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viernes, 14 de junio de 2013

Enseñar para el futuro

Alguna vez Dewey dijo que "la educación es el proceso de vivir" y esto sin dudas refleja que tenía una perspectiva evolutiva para analizarla. Cambiar nuestra perspectiva, cambia todo. Cambiar nuestra mirada hacia la educación para verla desde la evolución, cambia nuestra historia. Y eso es muy bueno. La historia debe reescribirse permanentemente. Cuando comprendemos que la educación es una consecuencia de nuestra propia evolución, inmediatamente se hace evidente su origen natural. Y en la naturaleza todo está cambiando, nada es estático. Todo aquello que fluye, que es flexible, se puede adaptar al cambio. Lo rígido en cambio, está condenado.
Esto explica los problemas que presenta el modelo industrial que hemos implementado para educar a nuestra juventud. No tiene flexibilidad ni fluidez. Comienza tarde y termina temprano. No puede adaptarse a los profundos cambios que está viviendo nuestra sociedad. Buscando eficiencia, hemos fosilizado el sistema. 
Pero peor que eso, hemos diseñado un sistema que entrega conocimientos esencialmente añejos. Debemos enseñar para el futuro, en lugar de enseñar para el pasado. La sola idea de entregarle a estudiante conocimientos con el objetivo de "prepararlo" para el futuro, es una falacia. No se puede preparar para un futuro incierto. El currículo basado en contenidos representa el conocimiento del pasado. Es enseñar a usar y entregar herramientas obsoletas a nuestros estudiantes. Enseñamos a nuestros jóvenes el conocimiento que se requería para vivir nuestras vidas, no la de ellos. Estamos al menos una generación atrasados. 
Permítanme sugerir algunas ideas transgresoras:
Debemos suprimir los libros. Proponen un conocimiento estático. Son poco flexibles. Es preferible trabajar con documentos de trabajo, papers en discusión.
Debemos suprimir las pruebas de alternativas. Proponen las respuestas. Las nuestras por supuesto. Necesitamos que los estudiantes aprendan a hacerse preguntas.
Debemos suprimir las pruebas estandarizadas. No consideran el contexto y tratan a todos por igual. La evaluación no debe medir contenidos asimilado sino como el estudiante reflexiona acerca del contenido.
Debemos conectar la educación con la vida real. Una educación más práctica. Se trata de fomentar el aprender haciendo. Sacar a los estudiantes del aula y del colegio y ponerlos en contextos reales.
Debemos conectar el currículo. Hacer ramos colegiados, traer invitados e inculcar siempre la visión de conjunto del proceso. Todos deben comprender las relaciones entre las disciplinas y esto si se puede evaluar.
Debemos aprender conversando y explorando. Aprovechar la curiosidad natural del niño, la inocencia del joven, la rebeldía del adolescente, la ambición de algunos y el altruismo de otros y muy especialmente la sabiduría del adulto mayor. Debemos aprovechar también la intuición, vocación y solidaridad de nuestra parte femenina; sin omitir la lógica, la competencia y la energía de nuestra parte masculina.
Debemos aprender a vivir en el presente, entendiéndolo como una continua transformación, que nos permitirá enfrentar los desafíos que nos propondrá el futuro, pensando desde diferentes miradas, con creatividad y diversidad.
El proceso educativo mirado desde el punto de vista evolutivo, debe iniciarse incluso antes de la concepción, enseñando a los futuros padres a ser padres. Y debe continuar mientras exista vida. Porque es, como decía Dewey, el proceso de vivir. Es el  ciclo de aprendizaje durante nuestra vida.
Cuando señalamos que hay que enseñar para el futuro, no pretendemos conocerlo. Por el contrario. Sabemos que es incierto. Pero de eso se trata, de preparar para la incertidumbre, no acumulando información, sino generando capacidad de procesamiento de información.
Enseñar para el futuro, implica ayudar a descubrir formas de participación, individual y colectiva para contribuir a la continua transformación de nuestro sistema, social y ecológico. Debemos confiar en la capacidad del ser humano para responder creativamente al cambio. Debemos enseñarle a explorar caminos no recorridos y aprender durante el recorrido. Nuestros viejos mapas no sirven. Son otros tiempos.  Los nuevos mapas son efímeros y virtuales. Debemos enseñarle al ser humano a usar el conocimiento que tiene para crear más conocimiento, para generar más preguntas, para alimentar su curiosidad, para concentrarse en nuevas y mejores posibilidades y para convertirse en co-creador del futuro. 
La sola presunción de enseñar, implica una idea de superioridad que debemos dejar de lado. Nuestra generación solo puede enseñarse a sí misma. Partamos por comprender que enseñar es algo que hacemos todos, conjuntamente, al convivir con otros y al vivir en el mundo. Enseñamos a los demás y aprendemos de ellos. Enseñar y aprender es tarea colectiva de todos los miembros de nuestra especie. Profesor y alumno se transforman aprenden y evolucionan.
Enseñar para el futuro, significa desarrollar una cultura educativa que produzca nuevas culturas, mejor adaptadas y más flexibles. Es un proceso colectivo, donde todos nos educamos, al mismo tiempo. Es un proceso orgánico, donde todo está íntimamente conectado, donde no existen límites temporales ni físicos para el aprendizaje. Así enseña la vida, nuestra historia y nuestras experiencias. Aprendemos viviendo,  cuando y dondequiera que estemos. Aprendemos reflexionando sobre nuestro caminar, mientras caminamos.



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