Después de las primarias, comienza la verdadera carrera presidencial. Ya están definidos los candidatos del Frente Amplio y Chile Vamos y pronto se despejará la incógnita de la Nueva Mayoría (¿será un corral que corre a dos bandas, o se bajará un candidato?) y quienes serán los otros aspirantes, que son claramente menos favoritos y que difícilmente pueden dar el batatazo. En cuestión de semanas, los presidenciables estarán en el partidor. Ahora, los chilenos tenemos que sopesar las ideas que propondrán y apostar por los programas que nos parezcan mejores para Chile.
Mi abuelo era muy aficionado a la hípica y estudiaba con cuidado los aprontes previos de los caballos en pruebas semejantes, consideraba muy relevante el jinete que lo conducía y el peso que debía cargar el equino. Pero al momento de apostar, intentaba encontrar la clave que definiría la carrera. Ese aspecto, tremendamente importante pero muchas veces invisible, que favorecería al triunfador. Nadie gana porque si, solía decir. Los jinetes ganadores saben encontrar la estrategia adecuada para triunfar.
A mi juicio, la clave que definirá la carrera presidencial de fines de año, será la Educación. Por varios motivos...
En primer lugar, porque fue la gran carta que enarboló la Nueva Mayoría en las elecciones pasadas y que la llevó a triunfar categóricamente. La educación es un tema relevante para todos los chilenos. Todos queremos una educación de calidad, porque eso asegura el futuro de nuestros hijos y nietos. Y por lo tanto, nuestro bienestar. De modo que apostar por una educación de calidad debiera dar dividendos.
En segundo lugar, porque la estrategia que siguió el actual gobierno con la educación, fracasó rotundamente. El respaldo generalizado que tenía la reforma hace 4 años, se transformó en un rechazo categórico de 2 de cada 3 chilenos, según la última Adimark. Las expectativas no se cumplieron y hay una enorme frustración en torno al tema. Desde esta perspectiva, si alguien propone una estrategia distinta para lograr esa anhelada educación de calidad, puede conquistar a esos numerosos desilusionados.
En tercer lugar, porque no resulta difícil enmendar la fallida estrategia educacional. En lugar de sacarle los patines a las instituciones que avanzan velozmente hacia la calidad, hay que regalarle otros medios de propulsión a la educación pública. Ojalá más eficientes y robustos que los patines. ¿Como impulsar la educación pública? Adecuándose a los tiempos. Incorporando más y mejor tecnología. Colaborando, formando redes de cooperación y hablando el lenguaje de los nativos digitales. Aulas virtuales, cursos en linea con los mejores profesores. Realidad virtual. En todas las áreas, excepto la educación, la tecnología ha provocado transformaciones profundas. La educación no puede seguir esperando.
Por último, porque la educación es lo único que cambiará la mentalidad de nuestros ciudadanos. Como ya lo demostró repetidamente nuestra selección, cuando hay mentalidad ganadora, se puede aspirar a ser campeón del mundo. Y ese cambio de mentalidad que tanto necesita nuestro país, ese cambio cultural del pensamiento "chiquitito" a "creerse el cuento", es lo que verdaderamente nos hace orgullosos de ser chilenos. A todos los que tienen el corazón rojo... y que están satisfechos de haber salido subcampeones de la Copa Confederaciones, no por haber perdido la final, sino por estar dispuestos a perdonar al compatriota que cometió un error. Porque esa es la verdadera grandeza de nuestro pueblo. Levantarse cuando caemos. Pero no para quejarnos, sino para volverlo a intentar.
Por todo esto y mucho más, estoy convencido de que la carrera presidencial será ganada por aquel jinete que vistiendo los colores de la educación, tenga visión de futuro, criterios de largo plazo, perspectiva integradora y propuestas de rotundos cambios culturales.
Un consejo para los candidatos de la elección presidencial:
¡Saquemos las anteojeras de nuestra educación y pongámosle alas a nuestros colegios!
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