Página del autor en Amazon

domingo, 23 de junio de 2013

La cancha parte desnivelada

Los recientes resultados del SIMCE de lectura en 2do Básico, son concluyentes. Existen grandes diferencias entre la comprensión lectora de los niños cuyos padres los motivan a leer y aquellos cuyos padres no se involucran en el proceso educativo de sus hijos. Eso es un hecho incuestionable.
La compresión lectora de mucho de nuestros expertos y analistas, sin embargo, es peor. Algunos declaran que los padres son irresponsables, otros que los colegios deberán nivelar la cancha e incluso algunos proponen aumentar tempranamente las exigencias de lectura. 
La principal conclusión del SIMCE es que el ambiente familiar es relevante para el aprendizaje. En eso pareciera que estamos de acuerdo. El diagnóstico está claro. Es en el tratamiento, donde diferimos.
En primer lugar, los colegios no pueden ni deben hacerse responsables de nivelar la cancha. Adjudicarle a los colegios esta responsabilidad es injusto e inoficioso. No pueden hacerlo. Al menos sin cambiar el modelo industrializado, que trata a todos por igual. Los niños que vienen de hogares con menor capital cultural, enfrentarán una competencia feroz, que inevitablemente perderán porque parten desde muy atrás. La brecha continuará aumentando. Esperar hasta este momento, el ingreso al colegio,  es un grave error estratégico. A estas alturas del desarrollo cognitivo, ya suele ser tarde para corregir el rumbo. Sobretodo si hay alternativas de intervención más temprana. No es justo ni con esos niños, ni con el sistema educacional.
Echarle la culpa a los padres es otra forma de evadir el problema. ¿Quien les enseña a ser padres, en primer lugar?¿Quien sabe cuales son las dificultades de muchas madres solteras que deben criar a un hijo y trabajar al mismo tiempo?¿Quien puede, responsablemente, apuntar a los padres con menores recursos, porque no enseñan a leer? Tampoco me parece justo con esos padres. 
Lo que se ha perdido de vista, es justamente aquello que hemos venido discutiendo en estas páginas. La educación es un proceso evolutivo y debe comenzar, preparando a los padres desde la concepción. El régimen de pre y postnatal que tenemos ofrece una oportunidad de insospechadas consecuencias para emparejar la cancha. La educación debe entenderse como un proceso que comienza incluso antes de la concepción, preparando a los futuros padres, para asumir responsablemente su paternidad y mantenerse   hasta la muerte. La primera gran tarea que tiene nuestra sociedad es preparar a los padres de las nuevas generaciones. Los 9 meses de pre y postnatal, se pueden aprovechar mejor, mucho mejor. Allí  debe comenzar la nivelación.
La segunda gran tarea de nuestra sociedad, es acompañar a estos padres, hasta que sus hijos ingresan al jardín, depositando valores y cultura en el seno familiar, para conseguir que esos infantes lleguen al colegio en igualdad de condiciones. Tenemos que intervenir en las familias, para que el impacto sea permanente.
La tercera propuesta es que en la etapa pre-escolar debe ofrecerse un programa de nivelación de carácter familiar, para las familias de escasos recursos. Solo entonces podrán competir con probabilidad de éxito. 
Lamentablemente, seguimos viendo solo aquello que queremos ver. Nuestras autoridades educacionales parecen estar ciegas al verdadero origen del problema. La educación comienza tarde. Muy tarde. Cuando la cancha ya está demasiado desnivelada. 
Invito a nuestros políticos a reflexionar sobre estas materias. En especial a los candidatos, que derrochan recursos y promesas que solo mantendrán el desnivel. Alimentar la ilusión de una educación de calidad, haciendo más de lo mismo, es mentirle a los votantes. Invito a nuestras universidades y en especial a las facultades de educación, a desarrollar cursos para padres y programas de nivelación preescolar. Invito a los asistentes sociales a prepararse para un "acompañamiento académico", con miras a incrementar el capital cultural de muchas familias que necesitan un poco de solidaridad para que sus hijos se incorporen a la sociedad con mejores oportunidades. 
Invito a todos a emparejar la cancha mucho, mucho antes...

