En nuestra moderna cultura occidental, la mayoría de los seres humanos vive buscando la felicidad. Anhelan llegar a ese estado de plenitud y están dispuestos a recorrer cualquier sendero con tal de alcanzarlo.
Para alcanzarla, tal vez escojan el camino tradicional, el camino de la fe, que nos han propuesto las religiones. La vida para esa persona entonces, se transforma en una aventura de purificación espiritual. Aunque en este caso, alcanzar la felicidad sería una utopía para quien vive en este mundo y se requeriría demasiada fe para alcanzarla eventualmente después de nuestra muerte. Pero al menos, sería un camino espiritual que recomienda elegir el bien sobre el mal; una orientación similar para casi todas las religiones. Este ha sido el camino que ha seguido la Humanidad durante muchos siglos y
es un camino peligroso porque ha generado muchas guerras y muertas. Un camino que está plagado de fundamentalistas.
Este es el ajetreado camino que el hombre occidental moderno ha querido repavimentar. Los avances científico-tecnológicos y el pensamiento crítico, nos impulsan a buscar un recorrido más eficiente.
En la actualidad la mayoría de los occidentales deciden tomar el camino del éxito y desarrollan sus talentos para conquistar, a fuerza de empeño y trabajo, sus objetivos. Viven una vida en función de objetivos. Son creativos, emprendedores, competitivos, ambiciosos y aventureros. Normalmente tienen un currículum impresionante. Luchan incansablemente por conseguir un logro tras otro. Lamentablemente, a medida que progresan, la satisfacción del éxito se diluye rápidamente en proporción al tiempo transcurrido. Se acostumbran con gran facilidad al éxito y al poder y siempre desean más, mucho más. Su vida es ajetreada y su tiempo escaso.
Curiosamente, este promisorio camino, no los parece acercar a la tan anhelada felicidad. El éxito económico y los logros materiales, si bien producen una sensación de logro, esta es efímera y superficial. Y más bien tarde que temprano, les alcanza la frustración de haber perseguido una ilusión e irremediablemente se percatan de que el camino que escogieron, era el camino equivocado.
Para alcanzarla, tal vez escojan el camino tradicional, el camino de la fe, que nos han propuesto las religiones. La vida para esa persona entonces, se transforma en una aventura de purificación espiritual. Aunque en este caso, alcanzar la felicidad sería una utopía para quien vive en este mundo y se requeriría demasiada fe para alcanzarla eventualmente después de nuestra muerte. Pero al menos, sería un camino espiritual que recomienda elegir el bien sobre el mal; una orientación similar para casi todas las religiones. Este ha sido el camino que ha seguido la Humanidad durante muchos siglos y
es un camino peligroso porque ha generado muchas guerras y muertas. Un camino que está plagado de fundamentalistas.
Este es el ajetreado camino que el hombre occidental moderno ha querido repavimentar. Los avances científico-tecnológicos y el pensamiento crítico, nos impulsan a buscar un recorrido más eficiente.
En la actualidad la mayoría de los occidentales deciden tomar el camino del éxito y desarrollan sus talentos para conquistar, a fuerza de empeño y trabajo, sus objetivos. Viven una vida en función de objetivos. Son creativos, emprendedores, competitivos, ambiciosos y aventureros. Normalmente tienen un currículum impresionante. Luchan incansablemente por conseguir un logro tras otro. Lamentablemente, a medida que progresan, la satisfacción del éxito se diluye rápidamente en proporción al tiempo transcurrido. Se acostumbran con gran facilidad al éxito y al poder y siempre desean más, mucho más. Su vida es ajetreada y su tiempo escaso.
Curiosamente, este promisorio camino, no los parece acercar a la tan anhelada felicidad. El éxito económico y los logros materiales, si bien producen una sensación de logro, esta es efímera y superficial. Y más bien tarde que temprano, les alcanza la frustración de haber perseguido una ilusión e irremediablemente se percatan de que el camino que escogieron, era el camino equivocado.
Otras personas más sensibles, apuestan por tomar el camino de la humildad y luchan progresivamente contra sus debilidades para convertirse en mejores personas. Viven una vida de profundo trabajo interior. Son personas auténticas, resilientes, sensibles, confiables y consistentes. Desarrollan, lenta y progresivamente, una personalidad íntegra. Son personas que han conocido la adversidad y la han derrotado en una lucha de carácter. Han recorrido un camino de conocimiento interior y han cultivado sus principios con esmero, porque reconocen las debilidades de la naturaleza humana. Su recorrido los va convirtiendo poco a poco, en personas sabias, centradas, pacientes y reflexivas, que saben amar y que reconocen el idioma de las emociones. Es un camino más usado en Oriente pero que está muy de moda en la presente era.
