Página del autor en Amazon

jueves, 21 de noviembre de 2019

La obsolescencia del paradigma científico



Las manifestaciones espontáneas que se están generando en el mundo entero, en mi opinión, no son actos conspirativos provocados por "agentes del mal". Considero que esa interpretación de los hechos es comprensible, pero resulta parcial e incompleta. En cambio, las protestas me parecen expresiones de profunda incomodidad y franca rebeldía frente al paradigma "científico", predominante en la modernidad. Estamos viviendo una crisis existencial y por tanto, son ataques a una cosmovisión poderosa pero inconsistente, fragmentada y obsoleta, que si bien ha generado un progreso económico indiscutible, también ha producido costos crecientes que no la hacen sustentable en el mediano plazo. En esta nueva era hiperconectada, en este mundo impulsado por la inteligencia artificial, los problemas que enfrentamos (que son muchos y en diversas áreas) no se pueden resolver con un pensamiento fragmentado o lineal. ¡La humanidad necesita una nueva forma de pensar! 

Las manifestaciones son el grito destemplado detrás de la violencia desatada por los encapuchados que no tienen nada que perder en una sociedad que ya los condenó; esa es la queja desgarradora detrás del castigo a las cacerolas vacías; ese es el ritmo al que marchan los desilusionados por la politiquería; ese el el foco de los incendios, los saqueos y también el origen del caos social. Es la única forma de castigar a todos políticos por su  irresponsabilidad. No justifico los actos vandálicos. En ningún caso. La violencia no resuelve problemas. Pero si escuchamos correctamente el clamor popular, con verdaderas ganas de entender qué demonios está pasando, debemos concluir que necesitamos cambiar nuestras premisas. Nuestras creencias más básicas están añejas, obsoletas. Si escuchamos bien, estas protestas son un llamado a cambiar de paradigma.  Un protesta ante la ceguera de las autoridades. Todas ellas. Porque todos estamos bastante ciegos.
Por cierto, no es la primera vez que hemos vivido épocas de ceguera colectiva...
Esto ha ocurrido con anterioridad.

Las protestas que hoy están desafiando al poder político son similares a las que provocaron el colapso del paradigma religioso (mítico) y que impusieron el paradigma científico (moderno) que hoy se cuestiona. Demasiado parecidas para mi gusto, lo que demuestra que hemos tropezado con la misma piedra varias veces. Veamos...

Hace más de 500 años, Martín Lutero, desafió al poder religioso de la iglesia católica (que perdonaba pecados a cambio de donaciones) e inició la revolución protestante pidiendo gratuidad para la salvación. Los protestantes no necesitaban a la iglesia como mediadora ante Dios. Su conciencia individual era la única autoridad moral válida. Se guiaban por la biblia y consiguían la salvación mediante una ética de trabajo impecable. De ahí nacieron  el individualismo, los empresarios y el capitalismo. Desde entonces, la religión comienza a perder poder y se plantan las semillas del individualismo y la revolución industrial. 

Paralelamente, Nicolás Copérnico sugirió que todo era una ilusión, dudó de nuestros sentidos, y también desafió a la teología y al sentido común. Probó matemáticamente que el Sol no giraba alrededor de la Tierra, sino que la Tierra giraba alrededor del Sol. El ser humano dejó de confiar en sus sentidos y dejó de ser el motivo de la Creación y el centro del Universo...

Luego, Galileo Galilei sentó las bases del método científico experimental buscando lograr total objetividad y fue pionero de la revolución científica del Renacimiento. Postuló que la materia es inerte y que el Universo está muerto. No tiene alma ni sentido. Y así, nos convirtió, sin querer, en individuos aislados, viviendo en un mundo totalmente indiferente.  

En aquella misma época, René Descartes un escéptico que desafió el pensamiento y  la autoridad predominante en la búsqueda de certezas absolutas (considerado el padre de la filosofía moderna), separa el mundo en 2 naturalezas diferentes: el mundo de la materia o del cuerpo que podía comprenderse con certezas a través de la razón y la ciencia; y el mundo del alma que debía analizarse a través de la fe y la religión. Desde entonces ciencia y espiritualidad siguieron caminos separados. Uno fortaleciéndose y otro debilitándose.

