Los chamanes dicen que las plantas son sagradas. Que nos enseñan a apreciar la belleza de la naturaleza, nos nutren y nos sanan. Pero sobre todo, nos hablan de la profunda interconexión que permite la vida en la Tierra.
Al igual que los seres humanos las plantas tienen un cuerpo energético, equivalente al aura. Es la manifestación de su energía vital. Las plantas nacen de la tierra, trepan hacia el cielo buscando la luz del sol y se nutren con agua que purifica sus emociones. Son un verdadero regalo energético de Dios.
La ciencia ha descubierto recientemente que las plantas sienten y se comunican. No como lo hacen los humanos, sino en su lenguaje vegetal que nosotros no entendemos. Pero ellas perciben nuestras intenciones. Son capaces de leer nuestras mentes. Literalmente.
Afortunadamente el ser humano está reconociendo que es necesario proteger los recursos naturales. En el año 2008, Ecuador fue el primer país que le otorgó derechos a la naturaleza en su constitución. La constitución ecuatoriana establece que "la naturaleza tiene derecho a existir, persistir, mantenerse y regenerarse siguiendo sus ciclos vitales". Esperamos que muchos otros países sigan este ejemplo.
El papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, también ruega por un nuevo entendimiento frente a la naturaleza. Una forma de apreciar nuestros orígenes y la intrincada relación que tiene nuestra sociedad con la naturaleza.
La educación tiene una enorme responsabilidad en este cambio de mirada. No basta con promover la sensibilidad medio ambiental, ni preocuparse de la naturaleza para minimizar los efectos del cambio climático. Esas posturas egoístas, típicamente humanas, no nos permitirán apreciar el verdadero potencial de este extraordinario regalo de Dios. El jardín del Edén es un vergel que de una forma misteriosa nos protege del mal. Transmitir este profundo mensaje a los jóvenes es una tarea pendiente de la educación.
Los niños dicen que los animales son sagrados. Que nos enseñan a apreciar la lealtad, el cariño, la libertad y las relaciones. También nos alimentan y nos recuerdan las conexiones invisibles que unen a todos los seres vivientes.
También tienen un cuerpo sutil, que manifiesta su vitalidad. Los animales son nuestros parientes. Todos con inteligencias distintas, adaptadas para su modo de vida. Viven en el presente y respetan los ciclos naturales.
Hace tiempo que la ciencia reconoce su capacidad de sentir y emocionarse y ahora está a punto de descifrar algunos lenguajes, como el de los delfines. Algunos incluso pueden aprender lenguajes de señas para comunicarse con nosotros. Quién sabe que conversan acerca de nosotros, pero es probable que quedemos horrorizados con las espeluznantes historias que cuentan del hombre desalmado.
Al menos los movimientos animalistas están ganando las batallas en contra de los crueles experimentos, los cazadores por diversión y la entretención con animales salvajes en cautiverio. Incluso ahora se condenan los trabajos forzados de los animales. Estamos mucho más conscientes de los derechos de los animales, pero nos queda mucho camino por avanzar.
Las flores dicen que los insectos son sagrados. Que las ayudan a multiplicarse y les traen noticias de sus amigas desde largas distancias. Algunos insectos sociales nos demuestran el poder de la colaboración. En equipo son capaces de hacer milagros. Pero son pocos los humanos que les tienen consideración. Y aunque pueden maravillarse con los colores de las mariposas, ni siquiera trepidan en matar una mosca.
El mar dice que los peces son sagrados. Que adornan las profundidades y se mimetizan con las algas. Que viajan juntos para protegerse de los mas grandes y aprovechan las corrientes submarinas para explorar la inmensidad del océano. Y muchas veces nos nutren con sus cuerpos.
Yo digo que la vida es sagrada. Y que hay que vivirla con amor, porque es expresión de energía divina. Creo que debemos cuidarla y protegerla en cualquiera de sus manifestaciones. Me duele el sufrimiento animal, casi tanto como el sufrimiento humano. Me molesta el maltrato vegetal y me preocupa la insensibilidad ambiental. Tal vez a estas alturas de mi vida estoy más sensible, aunque prefiero pensar que me he vuelto más consciente. Amo la vida. Y la vida me ha amado también. Cada día que he vivido ha sido una hermosa aventura de descubrimiento personal. Veo a mi familia crecer y multiplicarse y me siento conmovido. Tendrán nuevos desafíos porque vivirán otros tiempos y probablemente más adelante verán que la vida es apenas un suspiro, aunque aun no se den cuenta. Solo quisiera dejarles un profundo respeto por el milagro de existir.
También tienen un cuerpo sutil, que manifiesta su vitalidad. Los animales son nuestros parientes. Todos con inteligencias distintas, adaptadas para su modo de vida. Viven en el presente y respetan los ciclos naturales.
Hace tiempo que la ciencia reconoce su capacidad de sentir y emocionarse y ahora está a punto de descifrar algunos lenguajes, como el de los delfines. Algunos incluso pueden aprender lenguajes de señas para comunicarse con nosotros. Quién sabe que conversan acerca de nosotros, pero es probable que quedemos horrorizados con las espeluznantes historias que cuentan del hombre desalmado.
Al menos los movimientos animalistas están ganando las batallas en contra de los crueles experimentos, los cazadores por diversión y la entretención con animales salvajes en cautiverio. Incluso ahora se condenan los trabajos forzados de los animales. Estamos mucho más conscientes de los derechos de los animales, pero nos queda mucho camino por avanzar.
Las flores dicen que los insectos son sagrados. Que las ayudan a multiplicarse y les traen noticias de sus amigas desde largas distancias. Algunos insectos sociales nos demuestran el poder de la colaboración. En equipo son capaces de hacer milagros. Pero son pocos los humanos que les tienen consideración. Y aunque pueden maravillarse con los colores de las mariposas, ni siquiera trepidan en matar una mosca.
El mar dice que los peces son sagrados. Que adornan las profundidades y se mimetizan con las algas. Que viajan juntos para protegerse de los mas grandes y aprovechan las corrientes submarinas para explorar la inmensidad del océano. Y muchas veces nos nutren con sus cuerpos.
Yo digo que la vida es sagrada. Y que hay que vivirla con amor, porque es expresión de energía divina. Creo que debemos cuidarla y protegerla en cualquiera de sus manifestaciones. Me duele el sufrimiento animal, casi tanto como el sufrimiento humano. Me molesta el maltrato vegetal y me preocupa la insensibilidad ambiental. Tal vez a estas alturas de mi vida estoy más sensible, aunque prefiero pensar que me he vuelto más consciente. Amo la vida. Y la vida me ha amado también. Cada día que he vivido ha sido una hermosa aventura de descubrimiento personal. Veo a mi familia crecer y multiplicarse y me siento conmovido. Tendrán nuevos desafíos porque vivirán otros tiempos y probablemente más adelante verán que la vida es apenas un suspiro, aunque aun no se den cuenta. Solo quisiera dejarles un profundo respeto por el milagro de existir.
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