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viernes, 12 de diciembre de 2014

La energía detrás de la información


Necesitamos una nueva mirada...
Vivimos en un universo pleno de información. Y esa información tiene energía. Estamos literalmente inmersos en un cosmos informático en expansión acelerada. La manifestación física de esa información es visible, medible y cuantificable. Pero la energía que tiene la información pareciera ser invisible para el ser humano moderno. Contemplamos las estrellas, las constelaciones y los cúmulos de galaxias como si estuvieran cumpliendo un rol cosmológico sin sentido. Materia interactuando y obedeciendo las leyes de la naturaleza. Tenemos una mirada parcial y pequeña. No apreciamos el impulso que impregna al universo. No vemos la energía que gobierna la vida.

Los problemas de la modernidad tienen su origen en un tratamiento incompleto de la información. Como si los datos y los hechos concretos no tuviesen energía. Considera a la información como materia inerte, sin vida. El tratamiento estadístico de la información despoja a la información de su energía y pretende comprender la película de la realidad en base a fotografías estáticas. Los simples números e incluso las letras, son información muerta.

Nuestra educación, hija de la modernidad, está en crisis porque transmite información des-energizada. Educamos con contenidos en descomposición. Medimos con pruebas estandarizadas y evaluamos con objetividad, para asegurarnos de obviar la intensa energía que subyace en los procesos educativos. Matamos la creatividad. Y los jóvenes se dan cuenta. No quieren aprendizajes obsoletos. No les gusta alimentarse de información sin vida.

Basarse solo en cifras para reformar la educación es un pecado de ignorancia. No hay mala intención en los modernos que postulan que solo lo medible existe. Hay falta de desarrollo. Hay insensibilidad. Quisiera que existiera hoy una disciplina que seguramente estudiarán nuestros nietos: la estadística emocional. Con esa herramienta podríamos medir los cambios físicos y energéticos. Con esa herramienta no habría tantas interpretaciones para los resultados de las encuestas. Ni tantos ganadores en las elecciones. Con ella, nos daríamos cuenta de la extraordinaria riqueza informativa existente en esa dimensión desconocida que hemos pasado por alto. La dimensión emocional. Esa dimensión que nos permite detectar la energía detrás de cada número o en cada palabra.

No hay lugar más evidente que la educación para darse cuenta que el ser humano necesita hacerse sensible a la energía que trae la información. Los verdaderos profesores lo saben. Sus expectativas son relevantes para el aprendizaje de sus alumnos. Y el ambiente emocional en el aula es la variable más significativa para generar aprendizaje. Las notas de un verdadero maestro consideran que las respuestas tienen información con energía. Por eso, si la reforma solo se basa en información estadística, sencillamente profundizará la crisis de una educación industrial y deshumanizada.

Espero que nuestras autoridades se hagan sensibles a la energía que hay detrás de las cifras educacionales y que legislen con madurez emocional. Solo así tendremos un país educado para el siglo XXI.

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