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viernes, 26 de septiembre de 2014

Discúlpenos profesor


Discúlpenos profesor, porque hemos sido injustos al evaluar su desempeño comparando los resultados de sus estudiantes con otros países de la OCDE, sin considerar que Chile es el segundo país con mayor número de alumnos. Tal vez por esa razón, nuestro país ha mejorado significativamente la proporción de los jóvenes que han logrado terminar la educación secundaria.
Más disculpas, profe, porque a pesar de lo anterior, esos estudiantes secundarios han conseguido un progreso notable en matemáticas, en relación a todos los miembros de la OCDE.
Afortunadamente, ahora estamos reconociendo la importancia de la educación pre-escolar, de modo que sus futuros estudiantes llegarán mejor preparados a sus clases. Y aquellos que logren acceder a la educación superior (algo mucho más probable que antes), tendrán mejor empleabilidad y remuneración. Esto, es algo que las familias chilenas reconocen y aprecian. Por eso están dispuestas a financiar una parte importante del costo de educar a sus jóvenes.
Perdónenos, además por ofrecerle una de las remuneraciones más bajas y exigirle más horas de trabajo que a sus colegas de los otros países OCDE.
La comparación no corresponde, sin disminuir los estudiantes en sus clases, sin subirle el sueldo y equiparar las horas en el aula. Ni siquiera eso es suficiente. Sin darle la dignidad que tiene su profesión docente en los países OCDE, seguiremos siendo injustos.
Lo peor es que cuando tomamos en cuenta todos estos factores y comparamos los resultados de sus estudiantes con los países latinoamericanos que tienen similares condicionantes, nos damos cuenta que  usted profesor, es un verdadero maestro. Permítame, querido profesor, al menos darle las gracias por asumir estoicamente la tarea ingrata de ser docente en un país donde es demasiado fácil criticar.
Y aunque quisiera que todos los chilenos reconociéramos el error de menospreciar la labor de nuestros profesores, la coherencia me exige comenzar por mi mismo. Por eso escribí esta carta, al terminar de estudiar el informe de la OCDE (un vistazo a la educación 2014).

jueves, 25 de septiembre de 2014

La meditación de la Mandarina


Un grupo de monjes budistas visitaron la facultad de educación. Eran parte del movimiento “Escuelas Despiertas”. ¡Estaban convencidos que podían cambiar el mundo, con profesores felices! Y para ayudarnos en nuestra tarea, nos enseñaron la meditación de la mandarina…
Sentados en el suelo, cada uno de nosotros tomó una mandarina y la examinó, tomando nota de la textura, los colores, la forma y el olor…
Nuestros sentidos estaban absortos en percibir detalles de la fruta. Reconocimos que provenía de la tierra y del agua. De la naturaleza. Y del trabajo de agricultores y comerciantes. Tenía su propia historia. Y esa historia estaba marcada en esa fruta. Antes había sido una flor. Y luego una mandarina pequeñita…Si íbamos a comerla, tendríamos que reconocer el proceso que la había llevado a nuestras manos. La pelamos con cuidado y al sacar la cáscara, notamos el aroma de ésta y también la delicadeza de la fruta sin su piel protectora. Era muy diferente, más vulnerable, más jugosa y más disponible. Notamos los cambios sutiles en nuestra boca y en nuestro cuerpo. Agradecimos la posibilidad de nutrirnos de esa fruta.
Sacamos un gajo, cuidadosamente y lo pusimos en nuestra boca, sin morderlo aun. Y nuestra lengua lo movió por todas partes, hasta dejarla entre nuestros dientes y lentamente lo aplastamos disfrutando el sabor del jugo y degustando la fruta con calma. Mordimos el gajo 30 veces, antes de tragarlo. Así ayudábamos a la digestión. Continuamos con otro gajo y repetimos la operación hasta que, después de una eternidad, incorporamos la fruta a nuestro cuerpo. Así hicimos nuestra la historia de aquella mandarina.
Les cuento esto, porque en el contexto educacional en que estábamos me pareció que la mandarina representaba el conocimiento que el profesor quiere regalar al estudiante. Un conocimiento que esperamos se trague inmediatamente, como si esto representase nuestra efectividad docente. Conocimiento express.
¡Qué diferencia tendríamos si al estudiante le ofrecemos el conocimiento como se nos ofreció la mandarina! Si les regalamos la historia de nuestro aprendizaje, si les permitimos percibir los detalles y le sacamos la cubierta protectora de esas ideas novedosas… Si les damos tiempo para procesar la información, si les permitimos rumiarla lentamente para facilitar su digestión y dejamos que ese nuevo conocimiento penetre en la mente con la delicadeza de quien entra a un templo sagrado.
¡Qué extraordinarios profesores seríamos!
¡Qué excepcionales alumnos tendríamos!
¡Qué asombrosos aprendizajes lograrían! 
¡Qué docentes más felices formaríamos!
¡Qué ejército más potente para cambiar el mundo!
Por eso, los invito a convertirse en profesores-mandarina.
Asi, tendríamos estudiantes despiertos, aprendizajes profundos, maestros respetados y todos aprenderíamos a vivir en el presente.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Sobre los hombros de Heisenberg


