Me pregunto si las movilizaciones tienen un origen más global que nacional y más profundo que superficial. Hay demasiados indignados en el mundo.
Me pregunto si la juventud necesita respuestas que no hemos sabido darles. Tal vez estamos viendo solo la punta del iceberg. Es posible que las manifestaciones reflejen un profundo descontento con la forma que hemos generado progreso. ¿No tendrán razón, al preocuparse de su futuro? Quizás sospechen que nuestra generación les está legando más problemas que soluciones.
También me pregunto si no es evidente que el malestar que recorre nuestra sociedad, es reflejo de problemas sistémicos y paradigmas rígidos. Decir que la inequidad se derrota con crecimiento, es un error. Plantear que el país está bien, pero la política está mal, es otro error. Son afirmaciones hechas desde un particular paradigma económico.
Somos un país con altísima inequidad, generada por el crecimiento desmesurado de unos pocos. Mientras la economía siga minimizando la importancia de la dimensión altruista del ser humano y considerando que el interés es la principal motivación para el emprendimiento, continuaremos aumentando la inequidad. ¿Cómo construir una sociedad más justa?
Un país no puede estar bien con un sistema político tan desprestigiado. Mientras los políticos sigan haciendo negociaciones cupulares, mientras se protejan y sus actos no tengan consecuencias; mientras continúen comportándose como lo han hecho, el desprestigio solo aumentará. ¿Qué cambios debemos exigir?
Me pregunto si la reacción frente a Hidroaysén no refleja que muchos creen que se puede crecer responsablemente. Tal vez no sepan como, pero saben que las respuestas sencillamente no les convencen. Son respuestas estrechas, con anteojeras. Intuyen que algo debe cambiar. Que debemos tener una mirada de largo plazo y considerar las consecuencias para las generaciones venideras. ¿Qué ingeniería debemos inventar?
Me pregunto si en educación no estará pasando algo similar: Por una parte, un ministro dispuesto a dialogar pero que cree que ya hizo la reforma educacional secundaria. Por otra, estudiantes que saben que en el fondo nada ha cambiado y que se requiere usar el bisturí y no limitarse a aspectos cosméticos. Este es un dialogo de sordos que continuará distanciando posiciones hasta que dejemos de dar las mismas respuestas. ¿Cómo educar en el siglo xxi?
No tengo las respuestas y por eso hago estas preguntas.
Y mientras me sigan contestando lo mismo, seguiré preguntando hasta que alguna respuesta, abra nuevas oportunidades. El futuro depende de la seriedad con que busquemos estas respuestas.
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