En estos 4 gigantes intelectuales de la Humanidad descansa el paradigma científico y  en su enorme influencia se explica la actual cultura occidental: individualista, materialista, escéptica y fragmentada en que vivimos desde el siglo XVII. Pues ahora, recién después de cientos de años, es evidente que las generaciones más jóvenes, están rechazando de plano estas viejas premisas:

a) El individualismo exagerado es demasiado peligroso si no consideran las consecuencias sobre el prójimo ni sobre la naturaleza, ni la responsabilidad ética de nuestros actos. El hombre egoísta y codicioso termina acumulando posesiones, alienándose de su entorno y siendo la principal causa de su propia extinción. Por eso, muchos jóvenes nos están juzgando. Les heredaremos una sociedad y un planeta enfermos. Para ellos, es evidente que todo está conectado, que nuestra identidad es colectiva. No estamos aislados. Nuestros destinos están inexorablemente unidos. Porque somos seres sociales y vivimos en comunidad, nos une un hilo que está demasiado tenso. 

b) El materialismo exacerbado deja fuera un aspecto fundamental del ser humano. Tenemos una dimensión espiritual atrofiada que debemos recuperar si queremos encontrarle sentido a la vida. Saber quienes somos y hacia adonde vamos, es un imperativo ético que no podemos soslayar. En efecto, ahora somos responsables de la dirección evolutiva del planeta y tenemos que asumir esa responsabilidad. Pero lo más importante es que la solución a la crisis social que vivimos no está en lo exclusivamente material. Debemos recuperar y ampliar el sentido de familia y aspirar a una existencia basada en bienes no materiales. 

c) Es por eso, que la ciencia occidental debe incorporar lo inmaterial en su quehacer, para buscar una explicación a los fenómenos mentales y en especial, a la conciencia.  Tal vez es aquí, donde la cultura oriental, que lleva miles de años estudiando y desarrollando las ciencias de la mente, puede ayudarnos a encontrar la paz y el bienestar que tanto necesitamos. Me parece que por eso los jóvenes están interesados en la meditación, el yoga y los estados alterados de conciencia. La mente tiene facultades que en occidente, no estamos usando. En alguna parte de nuestro inconsciente colectivo, reconocemos la falta de una parte esencial de nuestra naturaleza humana: el desarrollo de una mente sana. 

d) La fragmentación, propia del método científico e inculcada en la educación desde la primera infancia, no nos ha permitido desarrollar visión sistémica, pensamiento complejo, ni análisis holístico de  los  problemas que enfrentamos y explica una multiplicidad de problemas de convivencia causados por visiones que pueden haber sido bien intencionadas, pero han resultados parciales y miopes. Tal vez por eso, la democracia representativa ha fracasado. El mundo hiperconectado del siglo XXI necesita humanos y en especial políticos con formación integral. 

Si hoy estamos viviendo en un mundo computacional (horizontal, tecnológico, instantáneo, transparente, complejo, exponencial, integrado, enredado y virtual), necesitamos actualizar aquellas premisas y repensar la forma de vida. Con gran urgencia. Necesitamos otro paradigma, donde el respeto, la empatía, la compasión y la responsabilidad adquieran la dimensión que realmente merecen para justificar la prolongación de la aventura humana. 

Porque no somos individuos aislados. Somos seres conectados por nuestras conciencias. 
Porque materia y mente tampoco son sustancias diferentes. Son distintas formas de energía que pueden interactuar recíprocamente. 
Porque la ciencia y la religión no operan en ámbitos desconectados. Deben fusionarse para proponer un camino ancho que pueda ser recorrido por cualquier persona. 
Y también porque la evolución de la conciencia humana es un proyecto que nos incluye a todos. Con nuestras diferencias y peculiaridades. 
Somos más que simples humanos, o simples organismos vivos. Somos uno con los demás y con la propia naturaleza. La dualidad copernicana es una ilusión. Somos una gran conciencia intentando conocerse a si misma. Tan solo eso.

Postdata: No deja de sorprenderme el paralelo entre la petición de gratuidad para la salvación que exigían los protestantes, con la petición de gratuidad para la legislación, que quieren los jóvenes hoy. Si hace 5 siglos resultaba inmoral que la iglesia perdonara pecados con donaciones, hoy resulta más inmoral aún que los políticos otorguen privilegios a sus propios financistas. O tengan fuero, o se fijen los sueldos...