Conozco a una profesora excepcional que siempre comienza sus clases contando la historia de un trapecista novato que temía soltarse y saltar al vacío para ser recibido por su compañero. Logró superar sus miedos y convertirse en un acróbata famoso, siguiendo al pié de la letra el consejo que entonces le dio su maestro:
–Lanza primero tu corazón– le recomendó… e hizo una pausa para agregar– ¡tu cuerpo seguirá detrás!
Los estudiantes de hoy están preparados para un salto al vacío... sólo así podrán explorar nuevos territorios
Es natural que tengamos miedo a la incertidumbre, pero deberíamos acostumbrarnos a ella; es lo único seguro que tenemos por delante.
Sabemos que cuestionar nuestras certezas no resulta sencillo para nosotros. A pesar de que la ciencia ha dado claras señales de que el modelo clásico que usamos para interpretar la realidad, no es confiable, actuamos como si no hubiese pasado nada. Preferimos nuestras viejas “verdades” aunque las sepamos obsoletas, porque estamos acostumbrados a ellas. Somos adictos a nuestras creencias y eso es el principal problema para nuestro pleno desarrollo. El principio de incertidumbre, propuesto en 1927 por Heisenberg, debió hacernos más humildes y menos categóricos. Según este axioma, nada puede definirse con total exactitud. La certeza absoluta no es posible. Más aun, según el efecto observador, tampoco existe la plena objetividad, puesto que el observador influye en lo observado. El simple acto de observar, cambia lo observado. Aunque la incertidumbre es una verdad científica desde inicios del siglo pasado, aún no nos acostumbramos a ella. Tampoco hemos querido aceptar nuestra subjetividad. Creemos errónea y firmemente en la objetividad de nuestra mirada.
Esto implica que somos participantes en el devenir de nuestra vida. El observador influye en los resultados. Tanto en lo “micro”, como en lo “macro”. Siendo observadores de nuestro vivir, interpretamos la situación en que estamos y actuamos en función de nuestras creencias. Como observadores, podemos elegir donde poner nuestra atención, aquello que observamos; y por lo tanto, podemos elegir aquello que transformamos. Somos enteramente responsables de nuestros actos. Creamos nuestro futuro con nuestras acciones en el presente. Pero sustentamos nuestros actos en creencias falsas. He aquí el problema.
Para desarrollar nuestro pleno potencial, necesitamos aceptar nuestra ignorancia. Aceptar que no sabemos. Aceptar que no sabemos que no sabemos. En suma, necesitamos aceptar nuestra incertidumbre y estar dispuestos a vivir aprendiendo, manteniendo la curiosidad ante las infinitas posibilidades que tenemos en el presente.

La educación que necesitamos, debe ayudarnos a hacer preguntas. A desprendernos de nuestras certezas para reflexionar con la curiosidad inocente de nuestra infancia. Debe comprometernos a vivir en el asombro; a explorar territorios desconocidos, porque en estricto rigor, no sabemos cómo son las cosas. Necesitamos estudiantes curiosos, que escuchen con apertura y hagan preguntas con el propósito de comprender. Pretender una educación que pretenda que los estudiantes den respuestas correctas es un gigantesco error conceptual. La educación debe subirse en los hombros de Heisenberg, convertirnos en observadores de nuestra existencia, hacernos responsables de nuestro aprendizaje y acostumbrarnos a la incertidumbre.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Sobre los hombros de Darwin


