Como ya hemos señalado, en el sistema educacional encontramos 4 paradigmas:
El más común y que casi todos hemos vivido de alguna u otra manera, es el paradigma Tradicional -que podríamos representar por una biblioteca- en donde el proceso educativo consiste en transmitir conocimientos desde el profesor al alumno. Quienes operan desde este paradigma, usan el pensamiento lineal, donde causa y efecto están íntimamente relacionados. Los profesores se sienten dueños de la verdad, portadores del conocimiento de cada disciplina y pretenden lograr obediencia en estudiantes pasivos que deben ser preparados para incorporarse a la sociedad como obreros, empleados o ejecutivos, obedientes y respetuosos de la autoridad y desde allí contribuir y desarrollarse haciendo un buen trabajo. La cultura es autoritaria, las posturas más bien radicales y las organizaciones son jerárquicas. La extravagancia, la creatividad, la independencia y la autonomía no son bien recibidas. El objetivo de la institución educacional es preservar la cultura y los valores, manteniendo la estabilidad de la sociedad. La fragmentación es vista como una forma para resolver problemas y por eso, el curso se define como sistema y el aula es el ecosistema donde se genera esta transferencia de conocimientos, valores y creencias. En este ambiente, el cambio solo se genera desde arriba (top-down) y por eso el profesor tiene todo el poder y la autoridad dentro del aula. Se emplea el premio y el castigo (la zanahoria y el garrote) y quien no se adapta, literalmente es expulsado.
Los cambios en la organización, vienen desde arriba. Son propuestos por el superior. Y si este no tiene razones para cambiar, intentará mantener el status quo. En este tipo de organizaciones, burocráticas, rígidas y estructuradas, la resistencia al cambio es enorme.
Los cambios en la organización, vienen desde arriba. Son propuestos por el superior. Y si este no tiene razones para cambiar, intentará mantener el status quo. En este tipo de organizaciones, burocráticas, rígidas y estructuradas, la resistencia al cambio es enorme.
Hemos escogido una biblioteca como símbolo de este paradigma, por varias razones: No cabe duda que los libros son fuente de sabiduría y que una excelente biblioteca es un gran apoyo para cualquier proceso educacional. En una biblioteca pueden haber buenos y malos libros, entretenidos o aburridos, viejos clásicos y novelas de moda pero saber elegir el libro adecuado para lo que necesitamos aprender, es un verdadero arte. Asimismo, un libro impreso aunque puede ser muy valioso y contener mucha información, pero también es estático y modificar su contenido requiere revisiones, actualizaciones y nuevas ediciones que son caras, escasas e infrecuentes y por tanto, tiende a petrificar su contenido. Lo escrito ya ha adquirido una cierta materialidad y se va convirtiendo en ley, sin importar los avances de la ciencia en esa disciplina. Una biblioteca, es un buen símbolo de la estabilidad que busca el sistema, pero que al mismo tiempo, rigidiza y perpetúa una cierta manera de pensar. Es una institución conservadora, de culturas, creencias, conocimientos y valores.
El principal actor de las instituciones educacionales tradicionales es el profesor. Esa es su gran fortaleza y curiosamente, también su gran debilidad. Con buenos profesores se resuelven la mayoría de las limitaciones de este paradigma; con malos profesores los peligros son gigantescos. Y, como veremos, es muy fácil convertirse en un mal profesor.
En las instituciones que funcionan con esta cultura, la gran amenaza es que "el profesor se crea el cuento", que pierda de vista el verdadero sentido de su trabajo y que se desilusione de sus alumnos. Con el poder y la autoridad que le confiere el modelo, el ego del profesor tiende a crecer, su paciencia comienza a disminuir y tiende comenzar a menospreciar a sus alumnos. Con la repetición de tareas, su ilusión de cambiar el mundo se va marchitando. La falta de oportunidades y el poco reconocimiento social, aumentan su frustración. Poco a poco, se va transformando en un pequeño dictador, pierde entusiasmo y disminuye sus expectativas. Cuando esto ocurre, los resultados académicos de sus alumnos se deterioran y se protege culpándolos a ellos. Entra en un círculo vicioso que perjudica a todos.
Esta es una de las tantas razones de porqué la formación valórica de los profesores es fundamental. Afortunadamente, quienes estudian pedagogía normalmente tienen vocación y ética; pero sobre todo, la mayoría de los buenos profesores está consciente de estos peligros y se constituyen en modelos a imitar por los profesores más jóvenes.
Tal vez la característica más importante de un profesor que trabaja en una institución tradicional, es mantener el respeto por sus alumnos. Siempre debe esperar que el estudiante supere al maestro y entrar al aula a entregar sus conocimientos para que la siguiente generación pueda continuar la aventura humana con mejores posibilidades.
El profesor autoritario, cascarrabias, que refuerza su ego dentro del aula y menosprecia a sus alumnos, hace más daño del que se imagina.
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