Siento que soy algo más que un grupo de células, neuronas, tejido,
órganos, músculos y huesos. Mucho más que una máquina viva. Más que un
organismo biológico que busca sobrevivir en un ambiente siempre cambiante. Noto
que mi cuerpo es una manifestación física de las ideas, pensamientos y energía
que son procesados en mi mente e incluso me doy cuenta que hay coherencia entre
lo que pienso y lo que sucede. La naturaleza y yo estamos en una conversación
acerca de las conexiones entre mi desarrollo personal y la evolución natural. Y
esa conversación nos conduce hacia la inevitable conclusión de que a medida que
me desarrollo, más conexiones se hacen evidentes. A medida que profundizo mi
autoconocimiento, más compleja me parece la naturaleza. Entonces comprendo que
viajamos juntos y coevolucionamos para responder a ese impulso de
desarrollarme, preservar y comprender la
vida. Ese impulso se hace cada vez más evidente a medida que reflexiono y tomo
conciencia.
Siento que soy algo más que un miembro de mi familia. Algo más que
un miembro de una comunidad o una sociedad. Siento la responsabilidad de contribuir
a la tarea de la humanidad, porque no hay otro humano que tenga mi historia o
mi perspectiva. Comprendo que soy una pieza única en el puzle que debe resolver
el ser humano. Me doy cuenta de que cada “otro” es también una pieza fundamental
para completar el acertijo. Y que el enigma que debemos resolver va
evolucionando con nosotros. Cada
generación tiene misterios que desvelar. Entonces, en esta era, mi voz se debe
unir a las voces de todos los humanos para aportar la nota justa que requiere
la transformación social que nos hará comprendernos mejor. A medida que escucho
más voces, más diáfano me parece el canto humano. A medida que seamos más los
cantores, más afinada será la melodía. Entonces comprendo que nuestro cantar se
expresa en la sociedad que hemos hilvanado y que todos estamos respondiendo al
plan que nos hace progresar como especie y que se genera en ese impulso de
curiosidad primordial que nos caracteriza.
Siento que el tiempo es mi profesor. Que mi vida es mi escuela y
mi reflexión es mi universidad. Mis experiencias me enseñan. La profundidad con
que las analizo, me forman. Siento que el tiempo se adapta a mi desarrollo y me
permite comprender, solo cuando estoy preparado para la lección. Y si el tiempo
es así conmigo, debe serlo con la humanidad. El aprendizaje de nuestra especie
ha sido lento porque hemos evolucionado colectivamente y porque ahora todos estamos
enfermos. El amor por el dinero se ha convertido en una epidemia contagiosa que
tendremos que erradicar. Algo que sabemos pero que necesitamos procesar. Aunque
nos queda un largo camino por delante, tendremos éxito, porque no existe nada
más poderoso que el espíritu humano. Sobretodo porque tenemos un impulso poderoso
que nos obliga a desarrollar plenamente nuestro potencial. Y sospecho que el
potencial del ser humano es verdaderamente enorme.
Confío en el ser humano, a pesar de su actual comportamiento. Confío
en estos impulsos. Porque vienen de la eternidad.
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