Extrañamente, el autoconocimiento que desarrollan les permite comprender que este duro camino, tampoco parece conducir a la felicidad. Las sombras de nuestra personalidad pueden reducirse con la luz interior, pero eliminarlas es prácticamente imposible. La iluminación es solo para unos pocos escogidos.
¿Y entonces?
Extrañamente, el autoconocimiento que desarrollan les permite comprender que este duro camino, tampoco parece conducir a la felicidad. Las sombras de nuestra personalidad pueden reducirse con la luz interior, pero eliminarlas es prácticamente imposible. La iluminación es solo para unos pocos escogidos.
¿Y entonces?
Está claro que necesitamos rediseñar el viejo camino de la fe (digamos en camino del Papa Francisco), para convivir mejor en un mundo globalizado, pero el camino del éxito externo, (digamos el camino evolutivo que propuso Darwin), de competencia permanente, no nos acerca a la felicidad. Tampoco lo hace el camino del conocimiento interno (llamémoslo el camino introspectivo que propuso Jung); entonces ¿Cuál es el camino que debemos recorrer?
No me atrevo a descartar ninguno de los anteriores y creo que cada persona tiene derecho a escoger aquel que le parezca más adecuado, aunque quisiera proponerles que examinen el camino de la no-dualidad como un camino alternativo.
Es ese mismo camino que nos propuso Antonio Machado en uno de sus poemas memorables: "Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."
El camino de la no-dualidad no distingue partes. Cuerpo y Alma son lo mismo. El camino interior y exterior se confunden. Tu camino y el mío parecen diferentes, pero solo porque los miramos con distintos ojos. En realidad todos recorremos el mismo sendero.
La felicidad, es simplemente un anhelo primordial del Universo, un deseo que todos los seres compartimos porque cada uno de nosotros es una manifestación diferente de ese Universo creador. El Universo usa nuestras vidas para conocerse a si mismo. En ese Universo no hay camino. Somos el camino. Tampoco hay felicidad. Somos la felicidad. Tampoco hay un yo, solo hay un nosotros.
En el camino de la no-dualidad nosotros buscamos el bienestar haciendo camino al existir. Y haciendo camino experimentamos situaciones que nos debieran guiar hacia la felicidad. En este entendimiento, nuestra realidad es consecuencia de nuestras decisiones y cuanto más correctas son, más bienestar obtendremos. Mientras más nos equivocamos, más malestar tendremos. Es simple y contundente. Aunque nuestra incapacidad de comprender el vínculo entre nuestra realidad y nuestras decisiones, esconde esta gran verdad.
El ser humano se demoró muchos años en comprender que el acto sexual daba origen a una nueva vida. Y probablemente nos demoraremos muchos años más en comprender que la integridad nos conduce a la felicidad. ¡Ojalá despertemos antes de que sea tarde!
Es ese mismo camino que nos propuso Antonio Machado en uno de sus poemas memorables: "Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."
El camino de la no-dualidad no distingue partes. Cuerpo y Alma son lo mismo. El camino interior y exterior se confunden. Tu camino y el mío parecen diferentes, pero solo porque los miramos con distintos ojos. En realidad todos recorremos el mismo sendero.
La felicidad, es simplemente un anhelo primordial del Universo, un deseo que todos los seres compartimos porque cada uno de nosotros es una manifestación diferente de ese Universo creador. El Universo usa nuestras vidas para conocerse a si mismo. En ese Universo no hay camino. Somos el camino. Tampoco hay felicidad. Somos la felicidad. Tampoco hay un yo, solo hay un nosotros.
En el camino de la no-dualidad nosotros buscamos el bienestar haciendo camino al existir. Y haciendo camino experimentamos situaciones que nos debieran guiar hacia la felicidad. En este entendimiento, nuestra realidad es consecuencia de nuestras decisiones y cuanto más correctas son, más bienestar obtendremos. Mientras más nos equivocamos, más malestar tendremos. Es simple y contundente. Aunque nuestra incapacidad de comprender el vínculo entre nuestra realidad y nuestras decisiones, esconde esta gran verdad.
El ser humano se demoró muchos años en comprender que el acto sexual daba origen a una nueva vida. Y probablemente nos demoraremos muchos años más en comprender que la integridad nos conduce a la felicidad. ¡Ojalá despertemos antes de que sea tarde!
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