La mayoría de los seres humanos tenemos una idea equivocada de cómo funciona nuestro cerebro. Nuestro cerebro no funciona solo como un computador que procesa la información recolectada por nuestros 5 sentidos. Es, por sobre todo, un delicado y preciso radar de ideas. Un detector de vibraciones que es capaz de sintonizar con las energías invisibles que nos rodean. Porque vivimos en un universo energético. Sintonizamos nuestro cerebro en aquellas frecuencias que nos interesan, para nutrirnos de nuevas ideas. Tal como sintonizamos la radio de nuestro auto para escuchar la música que nos gusta o los comentarios que nos interesan. Y cuando captamos alguna información interesante, pensamos que es una idea nuestra.
A este proceso de detección de ideas, lo llamamos intuición. Y es nuestra principal herramienta para sobrevivir y evolucionar. Esa extraordinaria capacidad intuitiva nos permite inferir, aprender, expandir nuestra conciencia y nutrirnos de información más allá de la que nos proporcionan nuestros 5 sentidos. Más allá de lo obvio, más allá de lo material. la intuición es nuestro sexto y más relevante sentido. Y sin embargo, la menospreciamos. La ciencia la considera casi como una anomalía. ¡Qué grave e inexcusable error!
Cuando nuestra educación comprenda que una de sus principales responsabilidades es desarrollar y cultivar la intuición, recién estaremos enmendando el rumbo. Recién entonces, potenciaremos a nuestros jóvenes para enfrentarse a un futuro incierto. Recién entonces les daremos herramientas para adaptarse a los exhorbitantes cambios que nos depara el mañana. Recién entonces estaremos educando correctamente al cerebro y explotando su verdadera capacidad.
Transformar a la educación para potenciar la intuición es el primer paso, en la dirección correcta. Y por lo tanto, el más importante en el cambio de rumbo que se necesita para preparar a la humanidad para la nueva era. Una educación orientada a procesar hechos y datos, es apenas computacional. Una educación orientada a intuir respuestas, es asombrosamente artística. La diferencia entre ambos enfoques es sideral. Dará lugar a personas muy diferentes. ¿Autómatas o Artistas? esa es la pregunta.
Si la educación nos ayudara a desarrollar la capacidad de percibir aquellas energías invisibles que nos rodean desde muy niños, seríamos mucho mejores personas. Más sensibles, más empáticos y más comprensivos. Y sobre todo, más compasivos. Seres humanos más intuitivos, eso es lo que necesita el mundo. Y eso es lo que la educación nos niega. Ya es tiempo de cambiar. Eso es lo que algunos intuimos.