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lunes, 28 de julio de 2014

Verdades incómodas

El Diario Financiero me solicitó que profundizara sobre algunos de los puntos de mi artículo: "Alguien tiene que decirlo". Comparto con ustedes lo que publicaron este viernes 25 de julio: 
La reforma educacional es un trabajo de hormigas, colectivo y muy duro, donde todos tenemos que contribuir...
 

Las dificultades que enfrenta la reforma educacional se deben, entre otras cosas, a que nadie se atreve a decir algunas verdades incómodas: en primer lugar, tenemos que decirles a los estudiantes que agradecemos que hayan manifestado su disconformidad con la educación. Los adultos somos ciegos a nuestras premisas y mantuvimos la educación que recibimos porque no vimos los profundos cambios que experimentó el mundo. Alguien debía despertarnos y nuestros jóvenes lo hicieron. Gracias por ello.
Pero también debemos decirles que su propia educación es el proyecto más importante que tienen en esta etapa de la vida. Que la educación de calidad requiere de estudiantes que hagan su trabajo: estudiar, esforzarse por aprender y perseverar para desarrollar su pleno potencial. No existe aprendizaje sin voluntad de aprender e interés en progresar; no hay educación gratis en el sentido de que el estudiante debe trabajar para educarse. Si buscan educación gratuita, no la conseguirán sin esfuerzo continuo.
Las tomas de colegios y sus consecuencias, como la pérdida de clases, destrozos, intolerancia y la fuerza como mecanismo para plantear puntos de vista, tampoco apuntan en dirección a la equidad, sino todo lo contrario. Boicoteando a la educación pública están dañando a la juventud más vulnerable del país. Si bien creemos que detrás de su inquietud hay una buena causa, no quisiéramos descubrir que una vez aceptado el punto, la principal motivación para la continuación de las tomas sea la flojera de muchos y la ambición política de pocos.
Decirles a los padres que la educación de sus hijos no se puede comprar ni delegar. A sus hijos les heredarán mucho más que lo genético, una cultura familiar que será determinante para el éxito académico de sus hijos. Cada minuto que dediquen a alimentar su curiosidad, a responder sus inquietudes y ayudarlos a comprender, es tremendamente rentable.
La escuela es un complemento de la formación que sus hijos reciben en casa y sus resultados académicos dependen -en buena medida- de los valores, creencias, hábitos de exploración y métodos de solución de problemas que desarrollan desde su primera infancia. En el hogar familiar se incuba el carácter. Aunque no nos guste, algunas veces hay que atreverse a poner límites a nuestros hijos. La calidad educacional comienza en casa.
Decirle a los profesores que la formación que recibieron no es adecuada para enseñar a los jóvenes de hoy. En la era de la información, el rol del profesor cambió. Hoy se necesita un formador de carácter que oriente al aprendizaje personal. Las competencias requeridas en el siglo XXI no fueron previstas por la educación tradicional. Nos equivocamos manteniendo un modelo educativo industrializado, estandarizado y des-humanizado. Es necesario recuperar la dignidad de la profesión docente, convirtiendo al profesor en un maestro del desarrollo humano, en el principal socio de los padres para conducir al estudiante al pleno potencial. Si los profesores lograron mantener la vocación sirviendo en el sistema actual, entonces tienen la materia prima para transformarse en maestros. Pero si fueron derrotados por la frustración entonces, al menos, se merecen una nueva oportunidad. No hay peor condena para los estudiantes que tener un profesor sin esperanza. A los últimos, tendremos que ofrecerles una salida honrosa. A los primeros, una nueva formación pedagógica.

martes, 15 de julio de 2014

Enseñanza, Aprendizaje y Entendimiento


¿Hacia donde va la educación?
Uno de los posteos más vistos en este blog, habla de la diferencia entre enseñanza y aprendizaje. Seguramente porque la educación pretende ir desde un enfoque centrado en la enseñanza a un enfoque centrado en el aprendizaje. Ambas posturas están equivocadas y debemos trascenderlas buscando el entendimiento. Ya hemos señalado antes que: “Enseñar nace desde el altruismo, de la generosidad de quien tiene conocimientos y desea compartirlos. Enseñar equivale a entregar parte de la información que tiene el maestro, al discípulo, para prepararlo para un trabajo determinado. Enseñar implica conocer al discípulo-sus debilidades y fortalezas-y nutrirlo con conocimientos que le permitan desarrollar todo su potencial. Enseñar es tener fe en el futuro. Enseñar es una noble tarea. La enseñanza es hija de la solidaridad”.

Sin embargo, en el loable paradigma tradicional de la enseñanza, sin intención, se niega al estudiante, como si no tuviese participación activa en el proceso educativo. Allí está el meollo del problema, puesto que no se puede enseñar a quien no desea aprender. Este es un gran inconveniente de la educación tradicional.

