Escuchaba hoy a la periodista Beatriz Sanchez, haciendo referencia a la necesidad de combatir la sensación ambiente (microclima, según sus palabras), de que muchos piensan como nosotros. Un microclima peligroso porque nos vuelve más categóricos y menos flexibles; nos convierte en fundamentalistas. Nuestras amistades y relaciones sociales tienden a reforzar nuestras opiniones y podemos podemos caer fácilmente en el error de creer que la verdad se encuentra en las ideas de aquellos a quienes frecuentamos.
Somos proteccionistas de nuestras creencias. Pero en una época de globalización, el proteccionismo tiende a aislarnos, sin exponernos a la riqueza que podríamos encontrar en la diversidad.
Históricamente, el antídoto más simple para combatir esta endogamia intelectual, ha sido aprender a escuchar. Estamos hablando de una actitud. De escuchar para comprender y no para rebatir, de escuchar abiertos al aprendizaje. Si la reforma educacional solo se hubiese enfocado a desarrollar habilidades blandas, con énfasis en la escucha respetuosa, habríamos logrado expandir la conciencia de nuestros estudiantes en lugar de radicalizarlos con posiciones intransigentes. Pero volvamos a nuestro tema...
Otros remedios tradicionales han sido leer, viajar y exponernos a otras culturas, en especial a las ideas de los artistas. Todas son opciones que amplían nuestro mundo, siempre que elijamos bien qué leer, donde ir y a quien admirar.
Como hemos dicho en estas páginas, este fundamentalismo es una ilusión que se agrava con el mal uso de nuestras redes sociales. Cuando nos conectan con quienes piensan parecido y nos esconden las ideas de aquellos que difieren de nuestra interpretación de la realidad, cuando limitan nuestra escucha. Pero hoy, nadie está educando para usar las redes sociales como herramientas de ampliación de conciencia. El potencial de la tecnología se está dilapidando cuando restringimos nuestra comunicación con mentes similares.
Hoy, con la ayuda de la web, todos podemos aprovechar de expandir nuestras mentes y comunicarnos directa o indirectamente con grandes pensadores, genios extravagantes, artistas innovadores y científicos en la vanguardia del conocimiento. Así debiéramos usar la internet. Así debiéramos construir nuestras relaciones virtuales. Contactándonos con ideas que nos muevan el piso, con propuestas que nos descoloquen, con curiosidades que nos asombren, con descubrimientos que nos maravillen.
Debemos enseñar a nuestros jóvenes a ampliar sus pensamientos, conectándose y siguiendo a personas distintas, a enterarse de los acontecimientos leyendo medios de distintas posturas en todo el mundo, a enriquecerse con las ideas de los grandes maestros de la humanidad, a conocer culturas diversas, a cultivar su capacidad de asombro en el intrincado cosmos virtual y a descubrir nuevos horizontes de pensamiento.
Las charlas TED, que son ideas para compartir, debieran ser parte del currículo. El Puerto de Ideas, debiera estar abierto a todas las escuelas y el Congreso del Futuro debiera estar dirigido a los niños.
Lamento no ver a nuestros profesores o políticos trabajando para rediseñar la educación. Probablemente están ya afectados por la endogamia económica (todo se mira en función del dinero) y por eso atienden solo a los aspectos financieros de la actividad. Por eso, comparto la preocupación de Beatriz Sanchez ante la epidemia de endogamia intelectual. Y propongo diseñar una nueva educación, que aproveche la tecnología para atacar esta enfermedad y así, evitar que sigamos estrechando nuestras mentes.
Una educación que nos invite a escuchar con respeto, a leer con amplitud, al viaje intercultural, al asombro creativo, a la exposición a ideas profundas, a la conversación amable y a la convivencia empática. Una educación respetuosa de la naturaleza y responsable ante la vida.
Pensamos que la única opción de supervivencia del ser humano pasa por estirar las mentes de los niños para que la consciencia colectiva del ser humano pueda flexibilizarse y adaptarse a los grandes cambios que nos propondrá el futuro cercano.
Estirar en lugar de estrechar...
¡Ojalá no sea demasiado tarde!
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