Cuando los primeros astronautas
viajaron al espacio y vieron la Tierra desde una nueva perspectiva,
experimentaron una expansión de consciencia que transformó sus vidas. Los
límites geográficos y físicos dejaron de tener sentido, los países no se
distinguían desde el espacio y las preocupaciones mundanas parecían no tener
relevancia. La fragilidad de la atmósfera daba cuenta de nuestra
vulnerabilidad, ya no como especie, sino como planeta. Éramos la tripulación en
un minúsculo satélite azul, protegido por una sutil capa atmoférica, que giraba
alrededor del Sol, en la inmensidad de un Universo interminable. El destino de
la humanidad y de la naturaleza, de la vida tal como la entendemos, estaba
entrañablemente unido al destino de la Tierra. El planeta se movía con cierto
ritmo. Parecía tener vida propia.
Por esta razón, hemos escogido a
Gaia, la imagen de la Tierra vista como un ser viviente, desde el espacio
exterior, como símbolo de la conciencia planetaria, propia de este paradigma: Integral.
Los profesores integrales, comprenden
que el proceso educacional es un proceso evolutivo. Los organismos vivos,
individual y colectivamente, tienden a adaptarse permanentemente a los cambios
medioambientales. Su comportamiento es complejo, es decir, son extremadamente
sensibles a las condiciones iniciales. Son esencialmente impredecibles.
Por esta razón, son personas de
mentes abiertas, flexibles, dispuestas a aceptar lo imprevisto. Son conscientes
de sus actos y contemplan los problemas con visión panorámica.
Tienen además, la capacidad para
reconocer sus emociones, sus juicios y sus interpretaciones. En resumen, pueden
ver su paradigma.
Pero más que eso, los profesores
integrales, son en esencia, “buenas personas”, íntegras, empáticas y generosas.
Por eso tienen la vocación de enseñar. “Enseñamos lo que somos…la buena
educación viene de buenas personas” ( Parker Palmer en “El Coraje de Enseñar”).
Las instituciones educacionales
integrales son parecidas. Entienden que el proceso educativo se da en la
convivencia y por tanto, tienden a ser comunidades o a estar permeables a la
comunidad. No tienen límites bien definidos. Su organización es fractal, es
decir, en cada área se repite la estructura. Su objetivo principal es lograr
armonía en el desarrollo individual y colectivo. El escenario es sistémico,
distinguiendo claramente los patrones, las conexiones y vínculos entre los
distintos estamentos.
La actitud del profesor frente a sus
estudiantes es de profundo respeto, consciente de que en el proceso evolutivo,
todos cambian y por ende, el también aprende. Desde esa mirada, sus alumnos son
también sus profesores.
El aula también ha perdido sus
límites. Es itinerante, ya que no se circunscribe a un lugar específico. Se
aprende haciendo, experimentando, observando directamente. Pero se aprende en
dos espacios diferentes: tanto desde la naturaleza, el exterior; como desde uno mismo, el propio interior. Ya
no solo hay espacio para observar la naturaleza desde afuera, sino también para
procesar internamente el aprendizaje, reflexionando en profundidad. Ya no se
trata de buscar respuestas, sino de encontrar preguntas. Las actividades
pedagógicas son exploratorias y en todas partes reina un ambiente de gran
curiosidad.
Hay una toma de consciencia acerca
del valor de la vida, en cualquiera de
sus formas. La interrelación entre las personas, la flora, fauna y el
medioambiente es respetada y comprendida. Ya no solo pensamos en el bien común
del ser humano. Tenemos compañeros inseparables. Los animales y la naturaleza
son demostraciones de vida que ha evolucionado junto a nosotros. Somos parte de
un hábitat común. Por esta razón, los cambios se generan como adaptaciones a
los cambios sociales y medioambientales. El ecosistema genera la transformación
puesto que el cambio es un proceso propio de la vida. Es natural que así
suceda. Notar los cambios, por pequeños que sean, resulta fundamental. Solo así podremos reaccionar. Entonces se
necesita y se desarrolla una sensibilidad especial para percibir los “vientos
de cambio” oportunamente.
Nuestro concepto de tiempo también
cambia. Se percibe el comportamiento cíclico del tiempo, una característica que
otorga la posibilidad de madurar cuando se esta preparado. La sabiduría de la
naturaleza es evidente.
Entendiendo que el proceso evolutivo
pasa por el postmodernismo antes de la integración, se hace un esfuerzo
especial por sintetizar la información desde una perspectiva planetaria.
Reconociendo la validez de las
diferentes disciplinas, existe una mirada transdisciplinaria, que le da sentido
al proceso de aprendizaje comunitario. En esta perspectiva, las diferencias
deben integrarse para permitir una visión de conjunto lo más amplia posible.
No parece extraño entonces, que la
flexibilidad, la plasticidad, la espontaneidad sean características propias del
sistema educativo integral.
Resulta difícil para el profesor
moderno, adaptarse a este ambiente. Su racionalidad y sus certezas han quedado
sepultadas en una cultura demasiado dinámica y no tiene herramientas para medir
los aprendizajes o procesos. Se siente y con razón, en un caos.
Para el profesor postmoderno, en
cambio, este ambiente resulta exultante. Su necesidad de llegar a la toma de
decisiones mediante concesiones y consensos, se ve alimentada desde una
perspectiva que le permite integrar y sintetizar procesos. Algo que siempre
había echado de menos. La continua búsqueda de autenticidad propia de las
comunidades integrales, lo apoya en su propio proceso de desarrollo. No le
resulta complicado aceptar esta forma de mirar.
Quienes miran el mundo desde la perspectiva
integral, sostienen que la vida es una extraordinaria y magnífica maraña de
jerarquías, holarquías, sistemas y organizaciones que están intrínsecamente
conectadas. La vida tal y como es, debe vivirse en plenitud pero
responsablemente. La vida debe enseñarnos a conocernos y mejorarnos hasta
convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Lo importante del proceso
educativo integral es aprender a ser. La verdadera educación integral debe
revelar el potencial pleno del estudiante y desarrollarlo al máximo.
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