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jueves, 26 de mayo de 2022

Los Secretos del Escarabajo 1.6

Previamente:

    –Te regalaré conocimientos secretos para que los lleves a tu mundo. Debes usarlos para modificar el comportamiento humano. Para orientarlos hacia la amistad y guiarlos hacia el amor. Para que enseñes a tu gente a entenderse con la naturaleza y los animales.



Episodio 6: Graduación y despedida ♣

“Serás un chamán para tu pueblo y les mostrarás las posibilidades del mundo del corazón, porque en ese órgano habita la vida.”

“Por alguna razón los humanos dejaron de usar sus sentimientos para guiar sus acciones. Se volvieron fríos. Deben volver a sentir los afectos.”

    Una fría mañana, Gaspar se despertó con el corazón apretado, angustiado, como presintiendo alguna desgracia. El destino ya había repartido las cartas de ese día y por alguna misteriosa razón, le sabían mal. Pronto supo porqué. Aun no terminaba de amanecer cuando llegaron tres muchachos corriendo a la choza chamánica. Venían desde el río y requerían con voces alarmantes a la sanadora. El más joven y esbelto, apenas acercándose a la pubertad, era escoltado por sus perturbados compañeros, un poco mayores que él. El
aprendiz de chamán conocía bien al chico, puesto que siempre rondaba por allí, haciendo alguna travesura. A pesar de haber sido él mismo víctima de sus bromas, le había tomado cierto afecto por su contagiosa alegría. El muchacho ahora estaba evidentemente compungido, rengueaba y mostraba una pequeña laceración en el tobillo hinchado que aunque no parecía muy seria, por todas las reacciones Gaspar dedujo que se trataba de un problema mayúsculo. El jovencito afectado había sido mordido por una rana o una víbora venenosa, según le pareció comprender. AkhaaSha tomó de inmediato el mando y con un cuchillo afilado abrió la herida provocando mucho sangramiento, hizo un torniquete bajo la rodilla y masajeó vigorosamente la pierna afectada. Luego aplicó un par de hierbas especiales sobre el área afectada y finalmente cantó y danzó con especial dedicación. Ante la evidente desesperación de su maestra, Gaspar colaboró elevando sus plegarias y uniéndose al cántico lastimoso de los compañeros de juegos del pequeño que permanecieron allí mismo, acompañando a su amigo. Como si fuesen responsables del infortunio. Entretanto, el tobillo del paciente se había inflamado y oscurecido. El veneno parecía demasiado poderoso para aquel joven afiebrado y debilitado, que de pronto comenzó a sufrir espasmos. A medida que pasaba el tiempo la hinchazón crecía y a pesar de los esfuerzos de la chamana, el enfermo empeoraba claramente. Deliraba. El semblante de los amigos no auguraba un buen desenlace. El de la curandera tampoco. Al poco rato, el muchacho perdió la conciencia y pareció sumirse en un sueño profundo. Se había entregado. Apenas había transcurrido poco más de una hora desde su accidente, cuando finalmente el alegre joven descansó para siempre en los brazos de AkhaaSha. Ese día la vio llorar por primera vez. El chiquillo travieso era uno de sus hijos. El menor, probablemente. En aquellas trágicas circunstancias, a Gaspar le pareció que existían designios ocultos, que escapaban a cualquier ritual sanador que allí se practicara. Cuando se termina tu guión, la muerte te encuentra. Estés donde estés. Esos mismos designios llevaron a AkhaaSha a aliviar su propio dolor sumergiéndose en el silencio y la inactividad.

    Gaspar decidió respetar su introspección aunque intentó sacarla de la depresión reemplazándola discretamente en los rituales que ella habitualmente dirigía. Ella continuó refugiada en la inmovilidad, impertérrita. Aquella noche, decidió ofrecerle una versión personal de una conocida canción que siempre lo conmovió, esta vez titulada: No llores por mí, Adivina. Cambió algo la letra no porque no la sabía de memoria sino para adaptarla a las circunstancias e interpretó la melodía como si fuese el joven difunto cantándosela a su doliente madre. Esto pareció surtir algún efecto en su abatida compañera de choza y por eso decidió repetir el mismo repertorio cada noche. Así transcurrieron cuatro largos días, hasta que una tempestuosa noche, ella reaccionó. Los truenos y relámpagos la despertaron. Sonrió y entonó la melodía junto a su tullido colaborador. Como si la canción y las gotas de lluvia que escurrían por su piel, hubiesen eliminado totalmente su dolor emocional, al día siguiente AkhaaSha volvió a su rutina de siempre. Ella se recuperó y la relación entre ambos, maestra y discípulo, se consolidó. 

