceso de aprendizaje se entiende circunscrito al aula. Estudiantes responsables y curiosos necesitarán disponer libremente de ambientes de aprendizaje para alimentar su pasión por aprender. Será necesario incorporar una mirada interdisciplinaria en el trabajo estudiantil, evaluando criterios y comprensión de conceptos más que resultados. Más aun, la creatividad e innovación deben ser reconocidas y estimuladas. La originalidad debe premiarse en lugar de castigarse. En suma, necesitamos un sistema flexible, sin burocracias ni etiquetas permanentes (profesores que puedan dictar varias disciplinas o varios profesores para un ramo) y por supuesto, que permita movilidad en función de intereses y capacidades. La edad no es un criterio lógico para agrupar a estudiantes, al menos desde la óptica del aprendizaje. Nuestra comprensión de la educación debe tener una perspectiva holística en total contraposición a la fragmentación y desconexión actual.
Ahora sabemos que la neurogénesis – la creación de nuevas neuronas – es un proceso que continúa en la vida adulta y que corrige el error de suponer que nuestra plasticidad mental solo se mantenía hasta la adolescencia. ¡Nunca es tarde para aprender! No importa cuanto tiempo llevamos haciendo las cosas mal, lo que importa es corregirlas. Los síntomas que presenta nuestra sociedad enferma se deben a una educación fosilizada, con aversión al cambio.
La 3ra transformación, la más reconfortante, será desde la producción al servicio.
La concepción utilitaria de la educación, proveniente de su origen industrial, debe reemplazarse por una orientación de servicio hacia la comunidad. No nos educamos solo para satisfacer nuestros intereses egoístas, sino que también nos educamos para construir una sociedad justa y sustentable. Nos educamos para aportar al proyecto humano. Nos educamos para servir a nuestros semejantes en un trabajo colectivo de búsqueda de bienestar general.
Por esta razón, en el proceso formativo debemos aprender a desarrollar responsabilidad social, partiendo de una sólida formación en valores universales. Igualmente, temas como sensibilidad ambiental, respeto por la naturaleza y sostenibilidad no deben obviarse. La evidente fragilidad de nuestro ecosistema es materia urgente e importante para la supervivencia pacífica de nuestra especie.
La inclusión de todo ser humano al proceso de formación educativa, con miras a ser un aporte a la sociedad debe ser un derecho irrenunciable. En este sentido, pensamos que cada persona debe tener acceso a una educación que le brinde una oportunidad de desarrollar sus talentos. Pero aceptar estos derechos implica también aceptar la responsabilidad de orientar esos talentos al bien común. El estudiante que aprovecha estos derechos, debe estar consciente de que adquiere una deuda con la sociedad que lo ha formado. Y debe cancelarla con altruismo y empatía. La lucha por mejorar nuestro mundo es una batalla que requiere sumar a todos. Nadie puede viajar de polizón en esta expedición.
Afortunadamente, las neuronas espejo o neuronas de la empatía, descubiertas a fines del siglo pasado, demuestran que el altruismo es una dimensión presente en el ser humano y en animales. Explican comportamientos sociales y dan origen a la nueva hipótesis de que las nuevas generaciones tienen más desarrollada esta característica- empatía-que las generaciones anteriores. Cuando los jóvenes dejan de preocuparse de la supervivencia, pueden concentrarse en el bienestar común. Si fuese así, es posible que la humanidad esté evolucionando hacia una civilización empática.
Esta postura nos permite mirar hacia el futuro con cierto optimismo. Si el futuro de la humanidad se crea en el presente educacional, los vientos de cambio y las turbulencias que experimentamos hoy, pueden ser favorables. Pero hay más nubes negras en el horizonte. El riesgo que estamos corriendo, al menos en la actual contingencia, es que sean los políticos y los estudiantes los que negocien el destino de la educación. Peligrosa combinación de actores para un juego tan relevante. Los profesores no pueden eximirse de participar en esta transformación. Curiosamente parecen haber enmudecido. Probablemente porque intuyen el dolor de una metamorfosis que extinguirá la imagen tradicional del docente-experto. Pero confiemos en que aquella proverbial vocación de servicio que los caracteriza, superará al ego amenazado y que finalmente levantarán la voz y participarán en la transformación.
 La ciencia nos está permitiendo comprender como funciona la mente. Pero como se ha dicho antes, si podemos mirar desde una perspectiva más amplia, es porque estamos parados sobre hombros de gigantes. Los avances científicos de la neurociencia, sumados a los conocimientos ancestrales de la exploración hacia el interior del hombre, permitirán una comprensión más profunda de nuestro rasgo más distintivo, el pensamiento independiente. Oriente y occidente, sumarán fuerzas para entender al “cochero” con que Gurdjieff magistralmente describió a nuestra mente.
Armados con esta nueva comprensión, los profesores podrán reinventarse y transformar la educación. Desde allí, podremos flexibilizar las organizaciones educacionales dándoles la misión de priorizar el bienestar general. Solo entonces, será posible el sueño de Claudio Naranjo: “Cambiar la educación para cambiar el mundo”. Y es más que evidente que necesitamos cambiar el rumbo para dirigirnos hacia un futuro sustentable.
Para que las generaciones venideras tengan esperanza, necesitamos una nueva educación: Dedicada a formar estudiantes con pensamiento propio; capaz de adaptarse al cambio y orientada hacia el bienestar. En otras palabras, con la responsabilidad de inculcar autonomía, flexibilidad y empatía. Esa educación vacunará a la sociedad de los virus de la codicia, la injusticia y el consumismo.

Creemos, sinceramente, que se puede. ¿Y usted?
(*) Siguiendo lo señalado por Sir Ken Robinson en su libro “El Elemento”.