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domingo, 15 de noviembre de 2015

La ilusión de la separación

Percibimos con nuestros sentidos. 5 de ellos nos muestran una realidad que parece independiente del observador. Como si existiera algo allá afuera, que estuviese desconectado de nosotros. Esa es la interpretación que hacemos habitualmente y lo que llamamos, la ilusión de la separación.

Nuestra intuición, en cambio, nos sugiere que vivimos en un mundo profundamente interconectado. Un gigantesco ecosistema dinámico, pletórico de energía, materia e información que llamamos Cosmos y que pareciera estar diseñado para sustentar la vida.

Nuestro ego, guiado por los 5 sentidos, es ciego a las conexiones. Nuestra intuición, en cambio, tiene una percepción más sutil y sospecha que todo –literalmente todo– está relacionado. Todo lo que ocurre tiene un sentido. Y todos somos responsables de cada evento que ocurre en este universo que compartimos.

Los pueblos ancestrales tienen cosmovisiones que reconocen la unidad de todo lo que existe. Algunos de ellos, ni siquiera tienen pronombres personales en singular. Hablan de “nosotros”, porque no se consideran individuos, sino una “comunidad”. Nuestros ancestros sabían que la naturaleza y la vida están intrínsecamente unidos.

En algún momento, perdimos este conocimiento primordial y nos desconectamos tanto de la vida, como de los demás. Empezamos a funcionar como individuos, preocupándonos por “nuestros” problemas y dividimos el mundo para comprenderlo mejor. Incluso diseñamos una educación fragmentada en unas pocas asignaturas. Así se consolidó la ilusión de la separación.

La biología reciente nos ha propuesto una forma diferente de interpretar la realidad. El inquietante concepto de “Gaia”, propuesto por James Lovelock, nos plantea que la Tierra es un planeta vivo, que podría estar reaccionando al comportamiento del ser humano. Ya se habla de extender esa idea al Universo y considerarlo como si estuviese “vivo” (puesto que tiene capacidad de autorregularse).

Las Ciencias de la Complejidad, examinan la profunda interrelación de los sistemas que se autorregulan y demuestran que la mayoría de los problemas que actualmente está enfrentando la Humanidad se deben a que hemos vivido demasiado tiempo engañados por la ilusión de la separación. Ya es tiempo de que despertemos.

Jung hace tiempo reveló el inconsciente colectivo. Laszlo los archivos akásicos. Sheldrake habla de campos morfogenéticos. La física cuántica demuestra lo no-localidad. La ciencia no puede ser más categórica. Sentirnos aislados, es sólo un espejismo.

No estamos separados. Estamos conectados con todos y con todo. No somos seres independientes. Y no podemos seguir actuando como si lo fuéramos. Todos nuestros actos tienen consecuencias. Y debemos hacernos responsables de ellas. Si tan sólo comprendiéramos esto, viviríamos en un mundo mucho mejor. Por eso, la tarea más urgente de la educación es desenmascarar la ilusión de la separación.

Cuando alguien sufra un acto de violencia, debemos sufrirlo también nosotros. Cuando alguien tenga miedo, debemos sentirlo nosotros. Cuando alguien necesite ayuda, debemos proporcionarla…

Así, lenta pero progresivamente iremos erradicando del comportamiento humano la agresividad, la ira y la injusticia.  Son comportamientos que no tendríamos contra nosotros mismos. Entonces, casi sin darnos cuenta, aprenderemos a contagiarnos de alegría, compartir el bienestar, acercarnos a la felicidad y convertirnos en seres amorosos.


La felicidad es un proyecto colectivo, no una aventura individual.


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