Los
problemas de la educación son enormes. Ciertamente. Pero tenemos que priorizar.
Sobretodo las autoridades que dirigen la educación escolar. Cuando la sociedad
se horroriza ante los espantos de la pedofilia en muchos colegios; cuando las
consecuencias del bullying despiadado está cobrando víctimas inocentes; cuando
los apoderados se indignan por los cierres intempestivos de colegios; cuando
mueren infantes a cargo de parvularias irresponsables; cuando una joven madre
abandona un bebé en su coche para drogarse; cuando los sostenedores prefieren
llenarse los bolsillos antes de mejorar la educación que prometieron…
Mientras
todo esto sucede, los diputados se preocupan de los puntajes PSU de los futuros
profesores. ¡Qué vergüenza! Francamente no entiendo.
La
sociedad grita, reclama e implora que nuestras autoridades tomen consciencia de
que el principal problema educacional es valórico. Que ante todo, no queremos
niños abusados, agredidos o abandonados. Es entonces cuando nos preguntamos…
¿Porqué
no exigen criterio, sólidos valores y exámenes psicológicos a los estudiantes
que pretenden hacerse cargo de niños inocentes?
Flojera
o incapacidad, probablemente, porque muchos señalan que sería difícil generar
instrumentos que midan estas materias.
Irresponsabilidad diría alguien más vehemente, porque no se hacen cargo
del problema.
Más
que exigir acreditaciones y generar agencias de calidad, debieran preocuparse
de los actuales estudiantes. Debieran preocuparse de permitir que los colegios
alejen a los profesores con problemas psicológicos de sus alumnos, de eliminar
cualquier abuso del ambiente escolar.
Confieso
que no entiendo a nuestras autoridades educacionales. Dicen querer atraer a los
mejores y sin embargo, solo establecen criterios de carácter académico para
permitir ejercer la labor docente.
En
mi opinión, debieran iniciar una cruzada para garantizar el derecho del
estudiante a un ambiente sin violencia y sin abusos. Disculpen mi desahogo,
pero solo me queda exclamar: ¡Hasta cuando!
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