    AkhaaSha retomó sus enseñanzas con renovada dedicación y conminó a Gaspar a cultivarse en la correcta elección de hierbas, hojas, setas y semillas. Quería convertirlo en verdadero chamán y delegó muchos tratamientos en su aprendiz, observando desde cierta distancia. Él, comprendió que muchas de las solicitudes de sanación que recibían venían del miedo o la superstición y que para esos casos no había nada mejor que provocar algo de magia y entregarles un talismán. O darles una mezcla de hierbas para que el espíritu atemorizado derrotara sus ansiedades. En la selva amazónica, unas semillas que explotaban en el fuego y un collar de garras de jaguar eran como la risa, un remedio infalible. 

    Siempre había sido un buen juez de carácter y justamente por eso se había convertido en un buen curador. Allí en su aula selvática entendió que muchas de las enfermedades son de origen mental. Los humanos enferman físicamente cuando algo se desequilibra en su metabolismo. Y eso ocurre generalmente por problemas emocionales. Las enfermedades se originan en el centro emocional del cuerpo, en el corazón, especulaba. Sospechaba que la salud y el bienestar emanaban de una mente amorosa y que había mucho de psicología en la sanación amazónica. 

    En poco menos de un año, Gaspar Lamarc había completado su entrenamiento como chamán. Ya era un mago. A esas alturas él mismo reconocía que podía conectarse con el mundo invisible de su protectora. AkhaaSha dirigió una ceremonia donde las ancianas deliberaron, los adultos sentados observaron y las niñas cuidadoras lo lavaron y le entregaron un collar de plumas y un tocado de jaguar. Se convirtió oficialmente en chamán. Y aunque él no lo sabía, eso implicaba que debía irse al día siguiente. La tribu era demasiado pequeña para dos chamanes. Ahora que estaba preparado para cumplir con su misión, debía irse. No era su graduación ¡Era su despedida!

    Esa noche le costó quedarse dormido. Se movía de lado a lado, nervioso, inquieto por el futuro incierto. Cuando su mente ya se apagaba, pasó algo extraño. AkhaaSha se soltó el cabello y se le acercó, se acostó a su lado, se abrazaron y como si fuese lo más natural, tuvieron sexo. Fue un acto de profunda intimidad, que le sorprendió por su intensidad y duración, y que le maravilló porque ella supo encender una llama que parecía extinguida para siempre. Movía su cuerpo provocando sensaciones que Gaspar jamás había sentido y reacciones que resultaban inverosímiles. Sus manos eran milagrosas: quemaban la piel. Su abrazo era intenso y respetuoso. Sus caricias resultaban deliciosamente agobiantes. No había pasión, ni apuro. El cuerpo dañado del nuevo chamán pareció electrizarse y se estremeció internamente, con un ímpetu conmovedor, alcanzando la pequeña muerte del orgasmo total y de paso, despojándolo de toda su energía. Extenuado, durmió profundamente, sumergido en un sueño mágico. Un sueño que lo envolvió como si fuera una anaconda, pero respetándole la conciencia. Ahora sabía que estaba soñando…

    AkhaaSha aunque seguía desnuda estaba transfigurada, con su piel y cara totalmente pintadas de blanco. Tomó un cuchillo y se hizo un pequeño corte en la palma de la mano izquierda. Recogió las gotas de su propia sangre en un caparazón de tortuga. Luego tomó la mano de Gaspar e hizo lo mismo. Sangraba mucho y extrañamente él no sintió ningún dolor. Entonces ella mezcló la sangre de ambos y la bebió empinándose el recipiente. Su aspecto era espeluznante. Ahora su protectora parecía ser una hechicera siniestra. Su mirada era intensa y su tez blanqueada contrastaba con la sangre que le chorreaba por las comisuras de sus labios. Aquella imagen distorsionada de su querida maestra le sobrecogió y se le grabó en la mente: el rostro de AkhaaSha pintado de blanco y salpicado de sangre quedó enmarcado en su inconsciente. 

    Gaspar parecía no tener voluntad propia. Estaba como hipnotizado. Cuando ella le acercó el recipiente, también él bebió la sangre mezclada. Entonces AkhaaSha le dijo:

    –Debes prometer ante todos nuestros antepasados, testigos de nuestro abrazo –y miró a su alrededor como invitándolo a reconocer a sus ancestros, pero Gaspar no podía mover sus ojos de ese rostro–. Debes prometer, ante nuestros cuerpos y almas, tan unidos como nuestra sangre, que al regresar a tu mundo seguirás siendo un chamán para tu pueblo.

