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miércoles, 25 de septiembre de 2024

La leyes metafísicas del golf

Pasaron las 2 semanas y a fuerza de repeticiones y continuas justificaciones, mis nuevas creencias se fueron consolidando. La sospecha de una profunda interconexión, más allá de lo material, se convirtió en una firme convicción. Y la influencia de nuestros pensamientos en los acontecimientos que nos suceden se fue haciendo más evidente. Confieso que aún me costaba aceptar que la solidez de la materia era una ilusión mental, pero ya me había persuadido de que efectivamente todo se originaba en la mente. Específicamente en la imaginación. Y a pesar de algunas dudas bien porfiadas, mi mente se había abierto. Había lugar para estas y muchas otras especulaciones en mi nuevo, amplio y maleable caparazón. Me sentía liberado y casi preparado para la próxima lección. Pero el Maestro no aparecía en ninguna parte. Era como si la tierra se lo hubiese tragado. Deduje que aún necesitaba reforzar estas nuevas creencias..., y así lo hice. 

Días después, apareció mientras yo practicaba tirando pelotas. No quiso interrumpirme. Sacó la libreta de mi bolso sin decir ni pío. Se sentó a leerla, sonriendo como cabro chico que hubiese hecho una maldad. Grabó un par de comentarios en su celular y esperó a que terminara el balde de pelotas de práctica. Luego se levantó y me comentó:

– Creo que estás listo para salir a jugar.

– Entonces..., ¿le parecieron bien mis anotaciones? –, pregunté intrigado.

– Al que deben parecerle bien es a ti. Si tu conciencia está tranquila con esa narrativa, eso es suficiente. Ahora puedes aprender cómo operan las leyes metafísicas del golf...

– ¿De qué hablas? 

– De esas fuerzas invisibles que conspiran para que aprendamos nuestras lecciones. Hablo de los métodos que usa el golf para enseñarte. ¿Olvidaste que el golf es tu maestro?

– Es el maestro de mi alma, o si prefieres de mi consciencia. 

– Efectivamente, recuerda también que el cuerpo es el vehículo que nos transporta, que está diseñado para mantener el equilibrio homeostático y nos ayuda a sobrevivir con la ayuda de nuestros sentidos. La mente en cambio, nos asiste en la búsqueda del bienestar procesando la información que recolecta.

– Y ambos son los distractores del alma.

– El cuerpo distrae cuando se siente en peligro, la mente distrae cuando no está en el presente. 

– Cierto. Y el alma se distrae cuando no está en calma. Estas son las reglas del juego. Y el sentido de cualquier juego es disfrutarlo. 

– Pareciera que estás recomendando jugar golf como si estuvieras meditando...

– Si. Sugiero jugar fluyendo, sin resistencias. En un estado de intensa concentración parecido a la contemplación, o mejor aún, a la meditación dinámica. Como si fueras un felino cazando pajaritos por diversión.

– ¿Y que me dices de las leyes metafísicas?

– Son los movimientos de las energías invisibles en un campo de golf..., provocados por nuestras emociones... – El Maestro se quedó en silencio. Por unos segundos pareció perdido. Esperé hasta que preguntó: –. ¿Donde estábamos...?

– Me explicaba las leyes metafísicas.

– Esa es una tarea personal. Es mejor que las deduzcas tú. ¿Te había comentado que la ruta de la felicidad está pavimentada de emociones positivas?

– No. 

– Cuando tu corazón está rebosante de alegría, las fuerzas invisibles tienden a mantener tu pelota en el camino del medio. Igual cosa ocurre con la gratitud, el optimismo, la confianza, la paz y el amor. Son emociones que te ayudan porque están alineadas con la ruta de la felicidad.

– ¿Acaso sostienes que mis emociones afectan el vuelo de la bola?

– Por cierto. Las emociones positivas provocan vientos metafísicos a favor de tus intenciones. Las negativas generan, turbulencias, vientos cruzados y a veces en contra de tus propósitos. Juega golf y verás que hay patrones.

– ¿Entonces crees que el golf es un juego emocional?

– El golf, y no me canso de reiterarlo, la vida también, son juegos didácticos. Te proponen desafíos de aprendizaje. Si los enfrentas con la actitud adecuada habrás aprendido una lección que te será útil en el futuro.

– ¿Como así?

– Tendemos a cometer los mismos errores. La frustración y la ira ni siquiera nos permiten ver la oportunidad de aprender y muchas veces volvemos a tropezar con la misma piedra. Hasta que el juego nos pone una piedra tan grande que nos saca del círculo vicioso. Pero la mayoría de nuestras equivocaciones son provocados por miedos, desconfianzas y ansiedades. La idea es desprendernos de estas emociones limitantes cuando crucemos el puente del aprendizaje y así enfrentar los desafíos futuros con más confianza.

 – Los desafíos del golf son oportunidades para desprendernos de nuestras emociones limitantes. Son forjadores de carácter. 

– Aprovecha de salir a jugar solo, con esta lección bien fresca y otro día me cuentas cuantas leyes metafísicas descubriste en la cancha. ¡Nos vemos!

Salí a jugar estando bien consciente de las emociones que sentía, fluyendo con las fuerzas invisibles y aceptando los desafíos con expectación. Parecía magia. Las fuerzas invisibles jugaron a mi favor y anoté el mejor score de mi vida. No lo podía creer. Tanto que quise contactar de inmediato al Maestro, pero de nuevo había desaparecido. «Paciencia –susurraba el viento costero–, ya aparecerá.»


jueves, 12 de septiembre de 2024

El cambio de caparazón

 

El Maestro se despidió dándome una tarea. Durante las próximas 2 semanas yo tendría que leer la libreta varias veces al día. Y ojalá sintetizar mis aprendizajes con algunas frases fáciles de recordar. 

– Estas listo para cambiar el caparazón y ahora debes convertir esos aprendizajes en creencias –, dijo para explicarse –. Verás, al igual que los cangrejos, tu mente tiene una coraza con tus creencias más arraigadas para protegerte de las ideas que no estas preparado para aceptar. Cuando el caparazón del cangrejo se vuelve demasiado pequeño para su cuerpo, se muda a uno más grande. Lo mismo debe hacer tu mente para darle espacio a tu conciencia en expansión. Te desprendes de tus ideas obsoletas y con las nuevas, construyes una nueva cosmovisión, más amplia y cómoda. Ten cuidado. Hasta que esas nuevas creencias se consoliden, estarás vulnerable. Por eso debes fortalecerlas, repitiéndolas y buscando explicaciones que las justifiquen.

– Ajá! –, exclamé sin poder contenerme –. No sabía que una cosmovisión impedía la entrada de ideas originales. Ni que para expandir la conciencia, se necesitan creencias menos restrictivas. Y ahora que lo pienso, me parece que es justo lo que está experimentando la humanidad. Un cambio de paradigma. 

– Nos vemos en 2 semanas.

El Maestro se retiró moviéndose despacio, como si repentinamente hubiese envejecido. Yo me quedé sumido en una tormenta mental pero comprometido a hacer la tarea asignada. Durante los siguientes días leí la libreta cada vez que podía y llegué a memorizar gran parte de su contenido. Intenté resumir esos aprendizajes y anoté lo siguiente:

1) Para mejorar hay que cambiar la forma de pensar. Evolucionar.

2) No confíes en la memoria. Es traicionera.

3) La vida y el golf son juegos que se pueden disfrutar.

4) Lo que sucede es perfecto para tu aprendizaje. 

5) Permite que tus deseos se hagan realidad.

6) Juega para conocerte a ti mismo.

7) No interfieras. El universo es un gran profesor.

8) Identifícate con el universo para ser feliz.

9) Todo se origina en la mente.

10) La felicidad no está en los extremos, está en el optimismo y la fe. 

11) El golf es mi maestro. Tienes 2 opciones: disfrutarlo o aprender. 

12) Quien aprende es tu Conciencia, tu Alma. Mantenla en calma.

13) Mantén tu Mente en el presente y tu cuerpo en equilibrio. 

Si bien estas fueron las conclusiones que anoté en la libreta, aun no me parecían creencias apropiadas para construir una nueva cosmovisión. Todos los días intentaba transformar estas enseñanzas en verdades incuestionables y nunca quedaba satisfecho. Sin embargo, cuando también consideré el comportamiento de El Maestro en la cancha, me fui convenciendo que estas lecciones no eran literales, hablaban de algo subyacente, mucho más profundo y relevante que una receta para jugar al golf. Algo que intenté expresar en la libreta con "lineas torcidas":

Estamos rodeados por energías invisibles que son sensibles a nuestras intenciones y pensamientos. Esas fuerzas espirituales tejen nuestro destino para que nos sirva de brújula moral. 

El objetivo del juego es aprender a usar la brújula del aprendizaje para ser feliz.

Todo es mental. Incluso el universo es mental. Somos pensamientos de Dios. Estamos interconectados por esa gran Consciencia Divina que desea conocerse mejor. 

No resultó fácil desprenderse del caparazón del materialismo, del individualismo, de la persistente ilusión de la separación. Fue casi doloroso deshacerse del ego. Incluso más difícil resultó aceptar que la materia era una forma de energía mental, o que nuestros pensamientos tenían poder causal. Fue desconcertante. Debí repasar muchas veces esas lecciones con nuevos anteojos. Y darle otro sentido a todo lo que me ocurría. Hubo momentos de pánico. Y sin embargo, mantuve la calma. Con mi mente en el presente y mi cuerpo en reposo, intuí que el optimismo y la fe me ayudarían a ser feliz y a conocerme mejor. A fuerza de repetición y análisis crítico, estas ideas disparatadas poco a poco se fueron transformando en creencias. Abrí mi mente y evolucioné. Ahora me sentía capaz de aceptar ideas más poderosas. Y comprendí que el paradigma idealista era capaz de construir un caparazón muchísimo más amplio y cómodo para mi nueva forma de pensar. Fueron 2 semanas difíciles y sin embargo, valiosas para mi evolución.

jueves, 29 de agosto de 2024

La alumna y sus compañeros.

Comenzamos a recorrer los segundos 9 hoyos con bastante parsimonia. El maestro se mantuvo en silencio. Caminaba sin prisas y jugueteaba con su bastón. Iba totalmente concentrado en la información que percibían sus sentidos. Yo simplemente lo seguí. De pronto, se desconcertó y se detuvo. Parecía haber despertado de un sueño profundo. 

–¿En qué estábamos...? –, preguntó.

– Quedamos en que el golf era mi maestro, pero dijiste que no estaba listo para jugar...

– Ah..., sí, es que aun no sabes quienes son los alumnos.

– Claro que sé quien es el alumno, ¡yo mismo! –, protesté, con algo de curiosidad por el uso del plural.

– Puede ser. Veamos quien es ese yo. ¿Tu cuerpo? ¿Tu mente? ¿Tu alma? – y tras preguntar, siguió caminando como dándome tiempo para reflexionar.

– Mi conciencia –, respondí después de algunos pasos. Yo ya había aceptado que el golf era una experiencia de aprendizaje y sabía que el verdadero aprendizaje producía una expansión de conciencia. 

– Correcto. Tu alma es una alumna. "Alumno" significa estar dispuesto a ser alimentado o iluminado por el maestro. Es tu alma, o conciencia como la llamas tú, la que desea nutrirse de conocimientos y hacerse más sabia. ¿Y quienes serían tu cuerpo y tu mente, entonces?

El maestro no subió al green del hoyo 10, simplemente siguió caminando mientras yo reflexionaba. Aun hacía frío y para no enfriarse, era mejor mantenerse en movimiento. Nuestros pasos se aceleraron. Lo seguí en silencio, mientras la cabeza me daba vueltas intentando responder algo inteligente. 

– Son mis compañeros de curso –. Respondí finalmente.

– Ahá. Buena respuesta. También son alumnos. No te puedes separar de ellos y ambos son grandes distractores para el aprendizaje. Cuando tu cuerpo percibe un peligro, su única prioridad es eliminar la amenaza. Nada más le importa. Por eso, si no quieres que se distraiga, debes mantenerlo relajado y sin amenazas.

 – ¿Y no debiera estar relajado al jugar golf?

Súbitamente el Maestro levantó su bastón, gritó e hizo el ademán de golpearme. Yo instintivamente agaché mi cabeza y subí los brazos para protegerme del inesperado e inminente golpe. 

– ¿Ves? Ahora estás tenso y agitado a pesar de que estamos recorriendo la cancha. Discúlpame, fue una demostración. Ante la amenaza, tu cuerpo recibió un chorro de adrenalina y reaccionó.

– ¡Me asusté! –rezongué mientras seguía intentando calmar mi desbocado corazón. 

– Verás, el swing de golf es un movimiento complicado, que fácilmente puede hacerte perder el equilibrio. Y cuando eso pasa, la respuesta automática del cuerpo, es recuperar el equilibrio sin importar el resultado del golpe. Por eso la regla básica para que el cuerpo no se distraiga mientras haces el swing, es: MANTENER EL EQUILIBRIO.

– Comprendo lo del cuerpo. Si se pierde el equilibrio durante el swing, reaccionará instintivamente sin importar las instrucciones que recibió. Pero, ¿como puede la mente distraerme del aprendizaje?

Ya habíamos llegado al green del hoyo 11. El maestro se detuvo y miró hacia atrás.

– Recorrimos un par 5 entero y posiblemente no te diste cuenta de lo que ocurrió mientras caminábamos. ¿Viste al zorzal bañandose en la poza de agua en el green del hoyo 10? ¿O el árbol resquebrajado justo al doblar el dogleg? Tampoco respondiste al saludo que nos hizo el operador de la cortadora de pasto...¿Donde estabas?

– Oh..., reflexionando, supongo –. Respondí, sorprendido al reconocer que estaba tan absorto en mis pensamientos que no había percibido nada de eso. 

– Bueno, la mente es muy poderosa. Pero hay que saber usarla. Si imaginas, reflexionas, recuerdas o calculas, dejarás de percibir lo que está sucediendo. Por eso, la regla básica para que la mente no se distraiga mientras juegas golf, es: MANTENERSE EN EL PRESENTE. 

– Tiene sentido lo que señalas. Si mi cuerpo se distrae, no puede concentrase en hacer el swing. Si mi mente se distrae, pasaré por alto información relevante. Y entonces... ¿qué debiera hacer el alma?

– MANTENER LA CALMA. La paz espiritual es esencial. Es el estado ideal para aprender. También debes tener fe y confiar en el maestro. Tranquilizar al cuerpo y enfocar a la mente y por supuesto, desear mejorar. 

 – No parece tan difícil –. Comenté y me arrepentí de inmediato. 

–  La soberbia es la peor enemiga de un aprendiz –. Refunfuñó el Maestro, evidentemente molesto. Se volvió y siguió el recorrido agregando–. Veamos si puedes mantener tu mente en el presente por el resto del recorrido. 

 No me volvió a dirigir la palabra. Mi mente en cambio, se descontroló. Por más que intentaba estar en el aquí y ahora, se escapaba hacia el futuro o el pasado. Probablemente para ponerme en mi lugar. Recién entonces, comprendí que el desafío era descomunal.

sábado, 18 de mayo de 2024

El puente del Aprendizaje

Como era de suponer, apenas llegó el Maestro, pidió la libreta. No se le veían los ojos, entre el encasquetado gorro de lana, los anteojos que insistían en empañarse y la bufanda que protegía su nariz. La penumbra y el temblor de sus manos tampoco lo ayudaron a leer. Se rindió después de un buen rato, pero no me devolvió la libreta. 

    – Olvidé la linterna... –, murmuró como si estuviese avergonzado.

    – No podremos jugar con esta neblina tan tupida –. Comenté tratando de desviar su atención, mientras frotaba mis manos con energía. 

    – Tampoco íbamos a hacerlo. Hoy construiremos el puente del aprendizaje. 

    – Muy bien, ¿y donde pondremos ese puente?

    – Entre el Maestro y el Discípulo. Sentémonos en la banca mientras escampa. Ahora te cuento... 

En mi cabeza rondaba la idea de que de alguna forma misteriosa, el Maestro había percibido esa gran desilusión que sentí ayer. ¿Intuición?...,¿magia?..., ¿quién sabe?... Saqué la escarcha de la banca con la toalla y nos sentamos. 

     – En Japón, mientras estuve en prisión, asistí a clases con un Sensei que era considerado un "Santo Viviente". Decía que "Cuando el maestro actúa con cariño y el discípulo con respeto, los conocimientos atraviesan el puente del aprendizaje." 

    – ¿Prisión?¡Diablos! Nunca creí en ese rumor.

Mi sorpresa fue tan evidente que decidió hacer un paréntesis en su relato.

   – Aclaremos eso primero... Estuve 6 meses encarcelado. En el accidente que tuve en Japón, murió la persona que me acompañaba en la moto. Ambos íbamos sin casco, una irresponsabilidad inexcusable allá. Después de recuperarme de las lesiones, fui condenado a reclusión con la obligación de asistir a clases de urbanidad. El castigo fue una bendición para mi alma. Allí conocí al honorable Kibosama, el más venerado de los monjes del Templo de la Sabiduría. Dedicaba los miércoles a reflexionar con los reclusos acerca de la importancia del respeto, la cortesía y los buenos modales. Él me protegió, curó mi depresión y después de cumplir la condena, me aceptó como discípulo en su Templo. Ahora, volvamos al puente...

    – ¡Oh, no! Estoy lleno de curiosidad... ¿Puedes contarme más?

    – Más adelante lo haré. Por ahora quiero que sepas que el puente se construye con un material escaso: la confianza. 

    – Está bien. Entonces ¿cómo comenzamos a construirlo? 

    – Identificando a tu Maestro. 

    – Eso está claro...

    – No te apresures. Te doy una pista. No soy yo. Yo soy una simple herramienta de tu maestro. 

    – Ahora si que estoy confundido...

    – ¿Porqué juegas golf?

    – No lo sé. Algo me impulsa a jugar. Es extraño. Me frustra. Muchas veces me saca de quicio. Pero es un desafío que me fascina. Es como si estuviese encantado.

    – Curiosidad y atracción. Justo lo que provoca un Maestro que desea que su discípulo aprenda. 

Me tomó algunos segundos procesar esas palabras, aunque la pausa, su mirada expectante y una sonrisa burlona, indicaban que había dado demasiada información. En mi mente se atropellaban una serie de sus frases previas. Antes, dijo que el golf era un desafío mental;  que iba a ayudarme a cambiar mi forma de pensar. Y siempre mencionaba: "las enseñanzas del golf." 

    – ¿El golf? ¿Mi maestro es... el golf?

    – El golf quiere ser tu maestro. Siempre que lo veas como un profesor exigente pero afectuoso, que conoce tu potencial y siempre desea lo mejor para ti. La decisión es tuya. 

    – ¿Debo creer que el golf está vivo? 

    – En tu mente todo es posible. Incluso que el golf sea un maestro formador de carácter, a veces severo, a veces gentil. De hecho, con ese fin fue inventado por los masones escoceses. Pero si eres escéptico, piensa que todo lo que te sucede jugando golf, esconde una valiosa enseñanza que debes aprender si quieres mejorar. No solo como golfista. También como persona. 

    – Está bien. Consideraré al golf como un maestro. Y lo jugaré como un desafío de aprendizaje. 

    – Excelente. Y si lo respetas como algo sagrado, entonces cada vez que te encuentres con problemas en el campo de golf, puedes volver a la ruta de la felicidad, cruzando el puente del aprendizaje. Si aprendes una lección valiosa, ya no habrá frustración. Solo crecimiento. 

Se produjo un largo silencio. Yo necesitaba reflexionar. Si iba a tomarme en serio esto, necesitaría un gigantesco cambio de actitud. Jugar golf ya no sería un deporte o un pasatiempo, ni una actividad social. Sería como asistir a la escuela. Más que eso, sería como ir a la iglesia. Sería una aventura de aprendizaje espiritual. ¡Vale! Al tomar la decisión, quise probar de inmediato. La neblina se había retirado y el sol comenzaba a imponerse. Tanto que el Maestro logró leer la libreta y me la entregó. 

    – Ya podemos salir, ¿vamos?

  – Aun no estás listo para jugar... Recuerda que esta es una actividad sagrada ahora. Deja tus palos ahí y sígueme. Vamos a recorrer el campo siguiendo la trayectoria de una pelota imaginaria. Cuando estes en la ruta de la felicidad, disfruta. Cuando nos apartemos de ella, tendrás que identificar el error que causó el desvío y proponer una corrección. Si no retornamos al camino del medio, significa que aun no has solucionado el problema y debes intentar otro ajuste. 

     – Entonces solo tengo 2 posibilidades, o disfruto o aprendo. ¡Es win-win! –. Comenté, pensando en los errores que había cometido ayer y lo mal que lo pasé al final del recorrido. 

    – Correcto. 

lunes, 13 de mayo de 2024

Reflexiones en la Pasada


Al saborear el aroma del café, recordé que el Maestro solo me quería mostrar lo que él llamaba: la ruta de la felicidad. Ese camino que dejan nuestras huellas cuando avanzamos en armonía con la naturaleza y con confianza en nuestra capacidad. Donde tu cuerpo opera sin resistencia. También lo llamó "el camino del medio", como suelen referirse los budistas al sendero de la paz interior, al camino alejado de los extremos, al recorrido del equilibrio. Entonces, no se trata solo de seguir una trayectoria que se aleje de los problemas físicos de una cancha de golf (como los árboles, el agua, los búnkeres o los fuera de cancha), sino una trayectoria que además nos dé tranquilidad psicológica y espiritual. Recorrer el camino del medio es ser equilibrado, tanto en la vida como en el juego. 

Tampoco me dejó usar los palos de golf, puesto que era un ejercicio mental. En ese sentido, supongo que debemos concentrarnos en los lugares más apropiados del fairway para ejecutar el próximo tiro. Poner atención solo al objetivo. Nunca ponerla en algún peligro u obstáculo. Y ni siquiera imaginar que visitamos los lugares más complicados, como tampoco excedernos con nuestras expectativas. ¡Esos son pensamientos limitantes! Nunca debemos visualizarnos cayendo en un problema, ni logrando lo que consideramos imposible. La ruta de la felicidad es optimista y a la vez realista. Cambia con las circunstancias en cada golpe. Somos felices siendo positivos, flexibles y confiados. 

Ahora, si entendí bien la lección, todo se origina en nuestra mente. Tanto así que ahora pienso que el Maestro me hipnotizó durante nuestra caminata. No fue casualidad que yo recordara el poema de Machado. Me sugestionó varias veces con palabras bien escogidas. ¡En esos versos se esconde la receta para encontrar la ruta de la felicidad! ¡Golpe a Golpe, Verso a Verso! Y en el contexto de una lección de golf o de vida, el poema habla de mundos mentales que creamos con los actos, pensamientos y sentimientos que experimentamos después de cada golpe que recibimos de la providencia. Y sugiere que para encontrar la felicidad no nos sirve rezar, sino continuar caminando por el sendero del optimismo y la fe, sin rendirnos ni dejar de caminar. ¡Qué lindo!

  • Fluir sin resistencia. 
  • Mantener el equilibrio.
  • Imaginar el éxito.
  • Pensar con optimismo.
  • Confiar en nuestros talentos. 
  • Armonizar con el Universo...

Teniendo en cuenta que apenas somos "estelas en la mar". 

¿Habrá que anotar estas ideas en la libreta o serán solo elucubraciones mías? Igual las anotaré, aunque sospecho que de alguna forma, él está interviniendo ahora mismo en mis pensamientos y que estas reflexiones son parte de sus lecciones, por inverosímil que parezca. Es bien posible que el Maestro sea un mago, que se introduce en nuestras mentes y permanece allí por un tiempo después de la lección asegurándose que entendemos su mensaje. Le preguntaré directamente. Su vida después del accidente es todo un misterio. Quién sabe qué sorpresas guarda en su pasado. 

«Mmmm... este café se puso bien suspicaz. Mejor voy a jugar la segunda vuelta.», pensé.

Tomé el bolso y partí dispuesto a poner en práctica los consejos del Maestro. Todo iba muy bien –casi demasiado bien– hasta el penúltimo hoyo. En la salida del 17 comenzó el desastre. Injugable entre los árboles. Y después de ese instante, la ilusión de haber descubierto los secretos del golf, reventó como "pompas de jabón". Hice un triple y luego terminé con un doble bogey y una enorme frustración. Todos los fantasmas del pasado volvieron a aparecer y el desánimo me hizo cuestionarme todo. ¡Qué horror!


La ruta de la Felicidad

Estaba absorto en el tee de salida del hoyo 1 del Club de Golf Rocas de Santo Domingo, contemplando el cielo cuando llegó el Maestro. Nadie más andaba por ahí tan temprano. Las nubes daban un extraordinario espectáculo de blancos y grises esa madrugada. Enmarcadas por la radiante luminosidad del sol que deseaba asomarse y mecidas por la brisa matutina, parecían seres angelicales anunciando la magnificencia de Dios. «Solo faltan las trompetas», pensé. 

    – Bello amanecer –comentó a modo de saludo, palmoteándome la espalda–. ¿Puedo ver la libreta?

    – Hola. Claro que sí –, le dije mientras la sacaba del bolso.

Alumbró las páginas con una pequeña linterna para espantar la penumbra y leyó mis anotaciones. Esperaba alguna felicitación pero solo comentó:

    – Tal vez avanzamos muy rápido. Deja los palos ahí. Hoy caminaremos por el fairway. Quiero que conozcas la ruta de la felicidad.

    – Ayer practiqué toda la tarde para disfrutar el juego de hoy...

    – Se practica para permitir, no para disfrutar –, me corrigió inmediatamente.

     – Eso quise decir. Practiqué vaciar mi mente de pensamientos y eliminar tensión de mi cuerpo. 

    – Buen comienzo. Pero ahora nos concentraremos en encontrar el mejor recorrido, armonizando nuestro cuerpo, mente y alma con la cancha y de paso, ojalá eliminar algunas creencias limitantes. Es necesario tener confianza en tus habilidades. Solo así permites que tu cuerpo responda sin resistencia. Vamos. 

Comenzó a caminar por el pasto corto. Sin apuro. Observando. Oyendo. Sintiendo. Respirando. Absorbiendo la energía de la naturaleza. Como si estuviese meditando. También yo comencé a sentirla. El pasto estaba húmedo. El aire también. El cielo se había cubierto y era muy probable que el rocío nos empapara. Nada de eso perturbó al Maestro. Solo se detuvo poco antes de llegar a la trampa de arena. Desde allí veíamos perfectamente la bandera en el green. 

    – Esta es la posición ideal para hacer mi tiro de acercamiento hoy. Está plano y tengo vista directa a la bandera–, dijo y luego se volvió, apuntando hacia atrás –. Ese es el camino del medio. El comienzo de la ruta de la felicidad en esta cancha. Es la senda que nunca se ha de volver ha pisar...

Me volví y ví que nuestras huellas estaban bien marcadas en el pasto húmedo. Trazaban una línea apenas curva desde la salida, dividiendo el fairway casi por la mitad. Era el camino del medio... dibujado por nuestras huellas, nada más. 

    – No parece un tiro difícil –, comenté, volviéndome hacia el green. 

    – El primer golpe es siempre un gran desafío. No intentes un golpe demasiado arriesgado al comenzar una ronda. Alimenta tu confianza durante el recorrido. Escoge una trayectoria que te aleje de los peligros. Y más importante aun, debe ser un objetivo alcanzable. Saber que puedes posicionarte bien desde la salida, es vital. Este juego es golpe a golpe...

    – Algunos profesionales se tiran por arriba de los árboles, para acortar el dogleg y quedar más cerca del green.

    – A veces hay que correr riesgos. Hoy no conviene ser demasiado audaz y nunca persigas la gloria con un golpe. Confía en lo que te dice la naturaleza. Los árboles, el viento, el aire, la humedad..., los pájaros y las nubes, todo el universo se confabula para ayudarte. Vuelve a ser ese niño inocente que actúa en el presente y se impregna de las energías cósmicas. Amplía tu identidad y permite que la naturaleza fluya contigo. Tu alma no tiene límites y posee una sensibilidad exquisita. Sigue sus consejos. 

    – ¿Entonces la ruta de la felicidad cambia a diario?

    – Obvio. Cambia con las circunstancias. Y es diferente para cada persona. Todo pasa... Si tú hubieses escuchado realmente a la naturaleza, habrías usado otro trayecto. Eso es lo que aprenderás hoy. A encontrar el camino de la armonía interior respetando la voluntad de la cancha. Obsérvame como recorro los primeros hoyos. Cuando estés listo para intentarlo, avísame. 

El Maestro se sumió en una especie de trance. Supuse que para estar atento a todas las señales del entorno. Juntó sus manos como si estuviese orando y luego asintió, como si hubiese tomado una decisión y se dirigió hacia al costado derecho del green. Sus pasos se curvaron hacia el centro del green y se detuvo a unos 3 metros de la bandera. Allí cerró los ojos y se movió lentamente en espiral hacia el hoyo. Sacó la bandera y la repuso con decisión. Al salir del trance, me sonrió y me hizo una seña para que lo siguiera. Nos dirigimos a la partida del hoyo 2.  

    – Estaba fácil ese hoyo hoy –, señaló como si de verdad lo hubiese jugado.

Yo asentí, perplejo. Reconozco que me asaltaron dudas, pero igual intenté poner toda mi atención al ritual que supuestamente lo guiaba por la ruta de la Felicidad. Volvió al trance y caminó por el medio del fairway desviándose un poco a la izquierda a la altura de las 150 yardas y se detuvo un poco más adelante, bastante cerca del rough. 

    – Desde aquí tenemos tiro a la bandera –, acotó y se sumergió en su trance para continuar hasta el green, detenerse allí un rato y luego acercarse al hoyo moviéndose en espiral, sacar y reponer la bandera. 

    – Esa caída era engañosa –, dijo y se encaminó a la partida del hoyo 3. 

Yo solo podía intuir lo que pasaba por su mente. Supuse que jugaba en su imaginación y que intentaba percibir las energías del medio ambiente para determinar la trayectoria que debía seguir su pelota. Noté que su respiración se hacía más profunda y que demoró un poco más en salir caminando de la partida de ese par 5. Estaba tomando una decisión crítica. Luego caminó por el centro del fairway y se detuvo justo antes del angostamiento. No tardó en seguir su lento recorrido. Se detuvo poco antes del búnker que protegía al green. Allí inspiró profundamente y exhaló ruidosamente para quedarse inmóvil por un buen rato. «Otro golpe crítico», pensé. Entró al green con cierta autoridad y se detuvo apenas a un metro del hoyo. Esta vez se acercó directo a la bandera para sacarla y reponerla como siempre. Me pareció que fluía en un trance profundo, entre cada golpe. 

    – Usar el drive era peligroso –, comentó como dando una excusa y se dirigió a la salida del hoyo 4. 

En lugar de seguirlo, esta vez decidí sintonizar con la naturaleza e imaginar que ella me aconsejaba por donde recorrer el campo de golf. Mi conversación imaginaria me hizo seguir una trayectoria bien diferente a la del Maestro, pero nos juntamos en el green. Cuando le expliqué lo que había hecho, me sugirió:

    – Está bien que consideres a la naturaleza como un ser vivo y consciente. Pero no creas que está separada de tí. Tú y toda la naturaleza en realidad son un gran organismo. Deben coordinarse, si quieren encontrar la felicidad. El viento, las nubes, los árboles y el pasto, todo lo que te rodea es una extension de tu cuerpo. Ama los mundos sutiles. Avanza por el campo en armonía con toda esa energía natural y comenzarás a entender su lenguaje. 

En la salida del hoyo 5 seguí sus instrucciones e imité su comportamiento. Comencé a caminar despacio y escuché al Maestro, susurrar:

    – Todo lo que te rodea, está dentro de tí. Lo que llamas realidad es el reflejo de tu energía interior. Eres el universo entero. Todo lo que existe.

No hablamos más. Seguí caminando intentando convencerme de que toda aquella experiencia estaba realmente en mi interior. «Todo se origina en mi mente», pensé. Dejé de dudar, confié en el Maestro y como hipnotizado me concentré en avanzar estando en el presente. Con cada paso que daba, más pleno me sentía. Algo dentro de mí me hizo recordar el poema de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar...y todas sus palabras adquirieron un nuevo significado, más profundo y misterioso. La sensación de plenitud era tal que me olvidé del golf y del Maestro. Continué caminando apoyado más en mis instintos que en mi mente. Cuando llegué al hoyo 9 estaba exultante, completamente identificado con el Cosmos. Entonces, una voz conocida me sacó del trance. 

    – Bien hecho. Encontraste la ruta de la felicidad –. Susurró el Maestro intentando no sobresaltarme. 

    – Oh... Nunca había caminado con esa intensidad. 

    – Así debes recorrer el campo entre golpe y golpe. La lección de hoy ha terminado. Regístrala en la libreta y nos vemos mañana de madrugada en el tee de salida del hoyo 10 para completar el recorrido. Hasta mañana!

El Maestro se fue, jugueteando con su bastón y yo me quedé en "la pasada", para anotar en la libreta esa extraña experiencia. Pedí un café bien cargado, confiando en despertar del todo y así poder asumir mi rol de escritor. Estaba seguro de que el Maestro me pediría la libreta antes de la siguiente lección.    

martes, 6 de febrero de 2024

Reflexiones en la playa


Conocí el golf bastante adulto y decir que me cautivó en ningún caso sería exageración. Progresé rápido, lo que alimentó mi ego. Luego mi nivel se estancó y me esforcé cada vez más, para no frustrar a ese exigente caddie interior. Tomé clases, leí libros y analicé videos. Deseaba ser un buen golfista. Practiqué mucho y hasta participé en campeonatos. Lentamente me fui consolidando en un nivel mediocre, que me parecía inadecuado. Sabía que podía más. Pero no sabía como. Por empeño no me quedé. La autoexigencia hizo que me afligiera el peor de los males golfísticos: Los yips. Un movimiento muscular involuntario que me hacía fallar los putters más cortos. Con profunda decepción me rendí y dejé el golf para dedicarme a otras actividades deportivas.

 
Después de varios años, retomé el golf con una nueva actitud: Humildad. Ya no tenía grandes aspiraciones deportivas. Despedí a ese engreído caddie interior. El ego ya no me acompañaría en mis recorridos. Ahora que hace rato partía desde las salidas blancas, solo pretendía disfrutar una actividad saludable en contacto con la naturaleza. Recién comprendo que todo ese frustrante y doloroso proceso fue una dura lección para que mi alma estuviese preparada.

 

Curiosamente, al soltar el deseo y jubilar a mi ego, apareció el Maestro. Quería enseñarme a disfrutar el golf (y la vida), a cambio de llenar una libreta con mis aprendizajes. Acepté encantado, sin apreciar todavía lo valioso que era registrar esos aprendizajes bien frescos. Allí, aun sentado en la playa, cumplí mi compromiso y anoté lo que sucedió durante esa primera lección y agregué algunos comentarios personales. 

 

Cambiar mi forma de pensar, fue lo primero que me sugirió. Después de tantos años de frustración, yo no solo estaba dispuesto; estaba ansioso por hacerlo. Supuse que sobre eso versarían sus lecciones. 

 

Y sobre lo similar que era el golf y la vida. Ahondar en esto…, escribí entre paréntesis en la libreta.  

 

No confiar en la memoria… Creo que estamos programados para olvidar. Así como olvidamos los sueños, también olvidamos los aprendizajes. Buena idea anotar para repasar antes de seguir. Somos propensos a tropezar con la misma piedra. 

 

Y mi roca era el ego. Nunca antes “jugué” al golf. Más bien lo trabajé con pura fuerza de voluntad. Deseaba tanto progresar, que no me permitía errores. Ese no era el camino. Tuve que desapegarme del deseo de ganar o de hacer un buen Score para jugar, sin esfuerzo, sin expectativas. Simplemente jugar para disfrutar. 

 

Jugar es la actitud correcta. Sin tensión en el cuerpo, sin pensamientos en la mente. Jugar en el presente y aceptar el recorrido que te propongan las circunstancias, sea lo que sea que ocurra. Esa actitud es perfecta para conocernos mejor. Eso es. Jugar golf es una aventura de autodescubrimiento. Como la vida.

 

El swing opera como los dados en un juego de tablero. Impulsa la bola al lugar desde donde seguiremos jugando y esa nueva posición es un desafío diferente que debemos superar. Eso pretende el juego, enseñarnos a aceptar el resultado, sin resistencia. Jugar y aceptar. Jugar lo mejor que podamos y aceptar el resultado sin chistar. En el golf y en la vida.

 

Comprendí que antes no había permitido que la energía universal actuara sin resistencia. Mi alma, mi cuerpo y mi mente siempre habían interferido. Si entendí bien al Maestro, tendré que aprender a jugar sin consciencia, sin tensión y sin pensamientos. ¿Fue eso lo que ocurrió cuando di el golpe perfecto? Apuesto que sí. 



martes, 30 de enero de 2024

Jugar y Permitir


El Maestro arrojó una pelota de golf en la arena húmeda. 

 

      Diviértete golpeando esta pelota usada con la madera 3 hasta que llegues a esas rocas –Apuntó a un roquerío que estaba a unos 600 metros hacia el sur–. Juégala donde y cómo la encuentres. Luego devuélvete. Te estaré esperando aquí mismo. 

      ¿Sin tee up? –, pregunté con cierta inocencia. 

      Sin tocarla. Sólo puedes golpearla con la madera tal como quede. 

      ¿Cuál es el objetivo? 

      Disfrutar la caminata –Respondió secamente–. Ah…, se me olvidaba. Por si acaso, lleva esta otra pelota como repuesto. No la pierdas. Es mi amuleto. Con ella gané un torneo en Japón. 

 

Antes de entregármela le dio un beso de despedida. Obviamente era muy preciada para él. Luego hizo un gesto conminándome a partir. Guardé su amuleto en mi bolsillo e hice un swing de práctica, esperando alguna nueva instrucción. Pero el Maestro ya se había sentado con las piernas cruzadas. La pelota estaba bien puesta. Solo tendría que golpearla en dirección a la zona húmeda. Me concentré y golpeé con soltura. La pelota avanzó unas 200 yardas y cayó justo antes de donde llegaban las olas. Volteé hacia el Maestro, esperando aprobación. Estaba meditando. Ni siquiera había visto el swing. Me encogí de hombros y fui hacia la bola. Vi como las olas llegaban cerca y decidí hacerle el quite al oleaje. La bola estaba casi hundida. El 2do golpe fue más difícil, pero salió tal como imaginé. Más bajo y alejándose del mar. Encontré la pelota a duras penas. Se había camuflado. La humedad ambiente la mojó en el vuelo y mientras rodaba se cubrió de arena. Ahora estaba en problemas. Era peligroso. Al golpearla, la arena podía saltarme a los ojos. Aunque hice un swing más lento, cerré los ojos por instinto y le pegué con la punta de la madera. Ni siquiera vi donde salió, pero mi instinto me decía que la pelota voló hacia el mar. La encontré justo antes de darme por vencido, bastante enterrada por el oleaje. Mientras pensaba cómo sacarla de allí, una ola más poderosa me obligó a arrancar para no mojarme. Y de paso se tragó la pelota. No la volví a ver más. 

 

Ni siquiera había llegado a las rocas y ya debí usar el repuesto. Coloqué esa bola con cuidado e hice un swing compacto. Golpe excelente. Cayó en la arena seca más allá del roquerío. Ahora podría volver. Para mi disgusto, encontré la pelota en una depresión. Esta vez, intenté golpearla sin tocar la arena y para mi horror, le di un coscorrón que la tiró hacia las dunas de piedras. Allí rebotó varias veces y se desvaneció. No la pude encontrar. Volví donde el Maestro con la cabeza llena de excusas y el corazón apretado de vergüenza. Seguía meditando impertérrito. Tosí para sacarlo de su trance. Abrió sus ojos lentamente y sonrió al verme pálido y compungido. Ya sabía. 

 

      ¿Disfrutaste la caminata? – me preguntó con picardía. 

      Eh…, no. Lo pasé pésimo –. Comenté descolocado mientras guardaba el palo en el bolso y continué con las excusas– Traté, hice mi mejor esfuerzo, pero la tarea era muy difícil. Entre las piedras, las dunas disparejas y la arena empapada por las olas, hay una franja muy pequeña de playa compacta donde la bola queda bien puesta. En cualquier otra parte, golpear es una lotería. Hasta perdí la pelota japonesa. Creo que no soy un buen discípulo. 

      Jajaja. El golf es un juego de niños. Es un desafío mental, donde el ego tiende a fracasar. Para disfrutar esta caminata solo hay que ponerse en contacto con la naturaleza y mantener la pelota en la arena húmeda. Y eso no es tan difícil. 

      Y eso, ¿cómo se hace?

      Lo más simple a “pata pelada” y rodando la pelota. 

 

El Maestro se sacó sus alpargatas, se incorporó, arrojó una pelota al suelo y con un hábil golpe de su bastón, la hizo rodar un largo trecho por la arena húmeda. Sonriendo irónicamente, dijo:

 

      ¡Vamos a jugar! Como si fuéramos niños de nuevo. Mantente en el aquí y ahora. Solo saca a pasear a tu pelota por la playa, con total espontaneidad; sin objetivos ni expectativas. 

 

Acepté su invitación, también me saqué los zapatos y con la misma madera 3 golpeé otra pelota como si fuese un putt muy largo. Logré dejarla un poco más allá que la suya. Con una mueca corrí hacia mi pelota. 

 

      No te apures. Relájate y absorbe energía de la naturaleza mientras sigues a tu bola. 

 

Avanzó con su bastón hacia la pelota. Caminaba erguido y despreocupado. Sin ningún esfuerzo. Gozando la experiencia de ir a buscar a su pelota. Olía el mar, planeaba con la brisa e imitaba el graznido de las gaviotas.

 

      ¡Se ríen de nosotros! –Exclamó. 

 

Apenas se detuvo para volver a golpear. Una respiración profunda y luego un resuelto bastonazo, empujó muy lejos a su pelota. Tanto que me sorprendí. Era mi turno. Hice un swing de práctica para intentar acercarme y me comentó:

 

      No estamos compitiendo. Juega como si yo no existiese. Como si nadie más existiese. Juega en paz. Con tu mente en silencio. Golpea tranquilo y relajado. Juega con soltura, estando cómodo. Hazlo fácil. Ese es el secreto. 

 

Me costó vaciar mi mente. Me costó liberarla de pensamientos y sobre todo de deseos. Me concentré en la respiración y dejé que las ideas poco a poco se desvanecieran. Solo entonces la tensión muscular –antes imperceptible– se hizo evidente. Y solo entonces mis músculos comenzaron a relajarse. Mi cuerpo se hizo más elástico y le pegué a la pelota sin pensarlo. La pelota se deslizó unos 30 metros y se frenó. 

