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miércoles, 15 de mayo de 2019

Los consejos de Pepe Grillo

Muchas veces escuchamos una voz interior que nos habla. Walt Disney la inmortalizó como un grillo parlanchín en la película Pinocho, pero yo diría que es más bien un murmullo que proviene de nuestras entrañas. Parece ser el lenguaje con que el cuerpo nos transmite su impresión sobre lo que está ocurriendo. Algunos lo consideran la intuición y otros, un condicionamiento cultural. Son las enseñanzas que nuestras familias nos han inculcado, las costumbres de la sociedad y los hábitos que hemos desarrollado, que resuenan en nuestra mente. Esa voz interior actúa como brújula moral y nos ayuda a decidir como debemos actuar, en función de nuestros valores y creencias. 

En la sociedad occidental los consejos más habituales que recibimos de ese Pepe Grillo son:
  • Cúidate de las tentaciones
  • Dí siempre la verdad
  • Trata de ser justo y ecuánime
  • Sé una buena persona
  • Usa tus talentos
  • Descubre tu pasión
  • Elige una misión
En el taller de autoconocimiento, los identificamos como hilos con que la sociedad nos pretende manejar, condicionándonos como marionetas sin libre albedrío. Porque las tentaciones, la verdad, la justicia y la bondad, parecen estar previamente definidos. La sociedad dictamina qué tentaciones son peligrosas, cuál es "su" verdad y define la forma de hacer justicia. Es la sociedad quien define la línea que separa el bien del mal. Y nos educa para ser "buenas" personas. Pensamos que hay que aceptar estos sabios consejos,   siempre que los interpretemos desde nuestra propia y única perspectiva. Asegurándonos que no sean creencias impuestas por terceros sino directrices que ayudan a orientarnos. 

Reconociendo que vivimos en comunidad y que debemos respetar a los demás, para no vivir como simples marionetas debemos cuestionar continuamente los consejos de Pepe Grillo y entenderlos como sugerencias para actuar en armonía con nuestra verdadera identidad.  

Si queremos conocernos bien, ciertamente tendremos que controlarnos frente a nuestras tentaciones (especialmente aquellas que son nuestras debilidades más íntimas). Y para eso, primero debemos identificarlas. Preguntarnos, ¿qué nos tienta? y luego reflexionar si debemos alejarnos de cada una de nuestras inclinaciones. No debemos partir del supuesto que todas las tentaciones son negativas. Se trata de evitar aquellas que nos dañan en el largo plazo y reconocer que algunas inclinaciones placenteras pueden ser muy peligrosas. 


Y también debemos ser honestos (pero con nuestra verdadera identidad, no con aquella que otros pretenden endilgarnos). Francamente resulta difícil ser honestos, sin saber quienes somos. Tampoco debemos aceptar la premisa de que existe una verdad absoluta y por tanto, hay que ofrecer la verdad desde nuestra perspectiva, dejando algo de espacio para cambiar de opinión. Nuestras verdades dependen de nuestras creencias. Y nuestras creencias evolucionan. Por tanto, decir la verdad no debe confundirse con ser fundamentalista. 

Además, debemos jugar limpio y respetar a los demás (pero con reglas que nos hagan sentido, no que sean impuestas por terceros). El juego de la vida es complejo y misterioso. Hacerle trampas a la vida suele terminar mal. Por eso es sabio el consejo de ser justos. No solo nos permite dormir mejor, sino también ganarnos el respeto de los demás. Es más fácil perdonar un error que una injusticia.

Por otra parte, para ser una buena persona, hay que saber distinguir entre el bien y el mal. Pues bien, creo que es difícil encontrar cosas intrínsecamente buenas o malas. Me atrevería a decir que no existen. Lo que calificamos de bueno o malo, son interpretaciones en función de la situación en que nos encontramos. Etiquetas que ponemos a ciertos hechos. Ser una buena persona, desde esta perspectiva, es dejarnos guiar por la fuente de nuestra energía vital: el amor. 


Nuestros talentos son aptitudes naturales que tenemos. Capacidades personales que traemos al mundo y que debemos cultivar y desarrollar o de lo contrario esos talentos se pierden. No es fácil reconocer nuestras cualidades porque son innatas. Resaltan  al compararnos con otros. De todos las herramientas que posee el ser humano, son las que usamos con mayor facilidad, nuestras herramientas preferidas. Y el consejo nos insta a perfeccionarnos en su uso. A cultivar los talentos.


Para descubrir lo que de verdad nos apasiona, basta fijarse en aquello que nos atrae como un imán. Algunos lo denominan nuestra vocación porque experimentamos gran placer al hacerlo y no percibimos el transcurso del tiempo. La pasión es aquella energía que nos mueve sin desgastarnos. Es la causa que nos motiva. La llave de nuestra felicidad. Invertir tiempo en nuestra vocación debiera ser un buen negocio y dedicarnos a ella, es una receta probada para el éxito. Al revés, quien traiciona a su corazón, difícilmente disfrutará su vida. 


El último consejo apunta hacia nuestra responsabilidad. Somos humanos y hemos  logrado sobrevivir porque hemos aprendido a cooperar. Nuestra historia evolutiva ha demostrado que el individualismo extremo no es una estrategia sustentable y que la adaptación inteligente requiere una buena dosis de altruismo y solidaridad. Tu vida tiene sentido también para la humanidad. Estás acá para contribuir a mejorar la aventura común. Nadie más tiene la original mezcla de creencias, capacidad y vocación para aportar tu grano de arena. Esa es tu misión. Tu rumbo óptimo.

Discernir si estos consejos son impuestos por nuestra cultura o son intuiciones valiosas que nos llegan del inconsciente es uno de los grandes desafíos que tenemos. Mientras tanto, recomendamos seguirlos para darle sentido a nuestras vidas.

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