Si la vida fuese un sueño, estaríamos dormidos aunque probablemente en algún momento tendríamos que despertar. En eso, la educación nos podría ayudar.
Si
estamos soñando y el sentido de nuestra vida fuese ir despertando gradualmente,
entonces nuestra existencia sería un proceso continuo de despertar de varios
sueños dentro de otros sueños…
Cada
sueño entonces, sería una etapa de nuestras vidas fundada en la interpretación
que hemos dado a lo que vivimos. Cada sueño, si bien estaría tejido por nuestras
creencias, tendría un sentido: nos enseñaría una lección muy importante que
necesitaríamos aprender para despertar de ese sueño y comenzar el siguiente.
Porque estaríamos soñando mientras tengamos interpretaciones falsas de la
realidad. Solo podríamos despertar cuando dejemos de soñar.
Si
la vida fuese un sueño, la educación nos conduciría suave y gentilmente a un
despertar recurrente de nuestra inevitable subjetividad.
El
primer sueño que tendríamos es un combate. Estamos viviendo en guerra. Necesitamos vender al
enemigo, que parece estar en todas partes. Este sueño nos enseña a combatir por
nuestra supervivencia. Hasta que descubrimos que hay algo en lo que somos
extraordinarios…y por eso ¡merecemos vivir!: ¡¡¡¡somos únicos!!!! No somos copias de nadie más, somos verdaderas obras de arte, originales.
Esta
revelación significa que debemos darle una oportunidad a nuestra vida (nuestra versión de ser humano, es una
propuesta asombrosa) y cuando asimilamos esta gran lección, despertamos de ese
sueño.
Nuestra
realidad cambia y comprendemos que no estamos solos. Estamos jugando, la vida
deja de parecer un combate y se transforma en un juego… Es el segundo sueño,
que nos enseña a distinguir lo correcto de lo incorrecto. Y actuar en
consecuencia…
Vivimos
en comunidad y necesitamos comportarnos como seres sociales. Aprendemos a hacer
distinciones donde hay verdades absolutas. Es un mundo de opuestos
irreconciliables. Tengo un rol y debo cumplir con mi responsabilidad, debo
obedecer, respetando las reglas. Somos parte de un equipo (el bien) y debemos
derrotar al otro (el mal). Entonces la historia nos enseña las lecciones
aprendidas por antiguos jugadores y aprendemos a formar nuestro carácter en
base a sólidos valores.…¡y entonces despertamos!
Esta
vez para descubrir que el juego era una ilusión y que la vida en realidad es
una competencia. En esta etapa caemos en cuenta de que debemos hacer nuestro
mejor esfuerzo para tener éxito. Somos responsables del resultado que logremos
con nuestras vidas. La competencia es feroz, porque todos quieren ganar y
también harán lo mejor que puedan…
Por
eso, debemos entrenar, desarrollar nuestros talentos y diseñar una estrategia
para aprovechar cualquier oportunidad y cuando hemos desarrollado un gran
espíritu de superación…¡entonces, nuevamente despertamos!
Para
descubrir que el mundo que parecía una competencia, es en realidad una aventura
individual que nos enseña una lección en función de nuestra historia y experiencias…
Que
nuestra verdad es solo nuestra y que los demás tienen la suya. ¡Y es válida! La verdad nuestra y la de los demás! Aprendemos
a respetar la diversidad y comprendemos el concepto de la relatividad. ¡No hay
absolutos! La verdad es relativa e individual; pero como es una aventura de
superación, necesitamos la ayuda de los demás. Descubrimos que para llegar a mi
meta, necesito la ayuda de los demás haciendo su mejor esfuerzo y ellos también
necesitan de mi mejor desempeño. Cuando en esta aventura comprendemos el
concepto de la sinergía, que todos juntos podemos escalar más alto, entonces… ¡entonces
volvemos a despertar!
Para
descubrir que la aventura se ha transformado en un rompecabezas. Que todo lo
que sucede es una pista o una pieza del rompecabezas. Pero es un puzle que
resulta difícil de armar porque no conocemos la imagen de fondo. Tenemos que
armarlo a tientas. Nuestra tarea en esta etapa es “conectar los puntos” como
decía Steve Jobs, o ir encontrando piezas que encajan en otras. Buscando
coincidencias. Poco a poco, lo que sucede nos ayuda a armar el rompecabezas y
cuando logramos distinguir la imagen de fondo, entendemos que lo que el sueño
quería desarrollar en nosotros era la capacidad de síntesis. Inundados por una
océano de información, debemos ser capaces de filtrar y seleccionar la
información relevante para darle sentido a nuestras vidas.
Despertamos
de este sueño, con una pregunta. ¿Estaremos en otro sueño? ¿Será la realidad
solo un sueño? ¿Será el combate que parecía un juego que parecía una
competencia que parecía un rompecabezas, solo una serie de espejismos que no
terminan nunca?
Y
entonces comprendemos que ahora sí estamos despiertos. Que hemos sido capaces
de tomar consciencia de nuestra evolución, de descubrir que todos juntos estamos
tejiendo una idea colectiva…Y que cada uno de nosotros debe aprender lo
suyo…para ampliar nuestra perspectiva y crear una consciencia verdaderamente
planetaria… La aventura humana es una experiencia colectiva de desarrollo en
etapas que nos ayuda a crecer cuando somos capaces de vivir sin certezas.
Cuando somos capaces de hacernos grandes preguntas.
Si
la vida fuese un sueño, entonces la educación nos enseñaría a reflexionar…a
pensar en forma independiente, cuestionando nuestras premisas y a vivir ¡atreviéndonos
a preguntar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario