–¿En qué estábamos...? –, preguntó.
– Quedamos en que el golf era mi maestro, pero dijiste que no estaba listo para jugar...
– Ah..., sí, es que aun no sabes quienes son los alumnos.
– Claro que sé quien es el alumno, ¡yo mismo! –, protesté, con algo de curiosidad por el uso del plural.
– Puede ser. Veamos quien es ese yo. ¿Tu cuerpo? ¿Tu mente? ¿Tu alma? – y tras preguntar, siguió caminando como dándome tiempo para reflexionar.
– Mi conciencia –, respondí después de algunos pasos. Yo ya había aceptado que el golf era una experiencia de aprendizaje y sabía que el verdadero aprendizaje producía una expansión de conciencia.
– Correcto. Tu alma es una alumna. "Alumno" significa estar dispuesto a ser alimentado o iluminado por el maestro. Es tu alma, o conciencia como la llamas tú, la que desea nutrirse de conocimientos y hacerse más sabia. ¿Y quienes serían tu cuerpo y tu mente, entonces?
El maestro no subió al green del hoyo 10, simplemente siguió caminando mientras yo reflexionaba. Aun hacía frío y para no enfriarse, era mejor mantenerse en movimiento. Nuestros pasos se aceleraron. Lo seguí en silencio, mientras la cabeza me daba vueltas intentando responder algo inteligente.
– Son mis compañeros de curso –. Respondí finalmente.
– Ahá. Buena respuesta. También son alumnos. No te puedes separar de ellos y ambos son grandes distractores para el aprendizaje. Cuando tu cuerpo percibe un peligro, su única prioridad es eliminar la amenaza. Nada más le importa. Por eso, si no quieres que se distraiga, debes mantenerlo relajado y sin amenazas.
– ¿Y no debiera estar relajado al jugar golf?
Súbitamente el Maestro levantó su bastón, gritó e hizo el ademán de golpearme. Yo instintivamente agaché mi cabeza y subí los brazos para protegerme del inesperado e inminente golpe.
– ¿Ves? Ahora estás tenso y agitado a pesar de que estamos recorriendo la cancha. Discúlpame, fue una demostración. Ante la amenaza, tu cuerpo recibió un chorro de adrenalina y reaccionó.
– ¡Me asusté! –rezongué mientras seguía intentando calmar mi desbocado corazón.
– Verás, el swing de golf es un movimiento complicado, que fácilmente
puede hacerte perder el equilibrio. Y cuando eso pasa, la respuesta
automática del cuerpo, es recuperar el equilibrio sin importar el
resultado del golpe. Por eso la regla básica para que el cuerpo no se distraiga mientras haces el swing, es: MANTENER EL EQUILIBRIO.
– Comprendo lo del cuerpo. Si se pierde el equilibrio durante el swing, reaccionará instintivamente sin importar las instrucciones que recibió. Pero, ¿como puede la mente distraerme del aprendizaje?
Ya habíamos llegado al green del hoyo 11. El maestro se detuvo y miró hacia atrás.
– Recorrimos un par 5 entero y posiblemente no te diste cuenta de lo que ocurrió mientras caminábamos. ¿Viste al zorzal bañandose en la poza de agua en el green del hoyo 10? ¿O el árbol resquebrajado justo al doblar el dogleg? Tampoco respondiste al saludo que nos hizo el operador de la cortadora de pasto...¿Donde estabas?
– Oh..., reflexionando, supongo –. Respondí, sorprendido al reconocer que estaba tan absorto en mis pensamientos que no había percibido nada de eso.
– Bueno, la mente es muy poderosa. Pero hay que saber usarla. Si imaginas, reflexionas, recuerdas o calculas, dejarás de percibir lo que está sucediendo. Por eso, la regla básica para que la mente no se distraiga mientras juegas golf, es: MANTENERSE EN EL PRESENTE.
– Tiene sentido lo que señalas. Si mi cuerpo se distrae, no puede concentrase en hacer el swing. Si mi mente se distrae, pasaré por alto información relevante. Y entonces... ¿qué debiera hacer el alma?
– MANTENER LA CALMA. La paz espiritual es esencial. Es el estado ideal para aprender. También debes tener fe y confiar en el maestro. Tranquilizar al cuerpo y enfocar a la mente y por supuesto, desear mejorar.
– No parece tan difícil –. Comenté y me arrepentí de inmediato.
– La soberbia es la peor enemiga de un aprendiz –. Refunfuñó el Maestro, evidentemente molesto. Se volvió y siguió el recorrido agregando–. Veamos si puedes mantener tu mente en el presente por el resto del recorrido.
No me volvió a dirigir la palabra. Mi mente en cambio, se descontroló. Por más que intentaba estar en el aquí y ahora, se escapaba hacia el futuro o el pasado. Probablemente para ponerme en mi lugar. Recién entonces, comprendí que el desafío era descomunal.
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