Por eso, en un intento por corregir la inexcusable omisión del estudiante, la mirada de la educación moderna se concentra en los resultados, es decir en el aprendizaje. Y como indicamos previamente:

“Aprender nace desde la curiosidad innata del ser humano, de las preguntas que no podemos contestar y que deseamos saber. Aprender equivale a buscar respuestas, a explorar, investigar y encontrar explicaciones que nos convenzan. Nuestra necesidad de comprender el mundo que nos rodea, alimenta una actitud de aprendizaje permanente. Aprender es producto de cierta inconformidad con lo que sabemos y de nuestro deseo de desarrollar nuestro verdadero potencial. El aprendizaje es hijo de la ambición”.

Este enfoque comete el pecado inverso, aquel que niega al profesor y ese es el principal inconveniente de la educación moderna que ha terminado por desprestigiar a la profesión docente.

Desde nuestra perspectiva, la educación debe enfocarse en el paradigma del entendimiento.

Entendimiento: Una perspectiva educacional más amplia
El entendimiento es un proceso que integra la enseñanza, el aprendizaje y el contexto. Hay algo que aprender. Este nuevo elemento, incorpora una variable que antes no se consideraba. Como si la historia y la cultura del profesor o del estudiante no fuesen relevantes. Como si no se necesitara tiempo para asimilar conocimiento. Nace desde el aprendizaje y la expansión de conciencia que nos produce ese aprendizaje. Entender implica asimilar, digerir y procesar para comprender las consecuencias del conocimiento adquirido. Entender supone que algo o alguien enseña. Respeta al profesor y al contenido. Y también supone que hay interés en aprender. Respeta al estudiante. Entender es un proceso que requiere aprendizaje profundo. Que digiere el conocimiento y lo transforma en un nuevo comportamiento. Nos hace responsables de ese aprendizaje. El entendimiento es hijo de la reflexión.

Queremos proponer una educación enfocada en el entendimiento, dispuesta a incorporar el contexto y a darle tiempo al estudiante para madurar sus conocimientos. Una educación orientada  a producir autonomía responsable y a transformar a los jóvenes en adultos respetuosos y competentes en su área de interés.

domingo, 6 de julio de 2014

Alguien tiene que decirlo...


Las dificultades que enfrenta la reforma educacional se deben a que nadie se atreve a decir algunas verdades:
Decirle a los estudiantes que la educación de calidad requiere de su esfuerzo a través del estudio y que esa es su principal responsabilidad. No existe aprendizaje sin voluntad de aprender y las tomas no demuestran esa voluntad, sino todo lo contrario.
Shh...Cambia, ¡todo cambia!
Decirle a los padres que la educación sólo es un complemento de la formación valórica que han recibido en casa y que los resultados académicos de sus hijos dependen en gran medida de sus hábitos fuera del colegio. La calidad educacional comienza en casa.
Decirle a los profesores que la formación que recibieron no es suficiente para enseñar a jóvenes nativos digitales y que si quieren ejercer la docencia, deben actualizarse. El rol del profesor cambió.
Decirle a los sostenedores que la educación debe priorizar la calidad y que cualquier proyecto educacional que desvía recursos en perjuicio de esta, es éticamente dudoso. Educar es un servicio al país.
Decirle a los políticos que la educación no es un instrumento para fomentar ideologías, sino un espacio para lograr autonomía de pensamiento. Educar es ampliar perspectivas, no limitarlas.
Decirle a los expertos que lo mínimo que necesitamos es ponernos de acuerdo en el significado de la calidad educacional. La calidad no sólo se mide, también se siente.
¿Si digo la verdad, me condenarán?
Decirle a las facultades de educación que la formación docente debe reinventarse para darle al profesor nuevas competencias. No se puede esperar mejores resultados en el aula, si seguimos haciendo lo mismo. Educar es preparar para el cambio y la incertidumbre.
Decirle al ministerio que la educación debe ser una política de estado, con un mínimo de consistencia para lograr una perspectiva de largo plazo. Educar es proyectarse al futuro.
Decirle al gobierno que la reforma fracasará irremediablemente si impone sus términos sin consensuar con una mayoría sustancial de los chilenos el tipo de sociedad que queremos construir. Educar es un proyecto colectivo, de todos nosotros.
¡Esta vez, vale la pena no callar!

Decirle a los ciudadanos que si perdemos la oportunidad de diseñar la sociedad en que vivirán nuestros hijos y corregir los problemas de nuestra época, demostraremos nuestra falta de cultura cívica. Educar es progresar desde el interior.

Nadie quiere decir esto, porque no es políticamente correcto. Todos sabemos que estas verdades duelen y por eso callamos. Pero no decirlo, nos convierte en cómplices. Si hay algo que aprendí en el colegio, es a decir la verdad.