 

      Muy bien. Cuando liberas a tu mente de exigencias, se sueltan las cadenas musculares que rigidizan tu cuerpo. Hiciste un movimiento más fluido. ¿Fácil no?

      Fue difícil vaciar la mente. Y más difícil relajar el cuerpo…

      No caigas en la trampa de la dificultad. Lo que te parece difícil atrae al ego y el ego usa al esfuerzo como estrategia principal. Haz aquello que te parezca fácil. Eso que haces sin esfuerzo. 

 

Caminamos hasta mi pelota y cuando me detuve el Maestro agregó:

 

      Tampoco caigas en la trampa del deseo, que te lleva al futuro. Ni en la trampa de la frustración que te mantiene en el pasado. Mantente en el presente. 

 

Seguí sus instrucciones e hice un golpe que me pareció sencillo. La bola corrió sobre la arena con total libertad. Me sentí feliz pero no exterioricé mis emociones. O eso creí. 

 

      Gracias. La felicidad es una vibración contagiosa –Comentó al llegar a su bola y justo antes de golpear agregó–. Acepta el recorrido que te proponga el juego. Cualquiera que sea. No juzgues. Lo que suceda es perfecto para ti. 

 

Acto seguido dio un tremendo bastonazo y su bola salió disparada al sector de las dunas de piedra donde antes perdí el amuleto. «Qué lástima. Otra pelota perdida», pensé por dentro. El se mantuvo impertérrito, aunque estoy convencido de que nuevamente leyó mis pensamientos. 

 

Por deferencia lo acompañé a buscar su pelota, aunque él parecía saber exactamente donde estaba. Cuando llegamos, su pelota estaba injugable entre cochayuyos, piedras y arena suelta. La recogió y se puso a escudriñar el sector. Con estupor vi como dando apenas un paso, recogió su querido amuleto japonés. 

 

      Nunca pierdas de vista la pelota –. Comentó sonriendo después de besarla y guardarla en su bolsillo–. Ahora vamos a buscar la tuya. 

      ¿Cómo es posible? –. Pregunté atónito, caminando hacia mi pelota. 

      Es que deseaba recuperarla. 

      Pero los deseos no se hacen realidad por azar –, protesté.

      En efecto, hay que permitir que se hagan realidad. Ahora volvamos. 

 

Debo haber estado algo perturbado porque cuando llegamos a mi pelota y antes de volver, me aconsejó sentarme. Él siguió de pie.

 

      Aunque nos adelantemos un poco, te explicaré: Me hubiese gustado saber esto cuando jugaba golf competitivo. Pero no tenía la sabiduría necesaria. Verás, el Universo es una energía amorosa que está dispuesta a darte lo que tú deseas de corazón, siempre que se lo permitas. Ni tú, ni tu cuerpo ni tu mente deben interferir. 

Suelta tu deseo en la energía cósmica y olvídalo. Confía en el Universo y permítele que lo haga realidad. No ayudes, no intentes, no dudes ni luches. Dale libertad total al Universo para producir lo que quieres. Cuando, donde y cómo sea mejor para ti. 

      Deseo mejorar mi golf –declaré enfáticamente–. ¿Y dices que ahora debo olvidarme de eso?

      ¿Para qué quieres mejorar?

      Para disfrutarlo. 

      Muchos mejoran y lo siguen pasando mal.

      Entonces, quiero disfrutar mi golf. 

      ¿Para qué?

      Para ser feliz. 

      Supongo entonces que anhelas ser feliz jugando buen golf.

      Así es. 

      Creo que el Universo quiere concederte ese deseo. ¿Porqué crees que estoy acá?

      Para que tus nietos reciban ciertas enseñanzas… 

      Efectivamente. Deseo que ellos disfruten sus vidas ­–. Se sentó y me miró como dándome tiempo para comprender. 

      ¿Piensas que nuestros deseos están conectados? –, pregunté al rato.

      ¡Claro! El Universo los relacionó. Por eso llegamos al acuerdo. Démosle permiso para que los haga realidad. Regresemos. 

 

Se incorporó entusiasmado y me pidió que golpeara mi pelota haciendo un swing de golf completo. Olvidándome de lo que estábamos haciendo. Sin esfuerzo, pero con velocidad, soltura, elegancia y libertad. Me dispuse a hacerlo, respirando profundo, vaciando mi mente y relajando mi cuerpo. No ensayé. Simplemente basculé la madera 3 como si fuese un látigo. La bola salió despedida como un disparo. Casi no la sentí, pero quedé perfectamente equilibrado sobre mi talón izquierdo y vi como el vuelo penetrante pasaba silbando sobre mi bolso, elevándose abruptamente para luego caer suavemente en la estela de una ola. Esta vez logré espantar a la bandada de gaviotas que antes se reía. ¡Un golpe perfecto! 

 

      ¡Eso es! –. No pude contenerme y agité mi puño como si hubiese ganado el Abierto Británico. Pocas veces se logra una sensación tan exquisita. 

      Bien hecho. Creo que no habrá más lecciones hoy. Pero mañana se te habrá olvidado la sensación de ese swing. Recuerda anotar en la libreta lo que aprendiste. La memoria es frágil –. Comentó mientras volvíamos.

      Jugar y Permitir. El golf es un juego que se disfruta si permites que el Universo te conceda tus deseos. 

      La vida también –. Comentó el Maestro y después de dar un par de pasos, se detuvo para agregar– Ese es un buen resumen que por cierto no reemplaza la experiencia vivida. Tus anotaciones deben incluir detalles, sensaciones y emociones. No seas mezquino con las palabras. 

      Intentaré describirlo tan vívidamente como pueda.

      No trates. Hazlo…, solo hazlo.

      ¡Ups! –dije, tapándome la boca al reconocer que parte de la lección ya se me había olvidado.

 

Cuando llegamos al bolso, saqué la libreta, busqué un lápiz y me senté a escribir. El Maestro se despidió, tocándome los hombros con la punta de su bastón como si estuviese ordenándome caballero. Luego se volvió y mientras se alejaba dijo con voz fuerte y clara:

 

      Estás listo para entrar a una cancha de golf. Nos vemos mañana al amanecer en el hoyo 1 de las Rocas de Santo Domingo.