Hay una premisa educacional que ya ha sido desmentida fehacientemente por los descubrimientos de la neurociencia y la psicología evolutiva. Y el sistema, sigue insistiendo en profundizar un error que tiene profundas consecuencia para la vida en comunidad. La premisa errónea es que hombres y mujeres son iguales desde el punto de vista cognitivo. Esto no es así.
Hay profundas diferencias biológicas entre hombres y mujeres que explican porqué procesamos la información con estrategias distintas, dependiendo de nuestro género. Son diferencias de carácter evolutivo.
No es ningún misterio para los profesores, que los niños rinden mejor en las pruebas de alternativas y que las niñas tienden a obtener mejores calificaciones en las pruebas de desarrollo. Lo primero, está ampliamente demostrado en las pruebas de selección universitaria, donde el número de puntajes nacionales masculinos supera radicalmente al número de puntajes nacionales femeninos, provocando de paso una brecha injusta en el ingreso a la educación superior. Sin ninguna duda, la PSU, privilegia al género masculino. Lo segundo, está también suficientemente demostrado en las calificaciones tanto del colegio como de la universidad, donde las mujeres obtienen sistemáticamente mejores promedios que los hombres.
Además, es un hecho conocido que los varones tienden a procesar mejor lo abstracto -como las matemáticas- y que las mujeres son mejores comunicadoras y sobresalen en el uso del lenguaje.
A pesar de tener evidencias estadísticas formidables y universales respecto de las diferentes estrategias que usan hombres y mujeres para procesar la información, la educación sigue intentando homogeneizar sus procesos. Sigue pretendiendo que hay una uniformidad que no existe y acrecentado la premisa de una igualdad imaginaria. Esto no le hace bien a la sociedad.
Para nadie es un misterio que los hombres son más competitivos que las mujeres. Desde su tierna infancia, basta entregarles una pelota en un cumpleaños, para que se entretengan y compitan. Los humanos de género masculino, en un proceso evolutivo de miles de generaciones, han heredado estructuras neuronales eficientes para la cacería y la guerra. En general, se interesan en conseguir cosas. Pueden enfocarse en su objetivo y luchar sin cuartel, para lograrlo. La educación tradicional, fragmentada, jerarquizada, competitiva y racional, favorece las estrategias de pensamiento masculinas.
Por el contrario, las féminas son bastante más solidarias que los varones. Ellas, desde niñas se entretienen con muñecas, desarrollando empatía. Las mujeres, han heredado estructuras neuronales eficientes para la recolección y el cuidado. Procesan la información tomando en consideración el contexto y se preocupan del futuro. Son previsoras y protectoras. En general, las mujeres se interesan en las personas. Son más sociales que los varones. Una educación que reconozca la validez de las estrategias femeninas para procesar información, tendría que ser holística, innovadora, solidaria, emocional y colaborativa. Justamente las carencias que tiene la sociedad actual.
Nuestra sospecha es que como la educación pretende invisibilizar las diferencias de género y favorece a los varones, la sociedad se ha ido masculinizado. Se ha hecho más competitiva y materialista. Más violenta y práctica. Más inmediatista.
Y también sospechamos que si pudiésemos corregir la idea de que hombres y mujeres somos iguales y pudiésemos transformar el sistema educacional, para valorar en su justa dimensión el aporte del amor, de la empatía, del cuidado y de la protección, y muy especialmente de la creatividad, recién entonces, lograríamos comenzar a sanar a la sociedad. Recién entonces nos preocuparíamos del medio ambiente, de relacionarnos mejor, de reconocer y expresar nuestras emociones, de cuidar a nuestra descendencia y volvernos sustentables.
Recuerden, en general, los hombres se interesan en las cosas; y las mujeres en las personas. Pero el mundo no es en blanco y negro. La educación debe reconocer estas diferencias de género y todos los matices entre ellos. Respetar las diferencias y fomentar la individualidad para equilibrar el interés por el progreso (cosas) con el interés por la convivencia (personas). Esa es la educación que necesitamos para un futuro pacífico.
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