Seguimos complicados con la educación. Algunos pretenden tener la solución. Pero no podemos aceptar respuestas sesgadas, parciales o teñidas de ideologías del pasado. Todos, juntos, tenemos la responsabilidad de construir una nueva educación.
Una buena educación, debe incentivarnos a hacer las preguntas relevantes, no a encontrar la respuesta correcta. Invitarnos a encontrar respuestas, implica tratar de adivinar las posturas que las generaciones anteriores han dado a esos temas. Como si esas respuestas fueran verdades inmutables. Equivale a intentar mantener el “status quo”. Y sin embargo, no hay nada más seguro que el cambio. Las verdades de los siglos pasados, hoy nos parecen insólitas. Mañana, nuestras verdades también serán cuestionadas.
Entonces, para cambiar de verdad nuestra educación, parece lógico comenzar a concentrarse en las preguntas. Demasiadas inquietudes solo se han intentado responder con paradigmas del pasado. Propongamos preguntas que nos hagan pensar nuevamente sobre temas que hemos dado por sentados; que muevan los cimientos de nuestras viejas creencias.
¿Cómo sería la educación, si nos enfocáramos más en las preguntas y menos en las respuestas?
Probablemente, tendríamos una educación aplicando el pensamiento crítico, no como un concepto teórico, sino como una estrategia para desafiar el estancamiento y generar nuevas respuestas. ¿Acaso la actualización o la educación continua solo deben aplicarse al estudiante? ¿No será lógico aplicarlas al sistema educacional? ¿Al rol del profesor y del alumno? ¿Al rol del jardín, del colegio, del instituto o de la universidad?
Ha llegado el momento de empezar a reflexionar; de encontrar aquellas preguntas que nos permitan reconstruir nuestra educación. Propongo algunas:
¿Como sería la educación, si el corto plazo no fuese importante?
La educación que hemos construido es hija de la sociedad en que vivimos. La hemos diseñado para darnos resultados en el corto plazo y sin embargo es una aventura de largo aliento. Hemos perdido la paciencia. Y la perspectiva de largo plazo. ¿De qué otro modo podemos explicar las omisiones imperdonables que tiene nuestro sistema educativo?
¿Donde está la responsabilidad cívica?
¿Dónde está la conciencia medio-ambiental?
¿Dónde están los hábitos saludables?
¿Dónde está la formación valórica?
¿Dónde está la preparación para vivir en sociedad y trabajar en equipo?
¿Dónde está la sustentabilidad para garantizar una oportunidad justa a las generaciones venideras
¿Y la perspectiva para entender nuestro lugar en el Universo?
¿O la capacidad para gestionar efectivamente la enormidad del conocimiento que hemos acumulado?
¿Porqué no intentamos cuestionar seriamente los paradigmas que construyeron la obsoleta educación que rechaza nuestra juventud?
La respuesta que juntos demos a estas y otras inquietudes, será muy superior a las proposiciones individuales que se intentar imponer por la razón o la fuerza.
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