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viernes, 8 de julio de 2016

Pasos para cambiar el mundo

Cada ser humano es hijo de su tiempo. Desde que nace, es criado en una familia que no solo le transmite genes sino, mucho más importante, aprendizajes. Vive inmerso en una cultura que tiene creencias, valores y conocimientos que determinan la manera que tiene cada persona para procesar información e interpretar sus experiencias. Vivir en el siglo XXI, dominado por la tecnología y las comunicaciones, es muy diferente que vivir en el siglo XX, dominado por la industria y la ciencia. Esto explica la tan conocida brecha generacional. Los padres aprenden a vivir y se adaptan a una época diferente de la que viven sus hijos y cuando los cambios son acelerados, podemos decir que viven en mundos distintos.
En efecto, normalmente los hijos viven un mundo que han construido sus padres. Un mundo que ellos (los padres) recibieron como legado de la generación anterior (los abuelos) y que intentaron mejorar. Para los hijos resultan evidentes las injusticias que existen en el mundo de sus padres. Pero, juzgar a la generación mayor desde el punto de vista de la generación joven, sin considerar el contexto y la conciencia del momento, resulta injusto y soberbio. 
Es obvio que la vida de cada ser humano tiene mucha influencia de sus antecesores. Pero no es tan obvio que vivimos en un mundo tejido por las acciones de todas las generaciones humanas. Cada una de ellas, ha dado un paso hacia el desarrollo del pleno potencial del ser humano. Somos un proyecto colectivo. La civilización que hemos construido, para bien o para mal, ha sido un esfuerzo recursivo del hombre. Todos los seres humanos que existieron, existen y existirán somos co-creadores de nuestra antropósfera. Nuestra especie está dando un examen de viabilidad evolutiva. Para lograr sustentabilidad debemos madurar,  dejar de juzgar y hacer bien nuestro trabajo, de modo que el paso que dé nuestra generación sea en la dirección correcta y más amplio que el anterior. De lo contrario, nos extinguiremos y la vida propondrá otra especie dominante para  colonizar el Universo. 
Nuestra juventud tiene derecho a corregir nuestros errores. En realidad, tiene el deber de enmendar el rumbo. Pero no puede renegar de su historia, ni juzgarla injustamente. Debe aceptarla y aprender de ella. 
Aprender por ejemplo, que la violencia no es el mecanismo adecuado para lograr cambios sociales. Ya pagamos caro ese error. 
Aprender por ejemplo, a perdonar, ya que el odio y la venganza son venenos para la convivencia armónica. Un error que seguimos pagando. 
Aprender también a tener respeto y admirar a las generaciones anteriores. La vejez no es una enfermedad, es el desgaste por trabajar y producir. El progreso de la humanidad produce cansancio y arruga la piel. 
Aprender además a aprovechar de ver con ojos nuevos el paisaje, cuando estás sentado en hombros de gigantes. Los avances científicos y tecnológicos siempre abren nuevas ventanas de oportunidad. 
A esos jóvenes políticos que desean cambiar el mundo, les sugerimos un camino para su andar: 
  • Sin violencia, sin rencor, sin juicios y sin ninguna soberbia...
  • Con mucho respeto, con algo de amor, con rigurosidad y con creatividad...
¡Porque el próximo paso es el más importante para la Humanidad!





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