Pensábamos
que para cada problema existía una solución y que el mundo se puede comprender
por partes. Creímos que podíamos resolver los problemas, dividiéndolos en
partes más pequeñas para facilitar su comprensión y así nos convencimos que
todo era una sumatoria de componentes y que la realidad era discreta.
Concluimos
que podíamos aislar los problemas y confinar nuestro análisis al área de nuestro
interés particular. Más aun, pensamos que podíamos ser objetivos y racionales.
Llegamos
a sostener que los procesos tenían un comienzo definido, una dirección y un
final. Nos acostumbramos a mirar linealmente. Así fue como sobrestimamos
nuestra capacidad de predecir el futuro. Supusimos que al conocer el pasado y
el presente de algo, podríamos extrapolarlo hacia delante con algún grado de
certeza.
¡Que
manera más distorsionada de ver las cosas!
Era
natural tener esta perspectiva, puesto que aquellos viejos anteojos que
estábamos usando, no nos permitían ver las relaciones entre las cosas. Estábamos
analizando las cosas como si estuviesen confinadas dentro de una caja.
La
realidad se encargó de demostrarnos que habíamos pasado por alto demasiadas
cosas (principalmente relaciones) y poco a poco, nos fueron sorprendiendo las
consecuencias de nuestras acciones. Hoy enfrentamos problemas como el
calentamiento global, la sobre-explotación de recursos naturales, la inequidad,
la congestión, la corrupción, la extinción, etc.
No
puede haber nada más urgente que comprar anteojos que nos permitan ver las
relaciones y las conexiones entre las cosas.
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