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jueves, 19 de septiembre de 2013

Educación para pensar


Curiosamente la educación no está diseñada para pensar. Al menos no para pensar por nosotros mismos. Cuando nos adentramos en las neurociencias, comprendemos que la educación está diseñada para adivinar lo que piensa el profesor, o en el mejor de los casos, para el aprendizaje superficial. Aquel que rendida la prueba, deja pocas huellas en la mente del estudiante.
Necesitamos diseñar una educación para seres pensantes. Para estudiantes que piensen por si mismos, que puedan reflexionar, incluso cuestionando las premisas que propone el profesor o las que acepta la sociedad. Una educación para el aprendizaje profundo, para la reflexión. Necesitamos una educación que nos obligue a usar los dos hemisferios en forma equilibrada. Razón y emoción deben interactuar para aprovechar el enorme potencial de nuestras mentes. Las pruebas de alternativas sugieren el resultado correcto y descartan la posibilidad de que el estudiante, desde un paradigma más evolucionado, proponga otra opción. ¡Qué soberbia!
Cada día que pasa, es más probable que encontremos estudiantes que maduran precozmente. Son, al decir de Noemí Paymal, una nueva especie, con un potencial insospechado. Son genios y requieren ser tratados como tales. Necesitan espacio para despegar.
Por otra parte, desde que Howard Gardner comenzó a hablar de las inteligencias múltiples, hemos distinguido numerosas nuevas dimensiones de la inteligencia, que la educación tradicional simplemente ignora. Establecer evaluaciones que contemplen la variedad de estrategias cognitivas nos llevará a descartar las pruebas estandarizadas. ¡Enhorabuena!
Pero donde estamos más atrasados es en reconocer el pensamiento colectivo y darle la importancia que merece. Las ideas tienen historia y energía. Se nutren de nuestra curiosidad. En poco tiempo, comprenderemos que muy pocos tienen derechos de autor en el campo de las ideas. La mayoría de las veces estamos pensando sobre ideas previas. Nuestra curiosidad y las nuevas conexiones que establecemos pueden darle vitalidad a ciertos conceptos. Continuamente amasamos ideas previas enriqueciéndonos con ellas y mirándolas desde nuestra experiencia. Y a veces, encontramos relaciones que las enriquecen a ellas. Estamos inmersos en una cultura que hemos construido colectivamente. Nuestra educación debe acostumbrarnos a reflexionar grupalmente. Las lluvias de ideas son ejercicios en la dirección correcta, pero todas las conversaciones y los diálogos en el ámbito educacional deberían aportar al enriquecimiento del pensar colectivo.
Lo que es incluso más relevante es que la inteligencia artificial superará la capacidad de procesamiento de información del cerebro humano. Y será en un futuro muy próximo. Desde allí obtendremos respuestas a nuestra inquietudes. Esto generará un cambio radical en nuestras actividades. Entonces será incluso más evidente la necesidad de que el ser humano se concentre en las habilidades socio-emocionales, los valores universales y en hacer las preguntas adecuadas. Nuestra relación con la tecnología se modificará. Nuestras definiciones de lo que es la inteligencia y la educación también cambiarán. Mientras antes comencemos, mejor.

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