“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.”
Antonio Machado
Las
etapas de desarrollo humano
La
Dinámica Espiral, es una nueva teoría acerca del desarrollo humano, propuesta
inicialmente por Clare W. Graves y profundizada posteriormente, por Don Beck y
Chris Cowan. Una hipótesis coherente con la postura de: "evolución de la conciencia", demostrada por Jean Gebser, puesto que
propone un proceso de desarrollo psicológico del hombre en un movimiento
oscilante, en espiral, caracterizado por la progresiva subordinación de los
antiguos comportamientos a nuevas conductas mejor adaptadas a las condiciones
de vida. Según este marco de referencia, el desarrollo del ser humano
individual sigue una serie de etapas, que se traducen en tipos de pensamiento,
que permiten comprender la historia y el comportamiento de cada persona ante
sus circunstancias. Cada persona tiene una historia que se explica por su tipo de
pensamiento. El camino y el caminar de una persona, revelan su desarrollo.
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De
acuerdo a esta teoría, esto también ocurre desde el punto de vista colectivo. Los
grupos, organizaciones y sociedades, se desarrollan siguiendo estas mismas
etapas, puesto que están compuestos por personas. En un grupo, organización o
sociedad, donde se comparten valores, hay un tipo de pensamiento dominante –el
más frecuente- que explica su comportamiento. Aquí se establece un vínculo
entre el modo de pensar preponderante y la cultura del grupo. Encontramos así,
la perspectiva cultural.
Según esta tesis, el desarrollo humano, individual y colectivo seguiría un
patrón bastante definido: En la medida que nuestras circunstancias cambian,
cambian nuestras emociones, nuestros pensamientos y comportamientos. Al cambiar
nuestros comportamientos, se ejerce presión para cambiar el sistema y muy
pronto necesitamos reorganizarlo para hacerlo coherente con la nueva cultura.
Aquí se establece un vínculo fundamental entre la cultura y su
organización. Encontramos ahora, la
mirada sistémica.
Recién
ahora, la idea Jungiana se revela en todo su esplendor: todo parece estar íntimamente
conectado en múltiples direcciones. El pensamiento y la cultura y el
comportamiento y la organización y el comportamiento y la cultura y el
pensamiento, en una red intrincada pero consistente. El desarrollo social es
coherente. Cuando cambia uno cambian todos.
Aprovecharemos
de hacer una aclaración: cuando emerge un nuevo paradigma, el pensamiento
antiguo no desaparece. Se mantiene latente por si resulta necesario en el
futuro. Continuamente debemos adaptarnos a las circunstancias sin perder la
historia, en un desarrollo recursivo y holárquico.
Según
esta teoría, la vida parece ser un juego, que tiene reglas para cada
etapa y cuando las dominamos, pasamos a la etapa siguiente. Lo curioso, lo
verdaderamente extraordinario del juego, es que todos enfrentamos los mismos
desafíos...
En
primer lugar, en la etapa beige, nos enfrentamos a una naturaleza desconocida y
dependemos de nuestros instintos para aprender a sobrevivir; de no lograrlo,
obviamente no pasamos a la siguiente etapa...
En
segundo lugar, la etapa púrpura, comprendemos que somos vulnerables y aprendemos
a vivir en un mundo mágico y vencer nuestros miedos para encontrar seguridad imitando
las conductas y costumbres de nuestros semejantes...
En
tercer lugar, la etapa roja, afrontamos una selva donde solo sobreviven los
astutos y fuertes. Reconocemos nuestros intereses y buscamos satisfacción
personal persiguiendo ciegamente nuestros objetivos, luchando sin cuartel por lograrlos;
En
cuarto lugar, la etapa azul, cuando distinguimos opuestos irreconciliables, aprendemos
a respetar las reglas, las jerarquías y la autoridad, viviendo una existencia
ordenada por verdades absolutas.
En
quinto lugar, la etapa naranja, cuando luchamos por nuestra autonomía y el
éxito empleando estrategias competitivas en un mercado lleno de posibilidades y
oportunidades.
En
sexto lugar, la etapa verde, cuando convivimos en un hábitat comunitario donde asentamos
nuestro sentido de pertenencia y trabajamos en equipo respetando la naturaleza.
En
séptimo lugar, en la etapa amarilla, se vive plena y responsablemente, aprendemos
a ser flexibles y a reconocer las interconexiones en un mundo donde la trama de
la vida nos sorprende continuamente.
Finalmente,
en la etapa turquesa, se experimenta una sensación de unidad trascendental y comprendemos
que vivimos en un elegante universo donde tenemos que asumir nuestra
responsabilidad con la vida.
En
el juego de la vida, no podemos saltarnos etapas puesto que las lecciones
aprendidas son nuestro pasaporte para la etapa siguiente. No sabemos cuanto
tiempo tenemos. En cualquier momento se termina el juego.
El
ser humano individual obviamente pasa por estas etapas, evolucionando hacia
etapas superiores al madurar y expandir su consciencia. Distinguimos por
ejemplo, la etapa instintiva de la lactancia; la tierna infancia cuando adquirimos
seguridad en el seno de la familia; la etapa pre-escolar teñida de egoísmo; la
etapa escolar cuando aprendemos a convivir; la adolescencia, cuando nos
rebelamos ante el sistema; y la adultez primero, cuando nos incorporamos al sistema
económico-social y posteriormente cuando asumimos nuestras responsabilidades.
Algunos sin embargo, no logran madurar psicológicamente en forma progresiva y
pueden quedar atrapados en alguna etapa de desarrollo, independientemente de su
edad cronológica. Todos conocemos adultos que actúan como adolescentes y a
veces como niños. Nadie tiene garantizada su evolución sin seguir un proceso de
expansión de consciencia progresivo.
Colectivamente,
según Graves, la humanidad también ha pasado por 4 etapas: Arcaica o
Instintiva; Mágica o Tierna infancia;
Mítica o Pre-escolar y Mental o Escolar. Estaríamos en consecuencia entrando a
la Adolescencia de la Humanidad, con todas las crisis y complicaciones del
crecimiento físico, la madurez intelectual y la transformación de nuestra
identidad colectiva; una etapa turbulenta, llena de contradicciones y
esencialmente compleja. Por eso estamos donde estamos.
Llegó
la hora de caminar por un camino incierto, entender nuestras anteojeras y ponernos
lentes que nos permitan mirar desde nuevas perspectivas, para admirar las
complejidades de la evolución del mundo exterior y profundizar el conocimiento
de la naturaleza humana y así, aprovechar toda la información acumulada por
nuestra especie.
En resumen, nos cuesta adaptarnos al cambio.
Pero el cambio es inexorable. El mundo evoluciona. Todo está en movimiento y
todo está conectado. Incluso el ser humano, que es ciego al movimiento y a las
conexiones, se desarrolla en etapas. Un proceso individual y colectivo de
expansión de la consciencia que afecta y es afectado por la forma de pensar y
aprender, las creencias, los valores consensuados, la cultura y tradiciones y la organización
social y política, es decir por el sistema. Debido al movimiento perpetuo y a
las infinitas conexiones, emergerán asombrosas sorpresas en nuestra fabulosa aventura hacia el superhombre.