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lunes, 18 de julio de 2016

Ninguno de los Anteriores

Una de las tendencias globales más nítidas en la actualidad es el desprestigio de la clase política y la mala calidad de los candidatos que proponen los partidos en las elecciones. En Estados Unidos por ejemplo, los 2 candidatos finalistas que compiten por la Presidencia no solo tienen una desaprobación alta sino que hay una enorme preocupación acerca de su idoneidad para el cargo. 
En varios países latinoamericanos han sido elegidas como autoridades políticas, personas que no cuentan con verdadera capacidad para ejercer su cargo con responsabilidad y que terminan siendo juzgados por su ineptitud. Vilma Rousseff y Cristina Fernandez son claros ejemplos de que esto ha sucedido en países vecinos. En Chile, si bien Michelle Bachelet fue muy cuestionada por su actuación en la Onemi durante el terremoto y tsunami del 27F en el 2010, finalmente logró que la fiscal a cargo no siguiera acciones en su contra. Esa misma fiscal que ahora es nombrada directora del Sename y que deberá hacerse responsable del futuro de los menores más vulnerables del país. Ella, tendrá que demostrar fehacientemente su idoneidad para el cargo, como cualquier otra autoridad que asuma en el gobierno. Finalmente serán juzgados. 
Muchos parlamentarios chilenos están sufriendo el mismo problema. Fueron elegidos democráticamente, pero tendrán que responder (y están respondiendo) ante la justicia por comportamientos que hoy son considerados poco éticos. Los tiempos han cambiado y la vieja forma de hacer política está siendo condenada. ¿Cuantos parlamentarios más tendrán que caer para que se enriele el sistema?
La verdad es que en estos tiempos, no hay muchas personas capacitadas para ejercer sus altos cargos políticos con responsabilidad e idoneidad. La complejidad del mundo actual requiere de una preparación mucho más amplia y profunda que la que han tenido los políticos tradicionales. Los liderazgos que se impondrán en el siglo 21 necesitan: pensamiento flexible, visión de largo plazo, análisis sistémico y conducta moralmente intachable. Todos elementos escasos, pero extremadamente valiosos.
Ahora que se acercan las elecciones de concejales y alcaldes, es deseable que los partidos propongan candidatos a la altura de los desafíos sociales que estamos enfrentado. De lo contrario la política seguirá mal evaluada. 
Me atrevo a sugerir que si en las papeletas de votación hubiera una opción, "Ninguno de los anteriores", para que los ciudadanos pudiesen expresar su parecer sobre la idoneidad de los candidatos propuestos, esa opción prevalecería. 
Es más, me atrevo a vaticinar que de ofrecerse esta posibilidad y existiese la alternativa de declarar desierto el cargo para postular otros candidatos más idóneos, la gente concurriría masivamente a votar y la presión para tener buenos candidatos sería insostenible. El problema es que los partidos no están preocupados de tener buenos candidatos sino aquellos que puedan ser elegidos sin importar si tienen "dedos para ese piano". Por eso es que el desprestigio político aumenta. 
Si queremos sanar nuestra política, debemos diseñar una democracia que recoja el clamor de los ciudadanos y agregar la opción "ninguno de los anteriores", para asegurarnos de que los candidatos sean aptos, que la participación sea masiva y que los intereses de los ciudadanos sean tomados en cuenta. 
No es un voto en blanco, que no define preferencia y tampoco un voto nulo, que se rebela ante las opciones propuestas. Es un voto que, apelando al espíritu democrático, señala que ningún candidato cumple con sus expectativas y exige mejores alternativas. 
La actual democracia se parece a un restorán donde tienes que escoger entre platos que no te gustan, preparados por chefs de otras culturas. O ese restorán amplía el menú, incorporando mejores recetas o la gente dejará de visitarlo. Esa ya fue la postura de la mayoría en las elecciones anteriores. La abstención fue mayoritaria, pero menospreciada por un diagnóstico errado. 
El diagnóstico de los viejos políticos: ¡hay que volver al voto obligatorio! la gente es irresponsable.
La opinión de la gente: no quiero votar por el menos malo, ¡quiero votar por el mejor!
El partido que triunfará en las próximas elecciones municipales será aquel que lleve a un  candidato que represente a "ninguno de los anteriores" y se comprometa a renunciar para llamar a nuevas elecciones con mejores candidatos. Si no aparece esta opción en la papeleta, triunfará nuevamente la abstención. ¡Y por un margen mayor!


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