El año pasado,
las multitudinarias voces de la calle, gritaban sin cuartel: CALIDAD, ¡queremos
una educación de calidad!
El respaldo
popular que recibieron las manifestaciones estudiantiles nos debiera remecer el
piso. Si hay algún espacio para la autocrítica en los que trabajamos en
educación, tenemos que reaccionar. Algo debemos corregir. Algo estamos haciendo
mal.
Permítanme
sugerir un camino de transformación: la gestión de calidad. El modelo de
gestión que se aplica en educación está basado en un proceso de producción
industrial, que en la era del conocimiento, ha quedado obsoleto.
Permítanme
proponerles una transformación desde la educación industrializada hacia una
educación para el aprendizaje, utilizando un modelo de toma de decisiones
orientado a maximizar la calidad de la educación.
Para empezar,
analicemos, ¿qué entendemos por calidad en educación?
Pero antes, corrijamos
algunos conceptos erróneos de la era industrial:
·
¡La
educación no es un “bien de consumo”!
·
¡La
educación no es un proceso industrial!
·
¡La
educación no es un negocio!
·
¡El
estudiante no es un producto!
Permítanme
entonces, proponerles algunos conceptos fundamentales:
·
¡La
educación del estudiante es el producto!
·
¡La
educación es un trabajo en equipo!
·
¡La
educación propia es el mejor negocio!
·
¡La
educación de los estudiantes es el mejor negocio para el país!
Entonces,
debemos:
·
Maximizar
la calidad de la educación de cada estudiante.
·
Unir
los esfuerzos de apoderados, profesores y estudiantes.
·
Hacer
que el estudiante sea responsable de su propio aprendizaje.
·
Reconocer
la importancia de la labor docente.
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