El cuerpo es el vehículo en el que viajamos por la
vida. Descuidarlo es poner en riesgo nuestra supervivencia. Es portador de
nuestra herencia bio-cultural. En nuestra genética y en nuestra cultura están
los a prendizajes más profundos de nuestros ancestros. A través de nuestro
cuerpo, se nos ha regalado todo el potencial del pasado familiar. Allí están
nuestras raíces y nuestra historia.
Pero el cuerpo vive en el presente, en el aquí y el
ahora. Absorbiendo y transformando la energía a su alrededor. Evolucionando.
Así, sostenida e inexorablemente, nuestro cuerpo procesa información y se
adapta. Se va convirtiendo en el microcosmos del mundo que generamos con
nuestros pensamientos, creencias y acciones. En efecto, allí habita nuestro espíritu. Somos
nuestro cuerpo, en más sentidos que la dimensión material. Es la manifestación
física de nuestra alma. Y por eso, nuestro cuerpo, nos guste o no, refleja
quienes realmente somos.
La primera gran lección que debemos extraer de la vida
es “aprender a cuidarnos”. Por eso la psicóloga Vinka Jackson sostiene que “la
educación es inseparable del cuidado”. Nos toma años, alcanzar la autonomía. “Cuidar
es una responsabilidad colectiva”, insiste. Necesitamos una ética del cuidado y
la adecuada protección del sistema educativo para prepararnos a ser adultos conscientes.
Por su parte, la coreógrafa Karen Connolly sostiene
que el “dominio del cuerpo es una gran victoria que tiene múltiples
beneficios”, extendiendo sus alcances más allá de lo físico, hasta los ámbitos
emocionales, psicológicos y espirituales. Según ella, el cuerpo es un
instrumento de aprendizaje y el movimiento es un arte. Siguiendo su
argumentación, nuestro comportamiento entonces, debiera ser el resultado de
nuestro aprendizaje por la vida. A mi me suena muy coherente. ¿A usted, no?
El profesor y montañista Claudio Lucero piensa algo
parecido. En la montaña aprendió a tener conciencia absoluta sobre su cuerpo,
ya que allí es un asunto de vida o muerte. La naturaleza sostiene, “es
formadora de seres humanos con valores sólidos”, porque obliga a formar equipos
responsables y estrechos vínculos emocionales. Recomienda “escuchar a nuestros
cuerpos” y “hacer aquello que nos haga felices”.
Nuestro cuerpo se rige por una pauta biológica que
conocemos como el “principio del placer”. Se aleja del dolor y busca el placer.
Reconocemos que, como señalan algunas religiones ancestrales, “el placer es un
arma de doble filo”. Pero, tanto evitarlo como exacerbarlo puede herirnos.
Cuidar nuestro cuerpo implica obtener información de
las sensaciones que percibimos. Nuestras emociones son un reflejo del estado en
que se encuentra nuestra conciencia. Son fuente de información para una vida
sana y feliz. Son mensajes que apuntan a nuestro bienestar.
Tal vez el pecado más doloroso que la sociedad
occidental ha cometido en contra del cuerpo es condenar la sexualidad. La
mayoría de las religiones occidentales propone la abstención como receta para
tratar algo tan natural como el deseo sexual. Es cierto que la excesiva e
inmadura sexualidad nos puede dañar, pero la necesidad de placer es intrínseca
al ser humano y reprimir el deseo es peligroso. Como se ha hecho patente en las
instituciones religiosas más conservadoras, el ser humano excesivamente
reprimido puede expresar ese deseo de placer de formas menos naturales y más
dañinas.
La sexualidad es una característica sagrada del ser
humano. ¡Defendámosla!, en lugar de reprimirla. Es fábrica de vida, es semilla
de amor, es unión apasionada y entrega total. Es generadora de descendencia,
señal de continuidad. Es una transferencia de energía vital que supera con
creces el contacto genital. Es una danza que conduce al éxtasis, una cumbre que
gozamos y una expresión de la fuerza vital que anida en nuestros corazones. ¿Qué
puede ser más natural que expresar nuestros sentimientos a través de la unión
física de nuestros cuerpos?
Cuidemos nuestros cuerpos, defendamos nuestra
sexualidad, disfrutemos el placer desde el amor y expresemos nuestra energía
física como una manifestación de nuestra espiritualidad.
Cuidar el cuerpo es cuidar el alma…
Cuerpo y alma no están separados. Nunca lo han
estado.
Tu alma y tu cuerpo mantén y verás ...
ResponderEliminarParte del himno "Ciudadano del mundo".