Siento un impulso dentro de mí, que me conecta con el mundo. Soy
parte de ese mundo y me parece que cada cosa que existe en él, me pertenece.
Está allí, para darme una señal. En este sentido, el mundo (al menos el que
percibo), me pertenece. Pero yo también pertenezco al mundo y cada célula de mi
cuerpo es parte de ese mundo. Cada idea que se forma en mi mente, nace de
estímulos que vienen de ese mundo. La naturaleza se comunica conmigo porque soy
parte de ella y la comprendo mejor cuando percibo la intrincada relación entre
sus partes. Puedo ver algunas conexiones, puedo sentir muchísimas otras; puedo
intuir aquellas que mi consciencia me muestra y sé que tengo el potencial para
descubrir las conexiones más sutiles. Nuestro hábitat está profundamente
interconectado. Esa red infinita de conexiones me incorpora a un proceso
evolutivo que sigue un plan. Soy parte de un proceso natural que evoluciona
hacia la preservación de la vida.
Siento una conexión profunda con mis hijos. Son parte de mí y
tienen tantas cosas de mí, que siento que son mi continuación. Son la respuesta
que ha dado la naturaleza al problema de mejorar mi versión. Son mi futuro. Concebidos
y criados en un ambiente amoroso, están preparados para continuar la tarea de
preservar la vida. Pero ellos son parte de una familia y esa familia es parte
de una sociedad. En esa sociedad vivimos todos los seres humanos. Somos parte
de ella. Cada uno con su propia tarea, en su propio proceso de desarrollo y buscando
sus respuestas. Estamos conformando una comunidad que refleja lo que somos,
donde estamos y hacia donde nos dirigimos. En esa comunidad debemos vivir y
relacionarnos, no solo para desarrollar nuestro potencial y contribuir al
bienestar común, sino también para colaborar en el proceso de exploración
colectivo que permitirá a la humanidad, comprender su rol en el cosmos. Nuestra
sociedad está irremediablemente amarrada a un destino común. Estas ligazones
nos incorporan a un proceso evolutivo que también sigue un plan. Soy parte de
un proceso social que evoluciona hacia la comprensión de la vida.
Siento un vínculo profundo con mi pasado. Somos lo que somos
porque hemos sido quienes fuimos. Porque vivimos las experiencias que vivimos. Y
llegamos a ser quienes somos, porque nuestros antepasados fueron quienes
fueron. Ellos sembraron sus semillas y nosotros somos sus frutos. Para germinar
requerimos tiempo, cuidado y confianza en la naturaleza... Ese regalo histórico
ya lo recibimos. Nuestra vida nos ha convertido en lo que somos. Nuestros
errores nos han permitido aprender lecciones y no podríamos haberlos evitados
sencillamente porque no éramos suficientemente sabios. Eran lecciones que
teníamos que aprender. Nuestros aciertos en cambio, nos han mostrado caminos y
alimentado nuestra esperanza. Nos han demostrado que finalmente somos
responsables de nuestro presente. Mi pasado es el camino que solo yo he
recorrido y que sigue la dirección que mis intenciones y decisiones han
escogido. El tiempo que he demorado en el recorrido responde a mi proceso de
aprendizaje. Aprendizaje que responde a un plan de desarrollo personal. Soy
parte de un proceso temporal que evoluciona hacia el desarrollo de mi pleno
potencial.
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