
Somos proteccionistas de nuestras creencias. Pero en una época de globalización, el proteccionismo tiende a aislarnos, sin exponernos a la riqueza que podríamos encontrar en la diversidad.
Históricamente, el antídoto más simple para combatir esta endogamia intelectual, ha sido aprender a escuchar. Estamos hablando de una actitud. De escuchar para comprender y no para rebatir, de escuchar abiertos al aprendizaje. Si la reforma educacional solo se hubiese enfocado a desarrollar habilidades blandas, con énfasis en la escucha respetuosa, habríamos logrado expandir la conciencia de nuestros estudiantes en lugar de radicalizarlos con posiciones intransigentes. Pero volvamos a nuestro tema...
Otros remedios tradicionales han sido leer, viajar y exponernos a otras culturas, en especial a las ideas de los artistas. Todas son opciones que amplían nuestro mundo, siempre que elijamos bien qué leer, donde ir y a quien admirar.

Hoy, con la ayuda de la web, todos podemos aprovechar de expandir nuestras mentes y comunicarnos directa o indirectamente con grandes pensadores, genios extravagantes, artistas innovadores y científicos en la vanguardia del conocimiento. Así debiéramos usar la internet. Así debiéramos construir nuestras relaciones virtuales. Contactándonos con ideas que nos muevan el piso, con propuestas que nos descoloquen, con curiosidades que nos asombren, con descubrimientos que nos maravillen.
Debemos enseñar a nuestros jóvenes a ampliar sus pensamientos, conectándose y siguiendo a personas distintas, a enterarse de los acontecimientos leyendo medios de distintas posturas en todo el mundo, a enriquecerse con las ideas de los grandes maestros de la humanidad, a conocer culturas diversas, a cultivar su capacidad de asombro en el intrincado cosmos virtual y a descubrir nuevos horizontes de pensamiento.
Las charlas TED, que son ideas para compartir, debieran ser parte del currículo. El Puerto de Ideas, debiera estar abierto a todas las escuelas y el Congreso del Futuro debiera estar dirigido a los niños.
Lamento no ver a nuestros profesores o políticos trabajando para rediseñar la educación. Probablemente están ya afectados por la endogamia económica (todo se mira en función del dinero) y por eso atienden solo a los aspectos financieros de la actividad. Por eso, comparto la preocupación de Beatriz Sanchez ante la epidemia de endogamia intelectual. Y propongo diseñar una nueva educación, que aproveche la tecnología para atacar esta enfermedad y así, evitar que sigamos estrechando nuestras mentes.
Una educación que nos invite a escuchar con respeto, a leer con amplitud, al viaje intercultural, al asombro creativo, a la exposición a ideas profundas, a la conversación amable y a la convivencia empática. Una educación respetuosa de la naturaleza y responsable ante la vida.

Estirar en lugar de estrechar...
¡Ojalá no sea demasiado tarde!
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