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jueves, 8 de enero de 2015

La sociedad está cambiando

El calentamiento global es fiebre… estamos enfermos
La sociedad está viviendo un cambio de paradigma. Nuestros valores están evolucionando. La línea que divide lo correcto de lo incorrecto se está desplazando. Lo que era normal hace apenas algunos años, hoy puede ser condenable. No me refiero solo al financiamiento político, o al financiamiento de la educación o de la salud. El caso Penta, MOP Gate, La Polar, La Universidad del Mar, son algunos de los síntomas. La enfermedad social es mucho más grave. Los políticos, las universidades, los sostenedores, las farmacias, los empresarios, las isapres, los bancos y las inmobiliarias, (e incluso las personas) a la luz de los acontecimientos, somos al menos, sospechosos. ¿Nuestro pecado?
Hemos continuado haciendo, lo de siempre, sin considerar que medidos con la vara de la nueva ética, nuestros comportamientos habituales ya no son tolerables. Afectar a terceros, aunque sea indirectamente, es un pecado. Considerar nuestros propios intereses egoistas pasando por alto las consecuencias de largo plazo de nuestras decisiones es también un error imperdonable. Nuestra ambición por el progreso se ha desbordado y nos hemos acostumbrado a usar resquicios,  intentando justificar lo injustificable. Déjenme ser claro: Ahora no es suficiente cumplir con la ley; hay que respetar su espíritu.
Hemos llegado hasta esta situación porque el Estado ha sido cómplice pasivo. Los abusos eran evidentes, pero la voluntad para fiscalizar no estuvo a la altura de las circunstancias. Debiéramos acusarlo de “notable abandono de sus deberes”. Pero, ¿quien se atreve a tirar la primera piedra?
Paris está protengiéndose del terrorismo
Es cierto que hay muchas cosas que huelen mal y que es necesario hacer reformas. Ante la impotencia y desesperación generalizada se ataca al “sistema”, tomamos la justicia en nuestras manos y así, aumenta la violencia, la delincuencia y el terrorismo. Los más fundamentalistas creen que “el fin justifica los medios” y no dudan en dañar a otros para defender sus ideas. Por eso el terrorismo aflora por todas partes. Pero, la solución no es tomarse las calles, destruir locales, colocar bombas o delinquir. Ni evadir impuestos ni aceptar “coimas”. Tampoco la solución pasa por usar la retroexcavadora y demoler todo para partir de cero.
Me atrevo a sugerir que lo que nuestra sociedad necesita es un cambio cultural. Necesitamos hacernos más responsables y más respetuosos. Más íntegros y más conscientes. Sobre todo, tenemos que estar dispuestos a revisar nuestras creencias y adaptarnos a las circunstancias. Necesitamos evolucionar psicológicamente.
El principal obstáculo que enfrentamos para este cambio cultural es el sistema educacional que hemos costruido. Un sistema conservador, rígido y deshumanizado, categórico y fragmentado; que se concentra en capacitarnos para producir y para tener éxito económico, sin prepararnos para el cambio continuo, ni entregarnos la capacidad de cuestionar permanentemente nuestros valores y principios, ni ayudarnos a expandir nuestras miradas, ni dotarnos de herramientas para convivir en armonía. Nos convence que hay una verdad absoluta, que la conocemos y que aquellos que no la comparten o son ignorantes o son malvados. Este es el cambio más urgente y la verdad más incómoda para evitar que el “calentamiento social” nos haga invivible el planeta.
La pregunta del millón es…

¿Cómo hacemos que nuestras autoridades tomen consciencia de que la reforma educacional debe apuntar hacia la convivencia respetuosa?


¿Como convertimos esto en un imperativo ético de prioridad nacional?

Tal vez hay que ser el cambio que queremos provocar...


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