La neurociencia ha demostrado que nuestros cerebros
son plásticos. Más aún, ha demostrado también que nuestra arquitectura neuronal
se organiza en función de nuestras experiencias y en especial, de las
relaciones que establecemos con los demás. Nuestra mente es, literalmente,
producto de nuestra historia social. En consecuencia, ser sociable ayuda a
mantener la plasticidad mental y a aprender. Estas son las principales
propuestas de la Neurobiología Interpersonal, una disciplina emergente,
originada por el médico psiquiatra de UCLA Dr. Dan Siegel.
Desde su perspectiva, la educación emocional y el
desarrollo de las habilidades blandas, son estrategias apropiadas para
construir arquitecturas neuronales con mayor potencial para el aprendizaje
académico.
El Dr. Siegel sostiene que la educación, para bien o
para mal, configura nuestras mentes. Para mal, con la educación fragmentada que
tenemos hoy. Para bien, si la educación nos prepara para relacionarnos mejor.
Tomar en serio esta aseveración, nos permite visualizar
una educación orientada a desarrollar mentes sanas, flexibles y adaptables.
Donde el profesor genera condiciones adecuadas para que sus estudiantes
establezcan relaciones respetuosas entre ellos y el clima emocional del aula es
de concentración, curiosidad intelectual, asombro y armonía; permitiéndoles un
desarrollo mental óptimo.
La educación de calidad debe preocuparse de generar
competencias relacionales en sus estudiantes. La paciencia, la cooperación, la
empatía, la escucha activa y la amistad, son habilidades que pueden ser
fomentadas en un ambiente educacional apropiado. Y esas mismas habilidades
garantizan un potencial de aprendizaje mayor.
Si el profesor es el responsable de la salud mental
de nuestros jóvenes, si es un motivador para que sus estudiantes desarrollen
creatividad, cambien las preguntas y encuentren nuevas respuestas, si es aquel
profesional que permite que nuestros jóvenes se adapten al cambio inexorable…
entonces, la sociedad los tratará como los verdaderos héroes que son.
Esto es algo que muchos intuíamos. Los buenos
profesores son aquellos que tienen vocación, que quieren a todos sus
estudiantes, que confían y esperan grandes progresos en ellos. Son profesores
de corazón.
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