Somos seres emocionales. Tenemos un sistema de retroalimentación extremadamente sofisticado, elaborado por millones de años de evolución, que debiera guiarnos hacia una vida plena y feliz. Lamentablemente, no sabemos usarlo.
Es cierto que no contamos con un manual de instrucciones pero, no es menos cierto que ya debiéramos haber descifrado su modus operandi. Afortunadamente, la ciencia actual está reconociendo que tenemos un sexto sentido de carácter emocional y pronto lo aceptaremos como brújula para guiar nuestra vida hacia el progreso armónico y el éxito personal.
Nuestras emociones equivalen a un lenguaje sensorial que antecede a nuestros pensamientos y que en gran medida, explica nuestro comportamiento. Tal como las imágenes pertenecen a un sistema visual que nos orienta espacialmente, las emociones pertenecen a un sistema interno de control y procesamiento de información cuyo propósito es ayudarnos a lograr nuestra plenitud.
Sin saber usar el sentido emocional, los seres humanos hemos dependido de códigos de comportamiento externos (mandamientos y leyes o acuerdos político-sociales) que necesariamente son universales y no reconocen la riqueza de la diversidad humana. Por eso vivimos una sociedad enferma. Hemos pretendido uniformar a seres que son únicos, y que tienen una brújula moral interna mucho más precisa para tomar decisiones. Hemos obligado a los seres humanos a usar criterios comunes para actuar, desoyendo la información emocional interna y esto termina enfermándolos. La educación debe corregir este problema con urgencia.
La dimensión de la superación hace la tarea de nuestros profesores o entrenadores, nos enseña y nos exige, ayudándonos a desarrollar nuestros talentos y su pleno potencial. Nos ayuda a progresar, controlando nuestros impulsos y reconociendo las consecuencias de nuestros actos. Es aprendida, de mediano plazo y común en los mamíferos superiores. Se preocupa de nuestra mente y de mantener la salud psicológica.
Y la dimensión de la contribución nos guía como un maestro o un gurú, a encontrar nuestra verdadera identidad y dejar nuestra huella, a contribuir con el aporte que solo nosotros, por ser únicos e irrepetibles podemos dejar como legado. Porque la vida no es un proyecto individual, es trabajo en equipo. Es reflexiva y propia de los seres humanos y es una tarea de largo plazo que nos permite encontrarle sentido a la vida, por lo que requiere de un proceso de maduración. Se preocupa de nuestra alma y de la salud espiritual.
La naturaleza nos ha dotado de un sistema emocional multidimensional para guiarnos en la aventura de vivir. Un sistema que nos cuida como un padre, que nos exige como un entrenador y nos guía como un maestro espiritual. Un sistema que reconoce la interrelación del cuerpo, mente y espíritu. Siguiendo sus consejos podemos alcanzar mejores resultados y acercarnos a la felicidad. Por eso, no solo sostenemos que la educación emocional es fundamental en la educación del siglo XXI, sino que pensamos que reconocer el lenguaje emocional es el primer paso para sanar a nuestra sociedad.
Las emociones son las enseñanzas de nuestro sexto sentido. Comprenderlas es tarea de todos.