Comenzaremos a mirar la educación a partir de la idea más provocadora que nos ha regalado la ciencia, la evolución. Aquella danza de la vida que comenzó hace unos 4 mil millones de años en la Tierra. Desde entonces, la evolución ha influido decisivamente en la dinámica del planeta, generando cambio, innovación y desarrollo permanente. Desde entonces estamos en movimiento.
No era evidente, puesto que apenas hace 155 años, un gigante de la ciencia, logró distinguir en la naturaleza las huellas del transcurso del tiempo y comprendió que estamos evolucionando. ¡Estamos cambiando!
Aunque las enormes consecuencias de este asombroso descubrimiento aún no son asimiladas del todo, intentaremos  analizar al ser humano y a la educación desde una perspectiva evolucionaria. 
El experimento humano comenzó hace unos 3 millones de años con una ingeniosa propuesta evolutiva: la neotenia. Somos mamíferos prematuros. Nacemos inmaduros. Incapaces de subsistir sin la colaboración de adultos. La subsistencia de la especie humana depende de padres amorosos, ligados a sus hijos hasta que ellos logran autonomía, es decir, por varios años.
Esta exclusiva característica obligó a nuestra especie a desarrollar mecanismos de cuidado y protección para nuestros jóvenes. Al perdurar el contacto entre jóvenes y adultos, las familias ancestrales debieron crear comunidades humanas más permanentes y entonces, establecieron las condiciones para desarrollar el lenguaje. Y el lenguaje transformó la vida humana. No solo se usaba para comunicarse, sino que permitió también a transmitir los aprendizajes desde una generación a otra. Se usaba para enseñar. Esto le otorgó al ser humano una ventaja inédita en la naturaleza. La comunicación y la educación, entonces, convierten al hombre primitivo en un ser social que comparte una aventura colectiva con sus semejantes para resolver con éxito sus problemas de supervivencia.
De modo que aunque la educación es una consecuencia evolutiva de nuestra inmadurez física y emocional, es también un acuerdo de cooperación entre los adultos, diseñado para enseñar y transmitir la información histórica acumulada por los antecesores a esos jóvenes con el propósito de prepararlos para la vida independiente. Jóvenes que pueden cosechar el aprendizaje histórico de su especie y que pueden progresar porque van caminando sobre “hombros de gigantes”.

Desde los hombros de Darwin, podemos concluir que:

  • Necesitamos una educación que nos prepare para la transformación acumulada. Estamos inmersos en un proceso de cambio continuo, conectados con la naturaleza y con la historia del cosmos.
  • Necesitamos una educación que nos de sensibilidad medio ambiental. Ahora somos actores conscientes de la evolución. Dependemos de nuestro medio ambiente y conocemos su fragilidad. Debemos respetarlo y cuidarlo.
  • Necesitamos una educación flexible. Especialmente en épocas de grandes cambios, los procesos educativos deben ser ágiles para adaptarse a las nuevas circunstancias.
  • Necesitamos una educación en permanente renovación. Que incorpore los aprendizajes más significativos de la humanidad y los transmita con la mejor eficiencia posible.
  • Necesitamos una educación que tenga un adecuado equilibrio entre competencia y cooperación. Los jóvenes tienen que desarrollar su individualidad creativa y también contribuir al bienestar general.
  • Necesitamos una educación personalizada. La diversidad es uno de los caminos evolutivos que garantiza mejores posibilidades de desarrollo.
  • Necesitamos una educación en etapas progresivas para un ser que evoluciona. Un ser que comienza a cambiar desde el momento de su concepción, se desarrolla hasta convertirse en adulto autónomo y luego continúa transformándose hasta que deja de existir.
  • Necesitamos una educación contextual. Que responda al entorno físico, social y cultural de la comunidad.
  • Necesitamos una educación que contemple el tiempo evolutivo. Aprendizaje y desarrollo están vinculados pero ambos necesitan distinto tiempo para germinar.
  • Necesitamos una educación para la vida en el bienestar. Saber vivir siendo feliz es más importante saber producir siendo miserable.



