Estaba absorto en el tee de salida del hoyo 1 del Club de Golf Rocas de Santo Domingo, contemplando el cielo cuando llegó el Maestro. Nadie más andaba por ahí tan temprano. Las nubes daban un extraordinario espectáculo de blancos y grises esa madrugada. Enmarcadas por la radiante luminosidad del sol que deseaba asomarse y mecidas por la brisa matutina, parecían seres angelicales anunciando la magnificencia de Dios. «Solo faltan las trompetas», pensé.
– Bello amanecer –comentó a modo de saludo, palmoteándome la espalda–. ¿Puedo ver la libreta?
– Hola. Claro que sí –, le dije mientras la sacaba del bolso.
Alumbró las páginas con una pequeña linterna para espantar la penumbra y leyó mis anotaciones. Esperaba alguna felicitación pero solo comentó:
– Tal vez avanzamos muy rápido. Deja los palos ahí. Hoy caminaremos por el fairway. Quiero que conozcas la ruta de la felicidad.
– Ayer practiqué toda la tarde para disfrutar el juego de hoy...
– Se practica para permitir, no para disfrutar –, me corrigió inmediatamente.
– Eso quise decir. Practiqué vaciar mi mente de pensamientos y eliminar tensión de mi cuerpo.
– Buen comienzo. Pero ahora nos concentraremos en encontrar el mejor recorrido, armonizando nuestro cuerpo, mente y alma con la cancha y de paso, ojalá eliminar algunas creencias limitantes. Es necesario tener confianza en tus habilidades. Solo así permites que tu cuerpo responda sin resistencia. Vamos.
Comenzó a caminar por el pasto corto. Sin apuro. Observando. Oyendo. Sintiendo. Respirando. Absorbiendo la energía de la naturaleza. Como si estuviese meditando. También yo comencé a sentirla. El pasto estaba húmedo. El aire también. El cielo se había cubierto y era muy probable que el rocío nos empapara. Nada de eso perturbó al Maestro. Solo se detuvo poco antes de llegar a la trampa de arena. Desde allí veíamos perfectamente la bandera en el green.
– Esta es la posición ideal para hacer mi tiro de acercamiento hoy. Está plano y tengo vista directa a la bandera–, dijo y luego se volvió, apuntando hacia atrás –. Ese es el camino del medio. El comienzo de la ruta de la felicidad en esta cancha. Es la senda que nunca se ha de volver ha pisar...
Me volví y ví que nuestras huellas estaban bien marcadas en el pasto húmedo. Trazaban una línea apenas curva desde la salida, dividiendo el fairway casi por la mitad. Era el camino del medio... dibujado por nuestras huellas, nada más.
– No parece un tiro difícil –, comenté, volviéndome hacia el green.
– El primer golpe es siempre un gran desafío. No intentes un golpe demasiado arriesgado al comenzar una ronda. Alimenta tu confianza durante el recorrido. Escoge una trayectoria que te aleje de los peligros. Y más importante aun, debe ser un objetivo alcanzable. Saber que puedes posicionarte bien desde la salida, es vital. Este juego es golpe a golpe...
– Algunos profesionales se tiran por arriba de los árboles, para acortar el dogleg y quedar más cerca del green.
– A veces hay que correr riesgos. Hoy no conviene ser demasiado audaz y nunca persigas la gloria con un golpe. Confía en lo que te dice la naturaleza. Los árboles, el viento, el aire, la humedad..., los pájaros y las nubes, todo el universo se confabula para ayudarte. Vuelve a ser ese niño inocente que actúa en el presente y se impregna de las energías cósmicas. Amplía tu identidad y permite que la naturaleza fluya contigo. Tu alma no tiene límites y posee una sensibilidad exquisita. Sigue sus consejos.
– ¿Entonces la ruta de la felicidad cambia a diario?
– Obvio. Cambia con las circunstancias. Y es diferente para cada persona. Todo pasa... Si tú hubieses escuchado realmente a la naturaleza, habrías usado otro trayecto. Eso es lo que aprenderás hoy. A encontrar el camino de la armonía interior respetando la voluntad de la cancha. Obsérvame como recorro los primeros hoyos. Cuando estés listo para intentarlo, avísame.
El Maestro se sumió en una especie de trance. Supuse que para estar atento a todas las señales del entorno. Juntó sus manos como si estuviese orando y luego asintió, como si hubiese tomado una decisión y se dirigió hacia al costado derecho del green. Sus pasos se curvaron hacia el centro del green y se detuvo a unos 3 metros de la bandera. Allí cerró los ojos y se movió lentamente en espiral hacia el hoyo. Sacó la bandera y la repuso con decisión. Al salir del trance, me sonrió y me hizo una seña para que lo siguiera. Nos dirigimos a la partida del hoyo 2.
