La reflexión es la principal herramienta que posee el ser humano para flexibilizar su conducta. Sin reflexión continuaríamos cometiendo los mismos errores. Intentaríamos una y otra vez conseguir el resultado que queremos, del mismo modo o usando la misma estrategia. El error solo aparece después de haberlo cometido. Con la misma información y en la misma situación, estaríamos condenados a repetir nuestras equivocaciones... a menos que reflexionemos. Y que en esa reflexión, estemos dispuestos a reconocer que algunas de nuestras creencias eran falsas.
En ese sentido, la reflexión es un acto de humildad. Tal vez por eso cuesta tanto generar el cambio tan urgente que desea la sociedad. Todos seguimos estando equivocados y culpando a los demás.
Nuestras autoridades políticas no parecen dispuestas a cuestionar sus ideologías, aunque siguen produciendo malos resultados e insisten en estrategias repetidas sin aprender en el proceso. Necesitan reflexionar.
"El acto de reflexión consiste en soltar las certidumbres"
Humberto Maturana
Pero no son solo los políticos. En la mayoría de los ámbitos, nos encontramos con el mismo problema. En educación, por ejemplo, los profesores no quieren cuestionar sus métodos y pretenden que se reconozca su labor aunque el aprendizaje de sus estudiantes sea escuálido. En salud, los médicos siguen tratando enfermedades en lugar de dedicarse a prolongar la salud. El sistema judicial, sigue empeñado en utilizar un código (penal o civil) que no resuelve los problemas de convivencia.
Nadie se atreve a cuestionar las certidumbres más básicas: ¿Es el sistema democrático que tenemos, apropiado para legislar? ¿Es el modelo educativo fragmentado y estandarizado, apto para educar en estos tiempos? ¿Está la salud al servicio de la salud o al servicio de otros intereses? ¿Es el sistema judicial basado en códigos pretéritos adecuado para un mundo tan cambiante?
Nuestra realidad no es lo que parece
ser. La interpretamos. Pero la interpretamos de acuerdo a nuestros intereses. La manipulamos irremediablemente y nos convencemos de que todo está bien. Pero no es así. Necesitamos perder el
miedo a la incertidumbre, atrevernos a dar un salto al vacío, estar conscientes de nuestros sesgos cognitivos,
emocionales, físicos, personales y culturales; y fundamentalmente aprender a cuestionar todas nuestras creencias añejas. Son muchas las premisas que nos limitan y están ocultas a nuestra percepción. Solo
vemos aquello que nos interesa. Necesitamos ampliar la mirada para flexibilizar nuestro comportamiento. Para construir una sociedad sana y justa, se requiere humildad, valentía, altruismo y algo de tiempo para hacerse las preguntas correctas. En todo esto estamos fallando. Reaccionamos sin pensar y seguimos equivocando el rumbo. ¿Hasta cuando?, me pregunto... ¿Hasta que sea demasiado tarde?
¡Necesitamos con urgencia, reflexionar!
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