La mayoría de los seres humanos tenemos una idea equivocada de cómo funciona nuestro cerebro. Nuestro cerebro no funciona solo como un computador que procesa la información recolectada por nuestros 5 sentidos. Es, por sobre todo, un delicado y preciso radar de ideas. Un detector de vibraciones que es capaz de sintonizar con las energías invisibles que nos rodean. Porque vivimos en un universo energético. Sintonizamos nuestro cerebro en aquellas frecuencias que nos interesan, para nutrirnos de nuevas ideas. Tal como sintonizamos la radio de nuestro auto para escuchar la música que nos gusta o los comentarios que nos interesan. Y cuando captamos alguna información interesante, pensamos que es una idea nuestra.

Cuando nuestra educación comprenda que una de sus principales responsabilidades es desarrollar y cultivar la intuición, recién estaremos enmendando el rumbo. Recién entonces, potenciaremos a nuestros jóvenes para enfrentarse a un futuro incierto. Recién entonces les daremos herramientas para adaptarse a los exhorbitantes cambios que nos depara el mañana. Recién entonces estaremos educando correctamente al cerebro y explotando su verdadera capacidad.

Si la educación nos ayudara a desarrollar la capacidad de percibir aquellas energías invisibles que nos rodean desde muy niños, seríamos mucho mejores personas. Más sensibles, más empáticos y más comprensivos. Y sobre todo, más compasivos. Seres humanos más intuitivos, eso es lo que necesita el mundo. Y eso es lo que la educación nos niega. Ya es tiempo de cambiar. Eso es lo que algunos intuimos.
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