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domingo, 27 de septiembre de 2015

Calidad en la Educación

Recién inauguramos un ciclo de conversaciones acerca de la calidad en la educación. Estamos intentando construir una serie de criterios que nos ayuden a definir mejor acerca de qué hablamos cuando nos referimos a la calidad educacional. Ya  en nuestra primera entrevista, se advierte que será necesario un cambio de lenguaje. Nuestro primer entrevistado, Camilo Herrera, de la Fundación Caserta, nos sugirió que la noción de calidad educativa se irá abandonando paulatinamente debido a que tiene su origen en procesos industriales estandarizados y fragmentados que son propios del modelo de educación tradicional. Estamos de acuerdo. El cambio que necesita la educación requiere antes que nada, un cambio de lenguaje. Solo así, veremos evolucionar a la educación. Debemos emanciparnos de cualquier concepto industrial, tomando consciencia de la incongruencia que implica tratar la educación con una mirada productiva. La educación es un proceso evolutivo más natural. Según Camilo, hay que hablar de buena educación. 

Por el momento usaremos el término (calidad) con paréntesis, cuando hablemos de esa buena educación, para "una educación apropiada para desarrollar una actividad íntegra y competente en un contexto dado". Destacamos que la integridad se refiere al comportamiento ético requerido de un profesional que se desempeña en una sociedad global respetuosa de la diversidad de cosmovisiones que la constituyen y de valores universales. La verdadera competencia educacional entonces queda supeditada a la conducta ética en la vida real.

Quisiéramos advertir que pretender medir la (calidad) en la educación es una aventura al menos osada, sin considerar los resultados finales de los procesos formativos. Es decir, el desempeño de los adultos educados. Desde esta perspectiva, tenemos que reconocer que nuestra educación ha fracasado. Nuestra sociedad no sabe convivir. 

La forma de medir calidad, tampoco es adecuada. Los procesos de acreditación de la educación superior y las pruebas estandarizadas tipo SIMCE o PISA, son controles de calidad, que miden apenas algunos indicadores muy básico de procesos multidimensionales  de gran complejidad y también pecan de tener una génesis industrial. No se puede medir calidad educacional como si midiésemos una serie de procesos productivos.

Esperamos que se desarrollen propuestas innovadoras para identificar las buenas prácticas educacionales y lo que constituye (calidad). Quisiéramos que esas propuestas, consideren la transformación de nuestros estudiantes, reconociendo que son seres humanos en un camino progresivo de desarrollo y toma de consciencia. En el futuro, creemos que el requisito primordial para la buena educación será la conducta correcta y competente, evaluada por la sociedad. Pero hay otros aspectos deseables que podríamos pedirle a esa educación de (calidad):

Aprendizaje: debe estar orientada al aprendizaje profundo y a la autogestión del conocimiento incorporando los avances en neurociencias, psicología y tecnología.

Transformativa: debe perseguir ampliar las capacidades (cognitivas, sociales y personales) y la toma de conciencia del estudiante, transformando su mente, su alma y su cuerpo.

Personalizada: debe permitir el desarrollo pleno del talento individual convirtiéndolo en una persona única, acrecentando gradualmente su valor para la sociedad.

Integral: debe equilibrar el desarrollo cognitivo, emocional, social y espiritual del estudiante, aumentando progresivamente su capacidad para usar su conocimiento.

Colaborativa: debe promover el trabajo en equipo y la sinergia como estrategia para resolver problemas.

Resiliente: debe preparar para aceptar el error y para levantarnos con la lección aprendida. 

Saludable: debe ayudar a mantener la salud, fomentando la actividad lúdica, física y los hábitos saludables.

Social: debe preparar para la vida en comunidad, para cultivar más y mejores relaciones y para tejer redes de amistades en diversos ámbitos.

Sin perjuicio de todas estas dimensiones, sostenemos que la característica más distintiva de una buena educación es el grado de bienestar y felicidad de sus educandos. Si el ambiente educacional es positivo, energético y lleno de curiosidad, estamos bien encaminados. Si las sonrisas de profesores y alumnos abundan, avanzamos en la dirección correcta. Si en ese ambiente, se irradia felicidad, entonces allí hay buena educación. El resultado final de esa educación es una sociedad armónica, con muchas personas felices. Si hay que medir, midamos sonrisas.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Fiestas Patrias

