Percibimos con nuestros sentidos. 5
de ellos nos muestran una realidad que parece independiente del observador.
Como si existiera algo allá afuera, que estuviese desconectado de nosotros. Esa
es la interpretación que hacemos habitualmente y lo que llamamos, la ilusión de
la separación.
Nuestra intuición, en cambio, nos
sugiere que vivimos en un mundo profundamente interconectado. Un gigantesco
ecosistema dinámico, pletórico de energía, materia e información que llamamos Cosmos
y que pareciera estar diseñado para sustentar la vida.
Nuestro ego, guiado por los 5
sentidos, es ciego a las conexiones. Nuestra intuición, en cambio, tiene una
percepción más sutil y sospecha que todo –literalmente todo– está relacionado. Todo
lo que ocurre tiene un sentido. Y todos somos responsables de cada evento que
ocurre en este universo que compartimos.
Los pueblos ancestrales tienen
cosmovisiones que reconocen la unidad de todo lo que existe. Algunos de ellos,
ni siquiera tienen pronombres personales en singular. Hablan de “nosotros”,
porque no se consideran individuos, sino una “comunidad”. Nuestros ancestros
sabían que la naturaleza y la vida están intrínsecamente unidos.
En algún momento, perdimos este
conocimiento primordial y nos desconectamos tanto de la vida, como de los
demás. Empezamos a funcionar como individuos, preocupándonos por “nuestros”
problemas y dividimos el mundo para comprenderlo mejor. Incluso diseñamos una
educación fragmentada en unas pocas asignaturas. Así se consolidó la ilusión de
la separación.
La biología reciente nos ha
propuesto una forma diferente de interpretar la realidad. El inquietante
concepto de “Gaia”, propuesto por James Lovelock, nos plantea que la Tierra es
un planeta vivo, que podría estar reaccionando al comportamiento del ser
humano. Ya se habla de extender esa idea al Universo y considerarlo como si
estuviese “vivo” (puesto que tiene capacidad de autorregularse).
Las Ciencias de la Complejidad, examinan
la profunda interrelación de los sistemas que se autorregulan y demuestran que
la mayoría de los problemas que actualmente está enfrentando la Humanidad se
deben a que hemos vivido demasiado tiempo engañados por la ilusión de la
separación. Ya es tiempo de que despertemos.
Jung hace tiempo reveló el inconsciente colectivo. Laszlo los archivos akásicos. Sheldrake habla de campos morfogenéticos. La física cuántica demuestra lo no-localidad. La ciencia no puede ser más categórica. Sentirnos aislados, es sólo un espejismo.
No estamos separados. Estamos
conectados con todos y con todo. No somos seres independientes. Y no podemos
seguir actuando como si lo fuéramos. Todos nuestros actos tienen consecuencias.
Y debemos hacernos responsables de ellas. Si tan sólo comprendiéramos esto,
viviríamos en un mundo mucho mejor. Por eso, la tarea más urgente de la
educación es desenmascarar la ilusión de la separación.
Cuando alguien sufra un acto de
violencia, debemos sufrirlo también nosotros. Cuando alguien tenga miedo,
debemos sentirlo nosotros. Cuando alguien necesite ayuda, debemos
proporcionarla…
Así, lenta pero progresivamente
iremos erradicando del comportamiento humano la agresividad, la ira y la
injusticia. Son comportamientos que no
tendríamos contra nosotros mismos. Entonces, casi sin darnos cuenta,
aprenderemos a contagiarnos de alegría, compartir el bienestar, acercarnos a
la felicidad y convertirnos en seres amorosos.
La felicidad es un proyecto colectivo, no una
aventura individual.
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