La educación es un proceso complejo y
multidimensional.
La primera consideración que debemos hacer respecto de la afirmación anterior, es
que el objeto de transformación no es el estudiante. Es el estudiante y su
entorno. El estudiante no está separado de su familia, su cultura, su sociedad
o de la naturaleza. Un cambio en él, afecta a todo su contexto y viceversa.
Comprender esto, nos permite reconocer la
complejidad del proceso educativo. La profunda interconexión entre la evolución
del individuo y su medio ambiente (psicológico, social y natural), relación que
hoy, está acentuada por las nuevas tecnologías. Por eso decimos que la educación es compleja.
La segunda característica del proceso educativo
nos sugiere que existen una serie de dimensiones educativas que hemos
invisibilizado con nuestras anteojeras e ingenuidad. Algunas son tan básicas
que las hemos dado por supuestas. Otras, que ni siquiera quisimos reconocer. Pretender evaluar la educación limitándola a la dimensión del aprendizaje es un reduccionismo ingenuo. La educación es además, un proceso multidimensional y progresivo.
Sostenemos que una educación de calidad debe
orientarse a aumentar al bienestar del estudiante y su entorno. Para esto debe
cumplir una serie de condiciones. Cada condición es necesaria para lograr la
siguiente y por lo tanto son condiciones acumulativas:
· El cuidado del estudiante y su entorno. Es la primera y más básica de las
condiciones. El corazón de la fruta educacional. El antídoto contra el miedo y
la garantía de salud. Por eso el profesor debe tener vocación y empatía.
· La convivencia del estudiante con sus pares y
congéneres.
Lograda la confianza podemos socializar. Debemos aprender a convivir con otros
respetando criterios de convivencia. Por eso el profesor debe ser ejemplo de
integridad.
· El aprendizaje y la preparación para la
autonomía. Sólo podemos aprender si
estamos dispuestos a asumir riesgos y
cuestionar premisas, confiando en el maestro. Por eso el profesor debe tener
conocimientos y criterio.
· El desarrollo del talento y del pleno
potencial. Asumiendo
riesgos podremos ser creativos, descubrir nuestro talento y explotarlo para
superarnos continuamente. Por eso el profesor debe tener visión y grandes
expectativas.
· El bienestar y la felicidad del estudiante. Sin miedo, confiando en nuestra autonomía y
potencial, podemos contribuir y encontrar el sentido a nuestras vidas y
realizarnos en lo que hacemos. Solo entonces podemos llegar a ser felices. Y
tener alumnos contentos convierte al profesor en un maestro feliz.
Aunque toda esta explicación pueda parecer
complicada, en realidad resulta muy fácil distinguir donde se educa con
calidad. Es allí donde hay un ambiente de convivencia sano y positivo... y muy especialmente, donde los
profesores disfrutan su trabajo. En una frase, los profesores felices, garantizan la calidad.
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