La educación tradicional es económica y por tanto, racional. Está basada en la producción de valor físico. Tiene por lo tanto, premisas esencialmente materialistas. Es y fue muy necesaria para el ser humano que necesitaba aprender a ganarse la vida en forma autónoma. Pretendía que el estudiante adquiriera competencias concretas para desarrollar una actividad productiva y lo hacía competir para progresar. Pero es una educación que tiene problemas porque el mundo no es exclusivamente material. Paulatinamente nos dimos cuenta que hay consecuencias negativas e imprevistas, cuando se educa exclusivamente para el progreso individual. Nuestro medio ambiente sufre, el ser humano se estresa y las reglas de convivencia se rompen.
La educación ecológica: Una educación basada en la biología y la ecología, que reconoce la propuesta tradicional y agrega una visión ecológica y emocional. Es una educación más responsable. Reconoce la profunda interconectividad en que vivimos. Está basada en la fuerza de la diversidad y del trabajo en equipo. Es colaborativa, respetuosa del medio ambiente y eminentemente social. Persigue que el estudiante logre autonomía, aprendiendo a relacionarse con los demás, a respetar la vida en cualquiera de sus formas y a construir comunidades.
Pero reconozcamos que también es una educación que presenta problemas, porque el universo tampoco es exclusivamente material y relacional. Existen fuerzas invisibles que este tipo de mirada no considera: energías que son relevantes para nuestro bienestar. La cabeza y el corazón no bastan.
Por eso, hubo que inventar otra forma de educar...
Apareció entonces la educación energética: Una educación basada en la física, que plantea que vivimos en un universo energético. Que también reconoce los aportes de las educaciones tradicional y ecológica, pero que agrega una nueva dimensión. Considera a lo material como un tipo de energía y se preocupa mucho más de las energías sutiles que influyen en nuestra realidad: las emociones, los pensamientos, los sentimientos, los deseos y las mal llamadas habilidades blandas. Propone ver a las ideas como un tipo de energía también y en ese sentido, es una mirada que persigue que el estudiante produzca valor energético y aumente su bienestar. Una educación que nos convierte en creadores y emprendedores, que desarrolla nuestros talentos y amplía nuestra conciencia.
Esta nueva educación acertadamente, potenció la imaginación, pero aun así, no logró resolver los problemas existenciales del ser humano.
Fue así como nació la educación espiritual: Una educación basada en la física cuántica y en las religiones orientales. Es una educación que construye una mirada validando las educaciones anteriores pero que se empeña en que descubramos nuestra verdadera identidad y en darle un sentido profundo a nuestras vidas. Sostiene que estamos atrapados en una ilusión onírica y pretende despertarnos. Una educación orientada a la realización plena. Una mirada que nos hace descubrir una nueva forma de entender la realidad. Nos convierte en observadores de nuestra propia conciencia y finalmente nos ilumina.
Esta educación espiritual nos está transformando en seres con cuerpo, mente y espíritu. Sin distinguir entre ellos. Y nos ayuda a descubrir que somos una gran conciencia experimentándose desde diferentes puntos de vista. Esta es la educación que hace que el hombre y la humanidad se conviertan en Uno. Es la ciencia que descubre la No-dualidad.
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