Es curioso que los chilenos podamos celebrar nuestras fiestas patrias después de un terremoto tan devastador, tsunami incluido, con alegría desbordante y entusiasmo contagioso. Tal vez porque no estamos tan acostumbrados a celebrar, cuando tenemos una razón para hacerlo...bueno, celebramos. Y cuando hay que tomar, ¡tomamos! Para ahogar nuestras penas, dicen algunos. Para saborear la vida, dicen otros. No importa la explicación que encontremos, vivimos en el presente porque el pasado no se puede cambiar. Tenemos nuestras virtudes y defectos, como toda nación. Somos hijos del rigor y estamos acostumbrados a sobreponernos a las tragedias. Afortunadamente...
Por eso insistimos en que nuestra educación debe contemplar la resiliencia y agregamos la educación sísmica, que nos enseña a comportarnos durante un terremoto. Materias ineludibles en el país más "terremoteado" del mundo.
En estos días de descanso aproveché de ver "Los 33", una película que retrata bien el espíritu del chileno. En la adversidad, somos fuertes. ¡Verdaderamente admirables! ¡Que orgulloso me siento de vivir en un país que hizo lo imposible: rescató a esos 33 mineros enterrados vivos! Eso fue un verdadero milagro, que nos recuerda que ¡jamás, por adversas que parezcan las circunstancias, debemos renunciar! 
También resulta extraño que un evento tan significativo deba ser revivido por una película extranjera. Parece que además, somos capaces de dar vuelta la página rápidamente. Nos olvidamos de nuestros logros con facilidad. Pero somos solidarios y no olvidamos nuestras responsabilidades. Sabemos que muchos chilenos han perdido todo y necesitan ayuda. Que no se desesperen porque la recibirán. 
Otro aspecto educacional importante para nuestro país es reforzar esa solidaridad natural. Una característica que debe retratar a un pueblo que enfrenta los embates de una naturaleza furiosa, periódicamente. La responsabilidad social es otra materia que tenemos que enseñar en los colegios y universidades.
Mantener la tranquilidad cuando tiembla el piso, es propio del chileno...
Dar gracias a la vida cuando nuestra alma sufre, también...
Levantarse después de una desgracia, igual...
Acoger al extranjero, ayudar al desvalido y socorrer al necesitado son costumbres solidarias bien chilenas. Con sabor a empanadas y vino tinto.
Somos un país de enormes contrastes, con desiertos y bosques patagónicos, con mar y cordillera, con glaciares, lagos y volcanes, con salares y minerales. Un país escondido pero precioso, que la educación debe ayudarnos a descubrir, con expediciones a los parques nacionales en épocas de vacaciones. ¡Escuelas de verano para descubrir la naturaleza!
Y somos un pueblo diverso, con sangre mezclada y espíritu rebelde. Un pueblo humilde e indomable pero también amoroso. La educación también debe conectarnos con nuestros pueblos originarios y sus culturas ancestrales. Educación para la inclusión...
Por eso dá gusto cuando llega setiembre y la primavera, para celebrar la chilenidad, elevando volantines, jugando rayuela o bailando cueca. Para dejar de lado cualquier diferencia y reconocernos como hermanos en la peligrosa aventura de luchar contra el destino (Y eso me hace pensar que necesitamos mantener vivas nuestras tradiciones y costumbres en los colegios más allá de unas semanas al año). Para que juntos construyamos un país... ¡color esperanza!
¡Viva Chile!



domingo, 13 de septiembre de 2015

Internados educativos en lugar de cárceles

La delincuencia es uno de los síntomas más “incómodos” del gran problema de convivencia en que estamos sumergidos. Hemos intentado resolverla erróneamente, aislándola como si fuese una enfermedad y tratándola con métodos arcaicos e inhumanos. La privación de la libertad en condiciones miserables solo aumenta el problema. Las cárceles son la universidad del delito.
La delincuencia es la conducta de quien está viviendo en la “era psíquica del apoderamiento”. Una etapa de desarrollo humano por la que todos transitamos. Surge en el deseo de tener lo que otros tienen y se transforma en una adicción y en un comportamiento justificable (para mi) cuando dejan de importarme los demás, cuando pierdo la confianza en el sistema social y cuando logro apoderarme de un poder que antes parecía inalcanzable. Puedo superar esa etapa, cuando recupero la confianza en mis habilidades y encuentro un camino de desarrollo hacia el bienestar.