– Estaba fácil ese hoyo hoy –, señaló como si de verdad lo hubiese jugado.
Yo asentí, perplejo. Reconozco que me asaltaron dudas, pero igual intenté poner toda mi atención al ritual que supuestamente lo guiaba por la ruta de la Felicidad. Volvió al trance y caminó por el medio del fairway desviándose un poco a la izquierda a la altura de las 150 yardas y se detuvo un poco más adelante, bastante cerca del rough.
– Desde aquí tenemos tiro a la bandera –, acotó y se sumergió en su trance para continuar hasta el green, detenerse allí un rato y luego acercarse al hoyo moviéndose en espiral, sacar y reponer la bandera.
– Esa caída era engañosa –, dijo y se encaminó a la partida del hoyo 3.
Yo solo podía intuir lo que pasaba por su mente. Supuse que jugaba en su imaginación y que intentaba percibir las energías del medio ambiente para determinar la trayectoria que debía seguir su pelota. Noté que su respiración se hacía más profunda y que demoró un poco más en salir caminando de la partida de ese par 5. Estaba tomando una decisión crítica. Luego caminó por el centro del fairway y se detuvo justo antes del angostamiento. No tardó en seguir su lento recorrido. Se detuvo poco antes del búnker que protegía al green. Allí inspiró profundamente y exhaló ruidosamente para quedarse inmóvil por un buen rato. «Otro golpe crítico», pensé. Entró al green con cierta autoridad y se detuvo apenas a un metro del hoyo. Esta vez se acercó directo a la bandera para sacarla y reponerla como siempre. Me pareció que fluía en un trance profundo, entre cada golpe.
– Usar el drive era peligroso –, comentó como dando una excusa y se dirigió a la salida del hoyo 4.
En lugar de seguirlo, esta vez decidí sintonizar con la naturaleza e imaginar que ella me aconsejaba por donde recorrer el campo de golf. Mi conversación imaginaria me hizo seguir una trayectoria bien diferente a la del Maestro, pero nos juntamos en el green. Cuando le expliqué lo que había hecho, me sugirió:
– Está bien que consideres a la naturaleza como un ser vivo y consciente. Pero no creas que está separada de tí. Tú y toda la naturaleza en realidad son un gran organismo. Deben coordinarse, si quieren encontrar la felicidad. El viento, las nubes, los árboles y el pasto, todo lo que te rodea es una extension de tu cuerpo. Ama los mundos sutiles. Avanza por el campo en armonía con toda esa energía natural y comenzarás a entender su lenguaje.
En la salida del hoyo 5 seguí sus instrucciones e imité su comportamiento. Comencé a caminar despacio y escuché al Maestro, susurrar:
– Todo lo que te rodea, está dentro de tí. Lo que llamas realidad es el reflejo de tu energía interior. Eres el universo entero. Todo lo que existe.
No hablamos más. Seguí caminando intentando convencerme de que toda aquella experiencia estaba realmente en mi interior. «Todo se origina en mi mente», pensé. Dejé de dudar, confié en el Maestro y como hipnotizado me concentré en avanzar estando en el presente. Con cada paso que daba, más pleno me sentía. Algo dentro de mí me hizo recordar el poema de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar...y todas sus palabras adquirieron un nuevo significado, más profundo y misterioso. La sensación de plenitud era tal que me olvidé del golf y del Maestro. Continué caminando apoyado más en mis instintos que en mi mente. Cuando llegué al hoyo 9 estaba exultante, completamente identificado con el Cosmos. Entonces, una voz conocida me sacó del trance.
– Bien hecho. Encontraste la ruta de la felicidad –. Susurró el Maestro intentando no sobresaltarme.
– Oh... Nunca había caminado con esa intensidad.
– Así debes recorrer el campo entre golpe y golpe. La lección de hoy ha terminado. Regístrala en la libreta y nos vemos mañana de madrugada en el tee de salida del hoyo 10 para completar el recorrido. Hasta mañana!
El Maestro se fue, jugueteando con su bastón y yo me quedé en "la pasada", para anotar en la libreta esa extraña experiencia. Pedí un café bien cargado, confiando en despertar del todo y así poder asumir mi rol de escritor. Estaba seguro de que el Maestro me pediría la libreta antes de la siguiente lección.