viernes, 14 de junio de 2013

Enseñar para el futuro

Alguna vez Dewey dijo que "la educación es el proceso de vivir" y esto sin dudas refleja que tenía una perspectiva evolutiva para analizarla. Cambiar nuestra perspectiva, cambia todo. Cambiar nuestra mirada hacia la educación para verla desde la evolución, cambia nuestra historia. Y eso es muy bueno. La historia debe reescribirse permanentemente. Cuando comprendemos que la educación es una consecuencia de nuestra propia evolución, inmediatamente se hace evidente su origen natural. Y en la naturaleza todo está cambiando, nada es estático. Todo aquello que fluye, que es flexible, se puede adaptar al cambio. Lo rígido en cambio, está condenado.
Esto explica los problemas que presenta el modelo industrial que hemos implementado para educar a nuestra juventud. No tiene flexibilidad ni fluidez. Comienza tarde y termina temprano. No puede adaptarse a los profundos cambios que está viviendo nuestra sociedad. Buscando eficiencia, hemos fosilizado el sistema. 
Pero peor que eso, hemos diseñado un sistema que entrega conocimientos esencialmente añejos. Debemos enseñar para el futuro, en lugar de enseñar para el pasado. La sola idea de entregarle a estudiante conocimientos con el objetivo de "prepararlo" para el futuro, es una falacia. No se puede preparar para un futuro incierto. El currículo basado en contenidos representa el conocimiento del pasado. Es enseñar a usar y entregar herramientas obsoletas a nuestros estudiantes. Enseñamos a nuestros jóvenes el conocimiento que se requería para vivir nuestras vidas, no la de ellos. Estamos al menos una generación atrasados. 
Permítanme sugerir algunas ideas transgresoras:
Debemos suprimir los libros. Proponen un conocimiento estático. Son poco flexibles. Es preferible trabajar con documentos de trabajo, papers en discusión.
Debemos suprimir las pruebas de alternativas. Proponen las respuestas. Las nuestras por supuesto. Necesitamos que los estudiantes aprendan a hacerse preguntas.
Debemos suprimir las pruebas estandarizadas. No consideran el contexto y tratan a todos por igual. La evaluación no debe medir contenidos asimilado sino como el estudiante reflexiona acerca del contenido.
Debemos conectar la educación con la vida real. Una educación más práctica. Se trata de fomentar el aprender haciendo. Sacar a los estudiantes del aula y del colegio y ponerlos en contextos reales.
Debemos conectar el currículo. Hacer ramos colegiados, traer invitados e inculcar siempre la visión de conjunto del proceso. Todos deben comprender las relaciones entre las disciplinas y esto si se puede evaluar.
Debemos aprender conversando y explorando. Aprovechar la curiosidad natural del niño, la inocencia del joven, la rebeldía del adolescente, la ambición de algunos y el altruismo de otros y muy especialmente la sabiduría del adulto mayor. Debemos aprovechar también la intuición, vocación y solidaridad de nuestra parte femenina; sin omitir la lógica, la competencia y la energía de nuestra parte masculina.
Debemos aprender a vivir en el presente, entendiéndolo como una continua transformación, que nos permitirá enfrentar los desafíos que nos propondrá el futuro, pensando desde diferentes miradas, con creatividad y diversidad.
El proceso educativo mirado desde el punto de vista evolutivo, debe iniciarse incluso antes de la concepción, enseñando a los futuros padres a ser padres. Y debe continuar mientras exista vida. Porque es, como decía Dewey, el proceso de vivir. Es el  ciclo de aprendizaje durante nuestra vida.
Cuando señalamos que hay que enseñar para el futuro, no pretendemos conocerlo. Por el contrario. Sabemos que es incierto. Pero de eso se trata, de preparar para la incertidumbre, no acumulando información, sino generando capacidad de procesamiento de información.
Enseñar para el futuro, implica ayudar a descubrir formas de participación, individual y colectiva para contribuir a la continua transformación de nuestro sistema, social y ecológico. Debemos confiar en la capacidad del ser humano para responder creativamente al cambio. Debemos enseñarle a explorar caminos no recorridos y aprender durante el recorrido. Nuestros viejos mapas no sirven. Son otros tiempos.  Los nuevos mapas son efímeros y virtuales. Debemos enseñarle al ser humano a usar el conocimiento que tiene para crear más conocimiento, para generar más preguntas, para alimentar su curiosidad, para concentrarse en nuevas y mejores posibilidades y para convertirse en co-creador del futuro. 
La sola presunción de enseñar, implica una idea de superioridad que debemos dejar de lado. Nuestra generación solo puede enseñarse a sí misma. Partamos por comprender que enseñar es algo que hacemos todos, conjuntamente, al convivir con otros y al vivir en el mundo. Enseñamos a los demás y aprendemos de ellos. Enseñar y aprender es tarea colectiva de todos los miembros de nuestra especie. Profesor y alumno se transforman aprenden y evolucionan.
Enseñar para el futuro, significa desarrollar una cultura educativa que produzca nuevas culturas, mejor adaptadas y más flexibles. Es un proceso colectivo, donde todos nos educamos, al mismo tiempo. Es un proceso orgánico, donde todo está íntimamente conectado, donde no existen límites temporales ni físicos para el aprendizaje. Así enseña la vida, nuestra historia y nuestras experiencias. Aprendemos viviendo,  cuando y dondequiera que estemos. Aprendemos reflexionando sobre nuestro caminar, mientras caminamos.