La agresión es una conducta de supervivencia ante la desesperación. Ya he propuesto las “Escuelas de Resilencia” para ayudar a los niños en ambientes vulnerables a recuperar la esperanza. Hoy, quiero sugerir el cambio de las cárceles por internados educativos.
Los delincuentes se sienten discriminados y consideran que la sociedad ha sido injusta con ellos. Tal vez tengan razón. Tal vez necesiten otra oportunidad para tomar conciencia de que pertenecen a un mundo más amplio, donde las reglas de convivencia exigen una conducta menos egoísta y más respetuosa. Tal vez debamos devolverles la esperanza.
¿Cómo?
Propongo la inmersión total del delincuente en un ambiente educativo apropiado para la toma de conciencia. Internados que los eduquen para la convivencia respetuosa y los preparen para vida social moderna. Lugares de retiro orientados al aprendizaje, a la reflexión y a la convivencia.
Condenar a los delincuentes a aprender a ganarse la vida éticamente y prepararlos para desarrollar una actividad – para la cual tengan talento – que los motive, les interese y además les dé bienestar… es la única condena aceptable para seres humanos.

Tenemos que reconocer que el ser humano es un animal social, que tiene sombras agresivas y arrogantes. Las agresivas son las conductas de los delincuentes; las arrogantes son las conductas que tienen los que se consideran superiores y que los encierran en cárceles para “eliminarlos” y no hacerse cargo del problema.
Todos los seres humanos necesitamos transitar por un proceso de expansión de conciencia que nos haga comprender que somos parte de un Universo profundamente interconectado. La responsabilidad de quien se queda atrapado en un estado de conciencia estrecho, no es personal, es colectiva.

No será fácil, ni tendremos resultados inmediatos, pero creo que vale la pena intentarlo. ¿No le parece?

domingo, 6 de septiembre de 2015

Educación para el Bienestar

La primera propuesta que hice en la tesis del Magister en Biología-Cultural que desarrollé bajo la guía del biólogo y epistemólogo Humberto Maturana decía: “Repensar el modelo educativo poniendo el bienestar como objetivo”. ¿A qué me refería?

La necesidad de repensar la educación es un tema recurrente y transversal en la actualidad, porque los modelos educativos no han evolucionado. El modelo educativo tradicional, estaba centrado en la generación de ciudadanos capacitados para ganarse la vida. Pero esto ya no es suficiente. Esta forma de educar no apunta hacia el bienestar.

Nuestro jóvenes quieren vivir la vida plenamente y desean una educación que se concentre tanto en su bienestar (físico, psicológico y social) como en el bienestar colectivo (biodiversidad, convivencia y justicia).

Proponemos una educación que les ayude a vivir con optimismo, a adquirir hábitos saludables, a encontrarle un sentido más noble a sus existencias, a generar relaciones constructivas con los demás y a conseguir objetivos relevantes. Una educación que los prepare para resolver problemas complejos, para levantarse cada vez que se caigan, para cuidar su cuerpo y su mente con “alimentos” apropiados y para encontrar su “elemento”.

Nuestros jóvenes quieren ser felices, saludables, autónomos, flexibles, creativos y socialmente responsables. ¿Queremos ayudarlos a estar bien y a realizar su pleno potencial?

Si la respuesta es afirmativa, entonces podríamos empezar por reconocer y aceptar la educación Waldorf o Montessori. Los padres ya lo han hecho. La demanda por este tipo de educación es creciente. Necesitamos una educación personalizada.

También podríamos aumentar la actividad física y proscribir el sedentarismo; aumentar la actividad reflexiva y eliminar la obediencia irresponsable; mejorar las oportunidades de realización aumentando el juego, el arte y la música.

No se trata de eliminar el aprendizaje de las disciplinas tradicionales, sino reducir su importancia relativa, considerando que nuestra prioridad es la formación de personas íntegras y realizadas. Miramos con mucho interés la decisión de los Jesuitas en España, de cambiar el modelo eliminando asignaturas y evaluaciones.

Tampoco se trata de “hedonizar” la educación. La vida humana es extremadamente compleja y el bienestar emerge en el entrelazamiento de diversas condiciones, entre ellas:

Ambiente protegido y saludable
Amistades y relaciones sociales estrechas
Amor y aceptación incondicional
Coherencia y equilibrio entre valores y oportunidades
Cultivo de talentos naturales
Desarrollo de actividades reconfortantes
Flexibilidad ante el cambio inexorable
Sentido de superación
Propósito superior

Pretendemos un ambiente educacional donde los estudiantes encuentren estas condiciones, que consideramos básicas para el bienestar.

Se desprende que los profesores también debieran estar en el bienestar, que sean ejemplos de personas realizadas, emocionalmente equilibradas, con vocación de servicio y con gran cariño y empatía con sus estudiantes. Porque los estudiantes aprenden a transformarse en la convivencia con los adultos que los rodean. Reconocemos que esta condición no es fácil de cumplir, pero es el desafío que proponemos a las facultades de educación.


¿Quién no querría ir a la escuela si allí encontramos un ambiente sano, respetuoso y feliz?