La idea de un laberinto como una metáfora educacional de la vida, es algo bastante común. Un recorrido largo y sinuoso, repleto de bifurcaciones que nos invitan a tomar decisiones en base a nuestra intuición y a la información que conocemos. Se presenta como un camino irreversible donde hacemos uso del supuesto libre albedrío que poseemos y tomamos decisiones que nos acercan o alejan de nuestro objetivo.
Pero ahora, con el desarrollo de la realidad virtual podemos imaginar un laberinto muchísimo más parecido a la realidad. Un laboratorio donde ejercitamos nuestra voluntad, obligándonos a tomar decisiones de carácter ético, recurriendo a información que nos ayude a encontrar el rumbo correcto, como si estuviéramos viviendo una aventura real. Y esa información que recibimos, puede ser a veces consciente y otras veces estar escondida en algunas señales que nos envía el universo para orientarnos.
Ese laberinto educacional que ahora imaginamos y describimos, podría transformar la realidad que experimentamos al recorrerlo y hacerla más dura y dolorosa en caso de que tomemos el camino correcto o más suave y placentera en caso contrario. Como lo hace la vida misma. El camino y sus desafíos se van transformando en función de nuestras decisiones.
Las encrucijadas del laberinto nos enfrentarían a dilemas éticos y nos obligarían a enfrentar las consecuencias de nuestros actos y decisiones. Las variantes sin salida demuestran que antes te equivocaste. Encuentra el error y enmiéndalo. Porque, a diferencia de nuestra propia existencia, al volver nuestros pasos y corregir la decisión, podemos analizar qué hubiese sucedido si en lugar de haber torcido en ese lugar, hubiésemos escogido el otro sendero. Así es como este laberinto, se transforma en una herramienta poderosa para forjar nuestro carácter y reforzar nuestros valores.
Un laberinto que puede ser diseñado por psicólogos y educadores, con el fin de aprender las lecciones de la vida. Las pequeñas y las grandes enseñanzas. Un laberinto que nos permite evaluar el criterio con que procesamos la información. Que incluso nos ayuda a elegir correctamente colocando señales que debemos interpretar correctamente. Señales que pueden quedar en nuestro inconsciente, como los sueños o símbolos más obvios, señales que están allí para dirigirnos y que a veces pasamos por alto. Este laboratorio experiencial será la principal herramienta de los colegios del futuro para desarrollar el carácter y la personalidad de sus alumnos. Sobre todo, una herramienta para aprender a luchar con las tentaciones de la vida cotidiana.
Un lugar donde nos colocaremos anteojos de realidad virtual para experimentar una aventura. Con la misión de encontrar nuestro objetivo. Pero donde podremos tener éxito sólo si siempre escogemos el rumbo éticamente correcto. Una experiencia virtual en diversos escenarios, desde la sabana africana o en las profundidades del océano donde tendríamos que escondernos de nuestros depredadores; hasta unas escarpadas montañas que tendríamos que escalar o una selva impenetrable donde deberíamos sobrevivir.
Un juego virtual, deben estar pensando ustedes. Exactamente. Un juego de realidad virtual que nos enseñe a ser mejores personas. Y que nos proponga desafíos que estén de acuerdo a nuestra capacidad. O mejor dicho, diseñado para diferentes niveles de conciencia. Allí está la clave de la educación de calidad. Allí está el futuro de la educación. Entretenida, tecnológica, experiencial y personalizada. Allí es donde debieran estar trabajando los educadores del siglo XXI, asociados con los diseñadores de juegos computacionales. Allí, en esos juegos didácticos se está jugando el futuro de la humanidad. ¿Cuanto demoraremos en tomar consciencia de que este es el verdadero desafío educativo de nuestra generación?
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