lunes, 10 de junio de 2013

La educación evolutiva

La Tierra engendró la vida hace unos 4 mil millones de años. Y desde entonces, la vida ha debido adaptarse al cambio, a las condiciones y a la dinámica del planeta. En este proceso evolutivo, la vida ha  ensayado infinidad de alternativas con la esperanza de mejorar sus posibilidades de adaptación ante los inevitables cambios medioambientales. La fotosíntesis es una demostración de la extraordinaria creatividad de la vida. La sexualidad es otro invento asombroso de la vida, que podríamos interpretar como un profundo deseo de enriquecer la experiencia vital hacia nuevos horizontes. 
Pero tal vez la propuesta más prodigiosa de la vida, fue aquella que distingue al experimento humano, que comenzó solo recientemente, hace unos 3 millones de años. No por nuestra condición homínida, compartida con los primates, sino por la neotenia, que retrasa el desarrollo del ser humano condenándolo a nacer prematuramente, desvalido e inmaduro. Esta ingeniosa propuesta evolutiva es contra-intuitiva. La fragilidad humana finalmente se transforma en su gran fortaleza. A todas luces una apuesta arriesgada. Pero esta exclusiva característica obligó a nuestra especie a desarrollar mecanismos de cuidado y protección para nuestros jóvenes. Y no solo eso, sino también a transmitir los aprendizajes desde una generación a otra. Los adultos debieron cuidar, proteger y educar a los jóvenes. De modo que la educación es una consecuencia evolutiva de nuestra inmadurez física y emocional.
Adicionalmente, partiendo de la supuesta desventaja de postergar la adultez, también se consigue mantener la inocencia y la curiosidad de los jóvenes durante muchos años. Y entonces, al perdurar el contacto entre adultos y jóvenes, se consigue desarrollar el lenguaje, ya no solo como medio para comunicarse, sino especialmente para enseñar y transmitir información histórica y en definitiva, para mejorar el proceso educativo. El lenguaje, entonces, es la característica evolutiva que convierte al hombre primitivo en un ser social que comparte una aventura colectiva con sus semejantes y que nos permite aprovechar nuestra curiosidad expandida para resolver con éxito los problemas de supervivencia.
Tan exitoso ha sido el proyecto humano que estamos influyendo decisivamente en la evolución de la vida en la Tierra. Y no lo estamos haciendo particularmente bien. Enfrentamos actualmente un período de extinción de insospechadas consecuencias que cambiará el equilibrio natural de nuestro hábitat. Paradojalmente, nuestra fortaleza, ha debilitado la  diversidad de la vida en la madre Tierra. Y eso, también debilita la sustentabilidad de la propia humanidad, a menos que como especie, aprendamos a vivir en armonía con la naturaleza. El mundo es redondo. A la larga nuestra fortaleza se ha convertido en una debilidad.
Tendremos que educarnos para vivir armoniosamente en una comunidad planetaria, luchando por mantener una diversidad ecológica saludable que nos permita no solo respetar sino fomentar la vida. En todas sus manifestaciones. Por eso nuestra educación debe contribuir a crear una consciencia sistémica. Tenemos que compatibilizar nuestra forma de vida con la vida en la Tierra. Nuestro pensamiento y comportamiento deben reflejar una cultura que honre la vida y nos permita aprovechar plenamente la nuestra.
La verdadera educación, debe ayudarnos a vivir plenamente; a sentirnos parte del Universo; a descubrir nuestro rol, como especie y como individuos; a comprender que somos parte de una comunidad planetaria frágil, frondosa y exuberante; y a ser responsables de nuestro destino y de mejorar las posibilidades para las generaciones venideras. La educación evolutiva debe expandir nuestra consciencia y permitirnos admirar el milagro de la vida en todo su esplendor.
Ante este panorama, ¿quien puede rehusarse a contribuir con esta nueva educación?

