Tenía preparada otra entrada para esta semana, pero la contingencia me impulsa a comentar sobre las multitudinarias marchas en contra del actual sistema previsional. La voluntaria participación ciudadana en este tipo de manifestaciones solo es posible cuando existe un profundo descontento hacia el sistema.
Los actuales partidarios del sistema, dan una serie de explicaciones que justifican las bajas pensiones y le bajan el perfil a las marchas. No es recomendable. Nadie que sea imparcial puede defender lo indefendible. Es una estrategia que también se usó cuando las marchas de los pingüinos irrumpieron por las calles de Santiago, exigiendo educación de calidad. Intentar menospreciar la indignación ciudadana frente a resultados evidentemente malos y justificar los abusos que benefician a unos pocos, es francamente inadmisible. La indignación entonces, se multiplicó y los resultados de la crisis educacional fueron nefastos. Una reforma que se construyó en función de ideologías para intentar calmar el malestar ciudadano. La promesa de la gratuidad resultó ser una mentira populista para conseguir apoyo político. Y el debate de fondo quedó escondido. La Calidad quedó sepultada por la Gratuidad. Una propuesta imposible que sedujo y tiñó la discusión educacional de intereses económicos. La educación nunca será gratis. Alguien la tiene que pagar. Con la reforma educacional, el Estado será quien tenga esa responsabilidad, con nuestros impuestos. El problema es que, poco a poco pero inexorablemente, la Calidad de la educación pública será afectada negativamente y quienes gocen del privilegio de la educación gratuita terminarán abandonándola. Si quieren tener oportunidades en el siglo 21, necesitarán competencias que solo adquirirán en la educación particular pagada. Finalmente la reforma habrá contribuido a incrementar la desigualdad y a bajar la calidad de la enseñanza. Triste epílogo para las marchas estudiantiles.
Hoy corremos un peligro similar respecto del sistema provisional. El problema de fondo, es que en la actualidad el ahorro no es una herramienta que pueda garantizar pensiones dignas. El sistema fue diseñado con premisas erróneas y está irremediablemente condenado si pretende sostener a quienes no quieren trabajar más. En el siglo 21 no se puede vivir pensando en el retiro como si fuese algo deseable. Si las expectativas de vida aumentan, las edades para el retiro lo debieran hacer también. Si la rentabilidad del capital disminuye, entonces necesitaríamos mucho más ahorro para garantizar un "buen pasar". Hoy debemos trabajar felices. Esa es la verdadera oportunidad que nos da la crisis de las AFPs. Repensar el sistema laboral, fomentar las vocaciones, incentivar las empresas que se preocupan del bienestar de sus empleados y establecer sabáticos y vacaciones más cortas, seguidas y reconfortantes. ¡Vacaciones con sentido!
Retirarse debiera ser una opción solo ante una situación catastrófica que impida el trabajo. No por ser viejo se pierde la capacidad de trabajar. Todo lo contrario. La experiencia debe valorarse. Y créanme que nadie que trabaja en aquello que le apasiona, desea el retiro. Por eso, el verdadero antídoto frente a la crisis del sistema de pensiones, es trabajar con gusto y mantenerse vigente. Y cambiar los fondos de pensiones por fondos de Reinvención. Si por alguna razón, quedamos obsoletos para el trabajo que solíamos hacer, necesitamos repensarnos y prepararnos para desarrollar una actividad acorde con nuestras experimentadas capacidades y sobre todo, una actividad que nos encante realizar. Así no solo tendremos una vejez digna y provechosa, también podremos reinventarnos anticipadamente si nuestro trabajo ya no resulta apasionante. El trabajo es un privilegio que debiéramos gozar...
Trabajar con gusto, ¡esa es la solución!
Reconozco que esto suena a utopía. Es una visión idealizada donde no necesitaríamos gente para administrar nuestros dineros y donde podríamos elegir nuestro trabajo en función de nuestros intereses. Pero déjenme soñar un poco y usar algo de imaginación para visualizar un mundo sin AFPs, con empresas preocupadas de tener trabajadores felices y empleados que trabajen en aquello que les gusta. Ese es el mundo que quiero para mis nietos.
La cruel realidad que estamos enfrentando, no se soluciona con un sistema de repartos, como proponen algunos. Como dijo recién un ministro, el Estado ya no tiene recursos para solucionar este tema. Le faltó agregar, que se los gastó regalando educación gratuita a los jóvenes universitarios. ¡Qué ironía! Los adultos que trabajaron toda la vida para tener una pensión digna, deben sacrificarse por niños que aun no comienzan a producir. Y sobre todo, ¡qué injusticia!
¡Me siento estafado por una promesa más que no se puede cumplir!
Lo curioso es que el sistema de pensiones parte de la base que los chilenos somos tan irresponsables que no podemos ahorrar sistemáticamente para autopensionarnos y que finalmente el Estado tendrá que hacerse cargo. Ahora se ha demostrado que los irresponsables son otros.
Al menos quisiera disponer libremente de mis fondos no solo porque los administraría gratis sino porque lo haría mejor. ¡Mucho mejor! Escuchen mi grito desesperado: ¡¡Devuelvan la plata, antes de que los políticos se pongan creativos!!
Reconozco que esto suena a utopía. Es una visión idealizada donde no necesitaríamos gente para administrar nuestros dineros y donde podríamos elegir nuestro trabajo en función de nuestros intereses. Pero déjenme soñar un poco y usar algo de imaginación para visualizar un mundo sin AFPs, con empresas preocupadas de tener trabajadores felices y empleados que trabajen en aquello que les gusta. Ese es el mundo que quiero para mis nietos.
La cruel realidad que estamos enfrentando, no se soluciona con un sistema de repartos, como proponen algunos. Como dijo recién un ministro, el Estado ya no tiene recursos para solucionar este tema. Le faltó agregar, que se los gastó regalando educación gratuita a los jóvenes universitarios. ¡Qué ironía! Los adultos que trabajaron toda la vida para tener una pensión digna, deben sacrificarse por niños que aun no comienzan a producir. Y sobre todo, ¡qué injusticia!
¡Me siento estafado por una promesa más que no se puede cumplir!
Lo curioso es que el sistema de pensiones parte de la base que los chilenos somos tan irresponsables que no podemos ahorrar sistemáticamente para autopensionarnos y que finalmente el Estado tendrá que hacerse cargo. Ahora se ha demostrado que los irresponsables son otros.
Al menos quisiera disponer libremente de mis fondos no solo porque los administraría gratis sino porque lo haría mejor. ¡Mucho mejor! Escuchen mi grito desesperado: ¡¡Devuelvan la plata, antes de que los políticos se pongan creativos!!
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