Parece evidente que la educación que tenemos actualmente no fue diseñada con una perspectiva evolutiva. Sabemos que tiene origen de carácter industrial. Es demasiado rígida. Está fragmentada y estancada. Por eso, no sobrevivirá por mucho tiempo. Las crisis y el estrés generan evolución. Y en los tiempos que corren, están dadas las condiciones para el cambio. Además, afortunadamente los jóvenes nativos digitales, no aceptarán que se les prepare para un mundo que ya no existe. No cabe dudas de que la educación tendrá en breve, una enorme mutación. Estamos convencidos de que los hijos de nuestros hijos tendrán una educación con perspectiva evolutiva. O como dice Sir Ken Robinson, una educación orgánica.

Es natural que las familias comiencen el proceso educativo de sus hijos y por lo mismo creemos en una “escuela para padres” con el fin de preparar a los jóvenes a construir familias; pero también es natural que cuando los padres necesitan ayuda, la comunidad apoye a los más débiles. Suponemos que Darwin propondría células educativas en los barrios más vulnerables, dedicadas a entregar a los pre-escolares un vocabulario rico, un ambiente emocionalmente saludable, con actividades lúdicas para establecer identidades únicas y relaciones sociales sanas. Algo como jardines infantiles con participación activa de las familias (apoyadas por psicólogos) de modo que el ambiente de aprendizaje sea similar en la casa y en el jardín. Creemos que extendería este proceso hasta que el niño esté física, social, emocional e intelectualmente maduro.

Pensamos que la educación debe ser un proceso continuo y dinámico para ayudar progresivamente a nuestros jóvenes a caminar sobre los hombros de los gigantes intelectuales de la humanidad. Una imagen que usamos para ilustrar el potencial educativo de conectar los conocimientos de vanguardia en diferentes disciplinas. Estudiar a la altura de estos sabios es aprovechar el esfuerzo colectivo de toda la humanidad.

La primera condición para una educación de calidad es que esté diseñada con una perspectiva evolutiva.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Todo cambia



“Cambia lo superficial
        Cambia también lo profundo
        Cambia el modo de pensar
        Cambia todo en este mundo…
        Cambia, todo cambia”
Julio Numhauser



Cambiar el mundo, una tarea compleja, urgente e inevitable…
Los jóvenes quieren cambiar el mundo. La nueva generación está protestando por el estado en que les estamos entregando las cosas. A nosotros, los más experimentados, nos podría parecer un cargo algo injusto. Si supieran cuanto hemos progresado, tal vez nos agradecerían. Pero por otro lado–siempre hay que mirar el otro lado de la moneda–no podemos dejar de reconocer que tienen una cuota no despreciable de razón. Hemos progresado, pero el costo ha sido alto. Les estamos heredando algunos problemas complejos, como el calentamiento global, la crisis económica, la contaminación, la creciente desigualdad, el cuestionamiento político e institucional, un progresivo malestar social (todos ellos, síntomas de una crisis mundial sistémica). Eso es cierto.
Y sin embargo, el mundo está cambiando acelerada e inexorablemente. Lo que los jóvenes pretenden es generar cambios inmediatos para tener mejores oportunidades. Me parece que se lo merecen. En eso, también estamos de acuerdo.
Para cambiar el mundo, debemos comenzar cambiando nosotros mismos. Ahora mismo. Nuestra generación adulta, abriéndose a nuevas ideas y aceptando las limitaciones de nuestra forma de pensar.  Nuestros jóvenes, explorando nuevos territorios y cuestionando aquello que siempre hemos dado por hecho, desde los hombros de sus padres, porque así lograrán ver más lejos. Ambas generaciones debemos asociarnos para cambiar el futuro de nuestra especie en la Tierra. Juntos podemos generar sinergias y probar que colectivamente somos mas que un grupo de seres humanos.
Propongo entonces que no perdamos más tiempo y no nos quedemos buscando culpables o respondiendo acusaciones. Si estamos donde estamos es porque generación tras generación, la humanidad ha ido acumulando conocimientos para resolver los problemas que se le presentan. Reconozcamos que los problemas que enfrentamos son, a la luz de nuestro entendimiento, cada vez más complejos y que necesitaremos el aporte de todos. Pero siempre hemos estado a la altura de las circunstancias y esta vez no será la excepción, aunque estemos enfrentados a “verdades incómodas”.