domingo, 9 de junio de 2013

El cambio de era

Parece evidente que los profundos cambios que está experimentando la sociedad, son síntomas inequívocos de un cambio de paradigma fundamental. Estamos iniciando una nueva era. Algunos la llaman la era de la información. Yo prefiero llamarla la era de la conciencia, pero reconozco la conexión entre ambos términos. La conciencia no es sino el procesamiento de la información. Es la forma en que el ser humano vive internamente, la experiencia de percibir información. Cualquiera sea el nombre de la época que comenzamos a vivir, estamos en un período de transición caracterizado por grandes metamorfosis, que provocarán choques violentos entre la cultura reinante y la cultura desafiante. Pero el resultado está determinado. La evolución apunta en dirección a la complejidad. La antigua cultura que nos ha servido por tanto tiempo, no ha sido capaz de resolver con éxito los problemas que el aumento, paulatino pero inexorable, de la complejidad nos ha presentado. Más temprano que tarde, la nueva cultura, finalmente trascenderá. La sociedad está cambiando aceleradamente. Cambiará la cultura y con ella cambiará la sociedad: las leyes, las estructuras de poder, la política, la participación y las organizaciones; todo el sistema social. Cambiarán también el modo de pensar y el comportamiento del ser humano. Pensamiento, Comportamiento, Cultura y Organización, están intrínsecamente conectados. Si cambia uno, cambian todos. Por eso hablamos de una nueva era. Veremos las cosas de otra forma. Tan diferente que nuestros nietos sencillamente no comprenderán nuestras costumbres. Peor aún, algunas que serán consideradas "barbaridades". Como nosotros ahora consideramos barbaridades el uso de bombas nucleares, el apartheid o la esclavitud. No olvidemos que aun existen comunidades donde no se acepta la igualdad de razas o de género. 

En esta escenario de profundos cambios, la institución que sufrirá más es la educación. Diseñada para conservar la cultura, estará irremediablemente tensionada por la inevitabilidad de la metamorfosis y su genética tradicional. Pero habida cuenta de su rol de bisagra en este cambio de era, finalmente saldrá no solo fortalecida, sino dignificada. Los profesores del siglo 21 serán los héroes de la nueva época. 

Ya hemos hablado de los paradigmas dominantes de la educación. Desde el actualmente predominante paradigma tradicional, la educación transitará hacia el moderno, luego hacia el postmoderno, para reposicionarse en el paradigma integral. En esta nueva era, la educación tendrá la responsabilidad de enseñarnos a respetar la vida y desarrollar una cultura planetaria; a aceptar la incertidumbre, a comprender la complejidad y a presentir el cambio; a aprender a vivir en armonía con nosotros mismos y con la naturaleza. Y por sobretodo, a reconocer que el desarrollo humano es un proceso evolutivo. 

Educar será sinónimo de evolucionar. Pero la evolución de la nueva era no es algo que ocurra al azar o  que se genera naturalmente en el tiempo. Es algo que podemos escoger y que debemos ganarnos, mediante un trabajo y una preparación consciente. Entender que la educación es un proceso evolutivo, nos obligará a replantearnos la historia humana, a comprender los mecanismos de la evolución y a utilizarlos para conducir al joven hacia una adultez plena, equilibrada y consciente. ¡Nos obligará no solo a respetar y sino especialmente a comprender la vida! Y comprender la vida, maravillarnos ante  su robustez, sorprendernos ante su creatividad, asombrarnos ante su mensaje, nos convertirá  individualmente en mejores personas y colectivamente en seres responsables del futuro del planeta Tierra. 







sábado, 1 de junio de 2013

La estatua de la armonía

Recorriendo Praga, y meditando después de ver la muralla de John Lennon, llena de mensajes de estudiantes, con frases de las canciones de Lennon invitándonos a vivir en paz..., encontré una estatua en la orilla del río Moldava que me conmovió. Un monje miraba hacia el otro lado, el centro de la ciudad, con una calma y paz evidentes. Una inscripción a los pies del monje decía: "Si puedes crear Armonía en tu propia vida, esta Armonía contagiará al mundo entero". Un pensamiento de Sri Chinmoy, inmortalizado a los pies de la estatua de la armonía. Recordé entonces otro gran pensamiento de Rabindranath Tagore:

"La mejor educación es la que no se limita a darnos la información, sino aquella que ayuda a que nuestra vida esté en armonía con toda la existencia".

Esta, me pareció, es la tarea fundamental de los profesores del siglo 21, enseñarnos a expandir nuestra conciencia para que aprendamos a convivir entre nosotros y con la naturaleza en plena armonía. Porque la educación es la única herramienta que permite cambiar nuestra forma de pensar y de comportarnos a la escala que se necesita para transformar estos cambios en una nueva cultura.
Me ilusiona pensar que pronto lograremos madurar, tanto individual como colectivamente y transitar pacíficamente hacia una existencia más armónica.