    –Prometo– balbuceó. 

    –Tendrás la responsabilidad de curarlos de la ceguera emocional en que se encuentran –dijo-. Usarás la magia que te enseñé y los secretos de la naturaleza que aquí aprendiste. Serás un chamán para tu pueblo y les mostrarás las posibilidades del mundo del corazón, porque en ese órgano habita la vida.

    –Así lo haré. 

    –Por alguna razón los humanos dejaron de usar sus sentimientos para guiar sus acciones. Se volvieron fríos. Deben volver a sentir los afectos. Y para que eso ocurra, es preciso que aprendan a darse cuenta, a tomar conciencia de las consecuencias reales de sus decisiones. Es algo urgente. Tienen que madurar antes de que sea tarde.

    El vapor que inundaba la choza escondía una serie de presencias. El rostro de su difunto padre brotó mágicamente desde las sombras y de su boca salió la voz cariñosa pero autoritaria que siempre reconocería:

    – ¡En tu colegio se debe catalizar un cambio cultural apremiante! Tus alumnos deben reconocer que las emociones que sienten gatillan sus conductas. Y tienen que tomar conciencia que la vida está profundamente interconectada. Sus actos, por inofensivos que parezcan, afectan, para bien o para mal, a todo el universo.

    Mientras aun retumbaban estas palabras en su mente, los vericuetos de las nubes vaporosas al interior de la choza, dieron forma al rostro de su madre quien pareció hablarle desde un rincón y, conmovido por la perenne belleza de esa mujer que tanto amó, sólo atinó a escucharla.

    –Eres la esperanza de la humanidad, como siempre te dije. En tu colegio puedes formar jóvenes diferentes. Tendrás ayuda muy valiosa. No te dejaremos solo. Allí puedes educar humanos sensibles, empáticos y amorosos. Respetuosos de la vida y del proceso de cambio permanente en que todos estamos inmersos.

    Entonces, el rostro de un anciano desconocido, de rasgos marcadamente indígenas, que presumiblemente era un ancestro de AkhaaSha, se hizo evidente en la otra esquina.

    –Nosotros somos muy diferentes a ti. Nos separa mucho tiempo –dijo el viejo de voz profunda– Y ustedes son muy diferentes al humano del futuro. Los separa mucho amor. El hombre está evolucionando y pronto se convertirá en un ser muy distinto. Tú puedes ayudar a la evolución humana, educando a jóvenes conscientes, respetuosos y responsables. Sabemos que no será sencillo, pero confiamos que una nueva raza humana aparecerá pronto.

    Entonces, AkhaaSha retomó el control, se incorporó y dijo:

    –Debes cambiar la educación, debes preparar el cambio de creencias y debes proteger a los más evolucionados.

    Lo abrazó y le susurró al oído: 

    – Debes educar para reconocer el amor ¿Lo prometes?

    –Sí, sí –dijo Gaspar, agobiado y transpirando.

    –Cuando estés en dificultades –y lo estarás–, recuerda a quienes estamos detrás de ti. Te acompañaremos siempre, pero no debes regresar. Ya no estaremos acá. ¡No nos encontrarás!

    –¿Qué significa esto? 

    Ella se tomó un buen tiempo, antes de responder. Quería que Gaspar comprendiera y asimilara el mandato. Aquella insólita preparación tenía un gran objetivo. Ahora que se había graduado de chamán, él tenía una enorme responsabilidad: expandir la conciencia de los jóvenes ofreciéndoles una nueva educación. Con cierta meticulosidad ella le explicó:

    –Nada de lo que has vivido aquí es casualidad. Nada. Ni el accidente, ni tu parálisis, ni los aprendizajes, ni tu propia transformación. Todo es parte de una confabulación que nosotros, los seres invisibles que habitamos en esta dimensión, queremos obsequiarle al ser humano. Una nueva oportunidad. Tampoco eres el único. No estarás solo. Tendrás ayuda, visible e invisible. Pero ahora debes regresar a tu mundo agonizante e intentar sanarlo. Mañana regresas a casa. 


2 comentarios:

  1. Juan Pablo Cibié28 de mayo de 2022, 16:15

    Te develas como el maestro de la sorpresa Cor. Felicitaciones !!

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  2. María Del Pilar Sierra28 de mayo de 2022, 16:18

    Muy entretenido, felicitaciones Cornelio.

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